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Ipar Euskal Herria, retos claves de otro voto con mascarilla

La segunda vuelta de las elecciones municipales incluye un buen número de duelos de resultado incierto, empezando por los que se dibujan en las dos capitales que votarán el 28 de junio: Baiona y Maule. Ziburu y Urruña están en el prisma de los abertzales que, siguiendo la estela dejada en 2014 por Ustaritze, aspiran a liderar gobiernos plurales en localidades medias.


La campaña entre la primera y la segunda vuelta electoral suele ser más bien un trámite en las elecciones locales. Entre las dos citas con las urnas hay, por ley una semana, y las transacciones entre listas centran el grueso de la acción de los candidatos en ese intermedio.

Eso sobre el guión ordinario, el mismo que saltó por los aires tras la primera cita electoral para renovar alcaldías, que, sepan los olvidadizos, tuvo lugar el pasado 15 de marzo.

Cerradas las urnas, con una abstención récord –en Baiona superó el 60%– el presidente francés, Emmanuel Macron, decretó el confinamiento de la población y la segunda vuelta electoral quedó en el alero.

De las 159 localidades con que cuenta Ipar Euskal Herria, en 142 las alcaldías quedaron asignadas en esa primera votación que se celebró ya bajo la sombra de la pandemia.

El domingo se pondrán las urnas en las 18 localidades del norte de Euskal Herria en las que no se dilucidó ese día quién ocupará la Alcaldía en los próximos seis años.

Dado que el sistema electoral varía en función del número de habitantes, cabe detallar que ese día los ciudadanos elegirán a los primeros ediles, y a las respectivas corporaciones, de 13 municipios de más de 1.000 habitantes. Se trata de las localidades de Azkaine, Baiona, Biarritz, Bidaxune, Bokale, Hendaia, Itsasu, Maule, Senpere, Urketa, Urruña, Uztaritze y Ziburu.

Los colegios electorales se abrirán igualmente para los habitantes de cinco localidades de menos de 1.000 habitantes. Son las de Aldude, Amenduze-Unaso, Bildoze-Onizepea, Landibarre y Larraine.

La celebración de la segunda vuelta electoral ha estado en el aire durante prácticamente todo el periodo de confinamiento motivado por la pandemia del covid19.

De hecho, el primer ministro galo, Edouard Philippe, no confirmó hasta el pasado 22 de mayo que el proceso de las elecciones municipales se completaría «de no mediar impedimento sanitario» el último domingo del mes de junio.

En consecuencia, ese anunció abrió, de forma si cabe más excepcional, un periodo de un mes de campaña electoral no declarada –ni regulada– cara a una jornada electoral que, si bien afecta a menos de 6.000 de las 30.000 municipalidades existentes en el Estado francés, incluye a algunas de las municipalidades de mayor peso demográfico, caso de París, Marsella, Lyon o Burdeos.

De hecho de los 47 millones de electores llamados a las urnas el 15M, 16 millones volverán a ser solicitados cara a la jornada electoral del 28 de junio.

Nada más cerrarse el registro de candidaturas, el 2 de junio, los aspirantes entraron en la liza, sobretodo a través de los medios de comunicación, plataformas de referencia en una campaña en la que no hay grandes actos, en parte por tratarse de una elección local, y desde luego en razón de las restricciones vigentes en este periodo de desescalada de la crisis sanitaria.

Un centrista y un comunista

Dos capitales del norte vasco están concernidas por la elección, ya que ni en Baiona ni en Maule la primera vuelta permitió a ningún candidato alcanzar el 50% de los votos.

En la capital zuberotarra se repitió, aunque no en el mismo orden de llegada, el pódium de candidatos de los precedentes comicios de 2014. Esta vez el aspirante más votado no fue el alcalde saliente, el empresario Michel Etchebest (33,45%), sino el comunista Louis Labadot (37,61%). Como ocurriera hace seis años, la lista plural Maule Aitzina, que encabeza Beñat Elkegaray (28,92%), se mantendrá en segunda vuelta, ya que el aspirante de la izquierda hexagonal rechazó la propuesta de fusión que le hicieron los abertzales, para los que apoyar a Etchebest no era tampoco una opción dado que, según señala el cabeza de lista abertzale, «tras doce años como alcalde, es hora de cambiar».

Labadot desdeñó constituir una candidatura de izquierda plural con Maule Aitzina y aclaró que, si gana, no tiene intención de que la capital de Zuberoa esté representada en la Mancomunidad Vasca, institución a la que se ha opuesto desde el principio.

Los electores determinarán, el domingo, si Labadot ha hecho una buena elección al tratar de alcanzar, por sus propios medios, y sin prestarse a acuerdos con los abertzales, la Alcaldía de la capital zuberotarra.

También en Baiona el factor abertzale tendrá su peso en la segunda vuelta. En este caso, no se repetirá la triangular que se dio en la segunda vuelta de 2014.

