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El coronavirus está diezmando a los pueblos indígenas de América Latina

Abandonadas por los gobiernos y potencialmente más débiles por falta de suficientes defensas inmunitarias, los pueblos originarios de América Latina están siendo diezmados por la pandemia del nuevo coronavirus.

Una niña satere-mawe abraza a un perezoso en Wakiru,en una zona rural al oeste de Manaos. (Ricardo OLIVEIRA / AFP)

Los pueblos indígenas en América Latina han sido diezmados por la pandemia de coronavirus debido a sistemas inmunes débiles y siglos de negligencia y abandono estatal.

El anuncio la semana pasada de la muerte del líder indígena brasileño Paulinho Paiakan, uno de los defensores más ardientes de la selva amazónica –cuya cuenca alberga a 420 comunidades indígenas– tras ser contagiado por covid-19 puso de manifiesto esta amenaza que planea sobre los pueblos originarios.

La muerte de Paiakan en un hospital de Redençao, en el norte de Brasil, fue una de las más de 300 entre las 100 comunidades indígenas del país, según el grupo de Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB). Una cifra que quintuplica el número de muertes registrado en todo 2019.

El APIB acusa al Gobierno del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro de «no haber hecho nada» para contener la propagación incesante de coronavirus en las áreas donde viven 750.000 indígenas. Hasta ahora, más de 5.500 han sido infectados.

«Si hubiera adoptado medidas preventivas desde el principio, habríamos evitado este número de muertes», ha asegurado Sonia Guajajara, coordinadora de APIB, en un podcast para la ONG del Instituto Socioambiental (ISA).

El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado ha calificado la falta de reacción del estado de «genocidio», mientras que el cacique Raoni Metuktire, uno de los grandes jefes del pueblo kaiapó y portavoz emblemático de los nativos del Amazonas, acusa a Bolsonaro de «aprovecharse» de la pandemia para desarrollar más proyectos de explotación en la región que podrían poner en peligro y eliminar a los pueblos originarios.

Los nativos han vivido durante siglos bajo la amenaza de enfermedades infecciosas. Se estima que su población en América del Sur disminuyó en una cuarta parte entre 1492 y 1650, debido a la repentina introducción de virus y bacterias transmitidos por los colonizadores europeos. Estas enfermedades causaron estragos entre los habitantes de aquellas tierras, que nunca habían estado expuestos a ellos y, por lo tanto, no habían desarrollado ninguna inmunidad para hacerles frente.

Situación preocupante

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) dice que al menos 20.000 indígenas de la cuenca del río Amazonas, que pasa por Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Guyana y Surinam, están infectados.

«Estos grupos viven tanto en aldeas aisladas con acceso mínimo a los servicios de salud como en ciudades densamente pobladas, como Manaos (Brasil), Iquitos (Perú) o Leticia (Colombia)», explica la directora de la OPS, Clarissa Etienne.

En la frontera entre Brasil y Venezuela, el territorio yanomami está ocupado por alrededor de 20.000 mineros ilegales, según Survival International. A veces, mineros y madereros ilegales llevan el virus con ellos, exponiendo a las poblaciones indígenas al peligro.

Un estudio realizado por la Universidad Federal de Minas Gerais e ISA predijo que 14.000 yanomamis que viven cerca de las zonas de extracción de oro, el 40%, podrían infectarse si las autoridades no actúan para protegerlos.

Sabiduría ancestral

Con un tocado de plumas, un collar de colmillos y una mascarilla quirúrgica, Remberto Cahuamari está, jefe de la comunidad ticuna, en el departamento colombiano de Amazonas, teme que la desaparición de los «ancianos» a causa del coronavirus ponga en peligro la transmisión de su conocimiento y sabiduría ancestral.

«Si todos murieran, nos quedaríamos con nuestros jóvenes que en el futuro no sabrán nada sobre nuestras culturas y nuestras costumbres. Eso es lo que tememos», ha declarado a AFP.

Un hombre con la cara cubierta por una mascarilla y sosteniendo un palo vigila estoicamente la entrada a la aldea de El Progreso, a la que solo se puede llegar por el Tucushira, uno de los más de 1.000 afluentes del Amazonas.

Esta parte pobre y despoblada del sur de Colombia, ubicada en la encrucijada de tres países, tiene una tasa de 320 casos por cada 100.000 habitantes, el peor en el país, y 954 muertes por millón, mientras que la media en el país es de 33 por millón.

Dos tercios de la población de la aldea son indígenas y existe «peligro de extinción», según la Organización Nacional Indígena de Colombia.

Esta extensa área no tiene conexión por carretera con el resto del país y el único hospital público no tiene unidad de cuidados intensivos.

Debido a la falta de interés del Estado, la desnutrición y la pobreza, «cuando llegó el covid-19, nuestras defensas eran bajas», señala a AFP Armando Wooriyu, secretario de una organización indígena local. Explica que algunas comunidades se mudaron a lugares remotos o cerraron el acceso y recurrieron a la medicina tradicional para combatir el virus.

La situación es la misma en Ecuador, Bolivia y Perú, donde en la región de Loreto, en medio de la selva peruana, cerca de 1.500 indígenas achuar, awajun, cocama, shipibo y ticuna están infectados. Al menos 14 de ellos han muerto, según las autoridades..