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EEUU, diez detalles tragicómicos para otro caos electoral

Hoy son Pensilvania o Nevada, hace 20 años Florida, en 1960 Virginia, en el XIX los estados del sur... Aunque le guste autoproclamarse como la democracia más antigua y profunda de la era contemporánea, Estados Unidos muestra de nuevo un sistema electoral auténticamente fallido.

¿Lo recuerdan? Este supervisor de Florida saltó a la fama dejándose los ojos para tratar de adivinar el sentido de cada voto, hace 20 años.

El mundo asiste con estupor al escrutinio en Estados Unidos, pero no debería sorprenderse tanto. De hecho, apenas dos décadas atrás se repitió un caos similar con un desenlace alucinante. Y de hecho, este embrollo era tan previsible que el republicano Donald Trump tenía una estrategia premeditada para explotarlo y el demócrata Bernie Sanders clavó la previsión de lo que pasaría, acertando incluso en qué estados iba a a ocurrir.

Podrían ser incluso más, pero estas diez anomalías sirven para ilustrar un sistema electoral fallido, por no decir grotesco:

«COUNT EVERY VOTE»; PERO, ¿ACASO NO SE CUENTAN TODOS?

«Contad todos los votos», exhortan los carteles de simpatizantes demócratas concentrados estos días ante puntos de recuento de diferentes estados. Suena a obviedad en nuestra zona del planeta, pero tienen motivo para reclamarlo. El 12 de diciembre de 2000, tras 35 días de recuento, el Supremo decidió interrumpir el cómputo que se eternizaba en Florida, lo que dio por ganador al republicano Bush. Con Estados Unidos sumida en el caos absoluto y poniéndose en evidencia ante el planeta, su rival demócrata Al Gore lo dio por bueno. Pero no, no se contaron todos los votos porque muchos considerados «dudosos» quedaron sin aclarar.

NI CERTIFICACIÓN COORDINADA NI CRITERIO UNIFORME

Como se aprecia desde la madrugada del martes al miércoles, en los diversos medios aparecen diferentes resultados parciales de los votos electorales ya conseguidos. Es un detalle más de otro problema de fondo: no hay una autoridad central que dé fe del minuto y resultado del escrutinio, como en Euskal Herria vienen a ser los gobiernos español y francés en el caso de estatales y municipales, o los ejecutivos autonómicos y Prefectura en otros comicios intermedios. NAIZ está ofreciendo el marcador ya asentado (seguro) pero otros prefieren funcionar con proyecciones o estimaciones aún no fijas. A Biden se le dio por ganador en Arizona en el madrugada del miércoles cuando lo cierto es que Trump aún tiene alguna opción.

A MÁQUINA... O A MANO

En algunos estados el recuento está mecanizado. El voto se mete en una máquina que lo valida. Pero no está claro que siempre lea lo correcto, por lo que en todos los casos en la misma sala o en una adyacente hay un sistema de recuento manual alternativo, con presencia de «interventores» y «apoderados» de los dos partidos. No es infrecuente que tengan que ponerse de acuerdo (o no) sobre el sentido de voto exacto de un elector.

CON X, CÍRCULO O «CHAD»

Acostumbrados en nuestro entorno a que el sentido de voto esté claramente expresado casi siempre por papeletas diferenciadas, sorprende también ver que en numerosos estados se siga marcando a mano, con una X o un círculo. En Florida 2000 fue peor aún, porque se utilizaba un sistema de perforación de casillas («chad») que muchas veces resultaba indescifrable: la pieza en cuestión no se había desprendido, o lo había hecho a medias, o en el lugar incorrecto... Funcionarios con una lupa trataron de desentrañar cada sufragio durante semanas... hasta que el Supremo mandó parar.

VOTO POR CORREO «A POSTERIORI»

Algunas de estas «peculiaridades» van a ser usadas por Trump para su estrategia del «fraude»; es el caso del voto por correo después de las elecciones. Cuando en la mañana del miércoles salió a afirmar que «están metiendo votos en las urnas a las 4.00 de la madrugada y no lo permitiremos», no era tanto una «fake news» flagrante como una media verdad: varios estados aceptan votos por correo que lleguen después del cierre, incluso diez días más tarde, como es el caso de Alaska (más vale que no es uno de los estados-bisagra en juego).