Baiona Berdea eta Elkarkidea, la candidatura que han encabezado en esta elección el abertzale Jean-Claude Iriart y la ecologista Sophie Bussière, ha optado por retirarse, en una decisión de su asamblea que reflejó las discrepancias internas que generó la negociación frustrada cara a una fusión de las tres opciones de izquierda con el socialista Henri Etcheto como cabeza de cartel. Las posiciones poco «compatibles» con los abertzales que ha mantenido Echeto han impedido que se produzca un encuentro que, por ejemplo, sí ha sido posible en Hendaia.

En la localidad costera, el alcalde saliente Kotte Ezenarro ha tratado de amarrar la reelección cuajando entre las dos vueltas un acuerdo con Hendaia Biltzen. Ello tras seis años de experiencia de gobierno compartida que los electores han premiado, dado que tanto la lista guiada por los socialistas como la candidatura vertebrada en torno a los abertzales mejoraron resultados el 15M.

En la capital labortana, Etcheto solo ha sellado un acuerdo con una candidatura disidente de su propio partido. La plancha Bihar Baiona que encabeza Mathieu Berger vuelve a la casa común tras una corta aventura en solitario. Lejos de sus expectativas, fue la cuarta lista más votada, con un 11,2%, el 15M.

Así las cosas, el alcalde saliente, el centrista Jean-René Etchegaray, que en la primera vuelta fue el más votado con un 40,33% –10,5 puntos por encima de su rival socialista– parte en posición de ventaja con vistas a la contienda del próximo domingo. En todo caso, en el entorno del presidente en funciones de la Mancomunidad Vasca se destaca «la necesidad de asegurar una fuerte movilización del electorado».

Ello lleva a Etchegaray a mirar, al igual que le ocurre a Etcheto, hacia los votantes que optaron el 15M por Baiona Berdea eta Elkarkidea, ya que la plancha de Iriart-Bussière, aunque ambicionaba mejores resultados, sumó un 13,12% de los votos, un peso que se antoja decisivo en la segunda vuelta.

Etchegaray tiene a su favor lo hecho en cuestiones como el desarme de ETA, el acercamiento de los presos o la institución vasca, pero también puede premiarle su apoyo a proyectos como la moneda local o la acogida de migrantes. Sin embargo se hace más indigesta su apuesta, desde la primera vuelta, por sumar a la derecha de Les Républicains y a la muy impopular La République en Marche. Su gestión de diversos proyectos urbanísticos también causa controversia.

Siempre en la perspectiva de atraer al votante abertzale, a Etcheto le perjudica su reconocible perfil jacobino, que le ha llevado a situarse al margen de los grandes consensos de país. Se pronunció en contra de la institucionalización de Iparralde, no es un entusiasta del impulso público al euskara y ha estado ausente de los principales hitos en cuanto a la resolución integral de las consecuencias del conflicto se refiere.

Apoya además la construcción de una segunda línea de Tren de Alta Velocidad entre Burdeos y Hendaia, un proyecto que París guarda en un cajón no solo pero también por la movilización de la mayoría social y política de Ipar Euskal Herria en favor de una moratoria de esa infraestructura.

A favor de Echeto juegan su campaña de proximidad y sus postulados sociales que, al calor de la pandemia, pueden ayudar a su partido, el PS, a volver a sacar la cabeza.

La alternativa

En todo caso, la primera vuelta evidenció que, rotas las «líneas rojas» del pasado, ese papel de catalizador de alternativas que antes ejercía la marca de la rosa ahora lo realizan cada vez más los abertzales.

Las listas amplias, en las que EH Bai tiene un peso destacado, han servido para formalizar cambios largamente esperados en la última década. Un proceso lento pero seguro de relevo de viejos liderazgos que siguió el pasado 15 de marzo, fecha que marcó el retiro político del alcalde conservador de Biriatu, Michel Hiriart, que, después de ocupar el sillón municipal durante tres décadas fue derrocado por una candidatura multicolor que preside la nueva alcaldesa Solange Demarcq-Eguiguren. También Barthélémy Aguerre mordió el polvo en Donapaleu, donde se impuso Charles Massondo, que no dudó en apoyarse en los abertzales para sacar del sillón a otro símbolo de la política vieja.

En Senpere el segundo candidato, Dominique Idiart, tras aliarse con la plancha que encabeza el abertzale Jean-François Bederede, tratará de desbancar al alcalde saliente, el conservador Pierre-Marie Nourbaum.

La entrada con fuerza de la agenda territorial ha contribuido a hacer más visible la alternativa de los abertzales, que se asienta en el interior y avanza hacia la costa. El 28J aspiran a conservar Uztaritze y a sumar otras alcaldías medias como las de Ziburu o Urruña, lo que además de reforzar su perfil de gobierno les daría influencia para jugar sus cartas en la Mancomunidad Vasca.