Amores y desamores en una ciudad demasiado hermosa
Con un lleno absoluto, el último trabajo de Woody Allen ha inaugurado la 68º edición de Zinemaldia. Y lo hace con ‘Rifkin's Festival’, una historia ambientada precisamente… en el certamen donostiarra. La ciudad muestra sus virtudes y oculta sus defectos, aunque aquí, como en todas partes, los corazones se rompen y los flechazos suceden.
La intención no era mostrar una ciudad de postal, pero lo cierto es que la última película de Woody Allen, ‘Rifkin's festival’, ha mostrado la cara más amable de Donostia. Y quizá la más hermosa, aunque para gustos los colores. El puente del Kursaal, el Hotel María Cristina, la bahía de la Concha y el romántico voladizo que la abraza, la Parte Vieja y la playa de la Zurriola desde un conocido restaurante en Ulía…
La película ha abierto la 68º edición de Zinemaldia, y lo ha hecho fuera de concurso. No por ello ha acaparado menos atenciones. Las entradas para todas la proyecciones volaron, literalmente, y la cola para asistir a la rueda de prensa esta misma tarde asustaba. De hecho, se han ocupado todas las butacas y muchos acreditados han tenido que seguir desde otra sala contigua las explicaciones del propio director, que ha conectado desde Nueva York.
La miga de ‘Rifkin's festival’ nos transporta al propio festival de cine donostiarra, certamen al que viaja un matrimonio americano ya diluido. El espectador capta la decepción amorosa al instante, a ellos les cuesta un poco más reconocerlo abiertamente. Sue (Gina GersHon) es representante de Philippe (Louis Garrel), uno de los directores del momento y cuyo último trabajo se presenta… en Zinemaldia. Es francés, cosa que le da más charme aún. Además toca los bongos con mucho salero. Entre ambos saltan unas chispas difíciles de contener. Mort, el marido (Wallace Shawn), asiste atónito a este affaire que pone contra las cuerdas la relación con su esposa.
Demasiado ocupada con la promoción de la película, Mort se las tiene que ingeniar para estar ocupado y entretenerse en la ciudad. Antiguo profesor de cine y escritor frustrado, se siente perdido en muchos sentidos. Neurótico, hipocondríaco, no deja de hacerse las grandes preguntas de la vida. Pero parece que eso a nadie le interesa. Resulta aburrido. Su mujer prefiere ver a Philippe tocar los bongos en el club Altxerri. Aquejado de un dolor en el pecho, las casualidades le llevan a la consulta de la doctora Joana Rojas (Elena Anaya). Y eso lo cambia todo.
Todos sufren del corazón, cada uno a su manera, y cada uno a su manera lo intenta curar. «Lo que acontece en esta película se esboza de forma suave. Hay que prestar mucha atención para captar los pequeños cambios sutiles en el estado de ánimo de cada personaje que crea. Woody muestra a las personas en momentos cruciales vitales, y esto es una obviedad en ‘Rifkin's Festival’», ha afirmado Wallace Shawn. El actor también ha participado a través de una conexión en directo. Quienes sí han acudido en persona a su cita con la prensa han sido Elena Anaya y Gina Gershon.
La película también es, en cierta forma, un homenaje al cine que el propio Woody Allen ama, con evidentes referencias y citas a directores como Ingmar Bergman, Truffaut o Fellini, y deja curiosas anécdotas, como los cameos de José Luis Rebordinos y el pianista Iñaki Salvador.
El festival ideal es…
Mucho antes desde que existiera el guion, Allen ya tenía tomadas muchas decisiones. «Quería hacer una película donde incluyera a todas sus referencias cinematográficas y para cuando hablamos con él, ya lo tenía claro. Iba a ser en San Sebastián sí o sí», ha revelado el productor de ‘Rifkin's Festival’. «Parece que vamos por los sitios para hacerlas postales, pero nada más lejos de la realidad, no nos gusta eso. La película habla del cine, y este festival es una de las mejores referencias de los fundamentos cinematográficos de los últimos tiempos. ¿Cómo no iba a suceder [la historia] aquí?», ha exclamado.
En la conexión desde Nueva York, el cineasta ha reconocido que tenía ganas de volver a rodar en el Estado español tras sus experiencias previas en Barcelona, Oviedo o Avilés. Zinemaldia era la pieza que encajaba con la idea que barruntaba. Y ya que se hablaba de cine, reconocía desde su casa en la Gran Manzana que «el festival ideal es aquel que muestra películas que no tienen promoción porque puede llegar hasta el gran público. Trabajos sin tirón comercial, películas curiosas e inventivas».