POSIBILIDAD DE «ENMIENDA»

Con 100 millones de votos por correo esta vez debido a la pandemia (40 más que los emitidos directamente en la urna), otro problema acrecentado: en algunos de los estados que aún recuentan se contrasta directamente con la persona votante el sentido del voto, en caso de que no haya quedado claro por alguno de los motivos anteriores, se haya perdido por el camino u otras circunstancias. Más leña para el fuego de Trump.

MUCHO QUE CONTAR ADEMÁS DEL PRESIDENTE

Aunque les llamemos presidenciales para simplificarlo, este primer martes de noviembre se ha votado de todo. En el condado al que pertenece Phoenix, la capital de Arizona en la que continúa el escrutinio, ha habido que marcar en una larguísima papeleta una treintena de nombres de los cargos político-sociales más variopintos (presidente, senador, alcalde, sheriff, superintendente educativo, jefe de archivos...), además de unas decenas de jueces de dos tribunales y otras cuestiones sometidas a referéndum (puede ser la marihuana, la privacidad digital, una ley sobre ‘riders’, aspectos penitenciarios...) Decidir lo más posible es algo plausible, pero ¿hay que hacerlo todo a la vez, en esta maraña?

VOTO POPULAR RELATIVO, O CON ONCE BASTARÍA

El total de voto conseguido por cada candidato (en este momento 74 millones para Biden y 70 para Trump) aparece en un extremo de los paneles de recuento, pero es irrelevante. Ha ocurrido cinco veces que quien gana el «voto popular» no logre la mayoría en el llamado Colegio Electoral: la última, hace apenas cuatro años con Hillary Clinton frente al magnate neoyoorkino.

Efectivamente podría ocurrir lo mismo en nuestro entorno con los sistemas vigentes, pero en Estados Unidos ello es más acentuado: de hecho, bastaría con ganar en los once estados con más votos electorales para llegar a la Casa Blanca perdiendo todo el resto. Como es a «todo o nada», quien se lleve los 55 de California o los 38 de Texas tiene mucho camino avanzado hacia los famosos 270. En Idaho, el estado más «vasco», solo se pueden sumar cuatro.

50 ELECCIONES PERO UN SOLO TRIBUNAL... Y QUÉ TRIBUNAL

Se afirma a menudo, por todo lo ya dicho, que en realidad estas no son unas elecciones, sino 50. Y sí, cada estado tiene su modo de voto, de recuento, sus reglas internas, sus legislaciones electorales particulares, pero Florida 2000 mostró que llegados a un punto de litigio quien decide es el gran tribunal federal. El Supremo corrigió al tribunal superior del estado sureño, que había decretado un nuevo recuento completo.

La descentralización acaba ahí. Y ese ‘ahí’ es un tribunal de apenas nueve miembros que «nunca se jubilan y raramente se mueren», con cargo vitalicio y elegidos a dedo por el presidente de turno. Su decantación ideológica depende por tanto de un factor biológico absolutamente aleatorio: quién está en la Casa Blanca en el momento en que fallece cada miembro y qué mayoría legislativa puede avalarlo. Y así Trump ha podido aumentar la mayoría republicana de 5-4 a 6-3 aprovechando deprisa la muerte de la progresista Ruth Bader Ginsburg en setiembre. Es otra anomalía clara, aunque en nuestro entorno también lo era que Ginsburg siguiera ostentando tal función con 87 años de edad.

...Y AÚN FALTA EL COLEGIO ELECTORAL

En este contexto de incertidumbre total emerge otra cuestión a debate: el procedimiento del Colegio Electoral. El 14 de diciembre deben reunirse los delegados de cada estado para confirmar su voto al ganador en este territorio y elevarlo luego al Congreso y Senado, que lo refundirá el 6 de enero con Mike Pence como maestro de ceremonias. Nadie cuenta con que alguno de ellos pueda desmarcarse, es decir con que un miembro del colegio republicano vote a Trump en un estado en que haya ganado Biden. Pero teóricamente puede ocurrir y de hecho ha pasado. Muy pocas veces, cierto. Pero también muy pocas veces ha aparecido en liza alguien que juega tan sucio como Trump.