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El «remake» de la «primavera guatemalteca» sacude al Gobierno

Guatemala despertó de nuevo de forma masiva contra los desmanes de la clase política. La aprobación de los Presupuestos de 2021 volvió a sacar a la calle a miles de personas hartas de que los políticos solo piensen en su beneficio y no en la población.

Protestas en Guatemala. (Johan ORDONEZ/AFP)

Hace cinco años, Guatemala dijo «basta» a los numerosos casos de corrupción que salpicaban a la clase política. Un movimiento ciudadano salió a las calles para tumbar al Gobierno del entonces Presidente Otto Pérez Molina, quien se vio obligado a dimitir sin emplear violencia contra su pueblo. Pocos días después fue encarcelado por un caso de corrupción al que se le fueron sumando varios más. La ciudadanía había dado un golpe en la mesa en un país donde seis de cada diez personas viven en la pobreza y extrema pobreza y donde la desnutrición afecta a uno de cada dos niños menores de cinco años.

La esperanza de cambio se volcó sobre el cómico Jimmy Morales que con el lema «Ni corrupto ni ladrón» supo ganarse la confianza de una población harta de que le robaran los políticos, quienes aprovechándose de sus cargos públicos saqueaban las arcas del Estado. Empezó su mandato siendo jaleado por las masas que lo aplaudían y se reían con sus «moralejas», pero al acabarlo cuatro años después lo hizo escondiéndose en el Parlamento Centroamericano para mantener la inmunidad y no ser juzgado por corrupción. El día que finalizó su mandato, el 14 de enero de este año, Morales tuvo que esquivar los objetos que le lanzaban manifestantes a la entrada del hotel donde juró su cargo como parlamentario del Parlacen al no poder hacerlo en la sede oficial. Se había allanado el terreno para que no fueran investigados ni él ni los diputados que lo apoyaron en el denominado «Pacto de Corruptos» que sacó del país a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).

Morales fue sustituido por Alejandro Giammattei, un político de derechas con un pasado oscuro como Director del Sistema Penitenciario entre 2005 y 2007. Fue encarcelado diez meses en 2010 acusado de la supuesta ejecución extrajudicial de siete presos en una cárcel de Guatemala en 2006. Cinco años después se cerró la investigación en su contra. Eso le permitió presentarse por cuarta vez consecutiva a la Presidencia y ganar. Sus promesas de luchar contra la desnutrición crónica y de sacar a Guatemala del «obsoleto» Parlacen si no se cambiaba esta institución para que sus decisiones fueran vinculantes convencieron a la población que había visto que durante el mandato de Morales nada había cambiado. A pesar de que un reducido grupo de manifestantes se congregó cada sábado frente al Palacio Nacional, la llama de la «primavera guatemalteca» se había apagado en la pasada legislatura y estas protestas no afectaron al Gobierno, que expulsó del país al organismo que puso entre las cuerdas a los políticos corruptos.

Con la vía libre para hacer y deshacer a su antojo, Giammattei logró sus aliados en el Congreso, donde consiguió que se aprobaran 11.000 millones de quetzales para enfrentar al coronavirus, si bien los hospitales siguieron colapsados y el personal médico, sin recibir sus salarios a tiempo. Además, la ayuda económica a las familias vulnerables jamás llegó, dejándolas desamparadas y únicamente sujetas a las banderas blancas que ondean en las calles y carreteras con la esperanza de que la gente les dé dinero o alimentos para sobrevivir un día más.

En plena pandemia, llegaron las depresiones tropicales “Eta” e “Iota”, que dejaron a su paso por el país más de un centenar de personas fallecidas en deslaves y miles de damnificadas que perdieron sus viviendas. La ayuda prometida por el Ejecutivo tampoco llegó a muchas de ellas. En este contexto, el Congreso aprobó en la madrugada del pasado día 17 unos presupuestos que no responden a las necesidades de la ciudadanía. Redujo el dinero para la Justicia, la defensa de los derechos humanos, la Educación o la Sanidad mientras aumentaban las partidas para gastos de los diputados y para construir un nuevo edificio del Congreso.

Eso colmó el vaso de la paciencia ciudadana con un Gobierno que apenas lleva 10 meses en el poder y regresó a las calles el sábado con una protesta masiva de miles de personas y con las mismas consignas que en 2015, dirigidas esta vez contra Giammattei y el Congreso como si nada hubiera cambiado en los últimos cinco años. Sin embargo, el remake de la «primavera guatemalteca» tuvo un sabor agridulce. Esta vez, la Policía se ensañó con los manifestantes, a los que reprimió con golpes y gases lacrimógenos, lo que provocó que dos jóvenes perdieran uno de sus ojos.

El presidente enseñó su verdadera cara y aprovechándose de una extraña quema del Congreso por parte de unos jóvenes lanzó a la Policía contra la población y arrestó a 43 personas, la mayoría ya en libertad sin cargos. Al día siguiente, habló de diálogo con las fuerzas políticas para paliar la crisis, pero era demasiado tarde. Sin contar siquiera con el apoyo de su vicepresidente, la llama de la indignación ya está encendida y ahora es cuestión de tiempo que Giammattei siga los mismos pasos que Pérez Molina. Y ello a pesar de que el Congreso ha reculado y su presidente anunció en la madrugada del lunes que retiraba el trámite de los Presupuestos y que para «mantener la gobernabilidad y la paz social» no los enviaba al Gobierno. Una decisión que llega tarde.