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Las elecciones marcarán el devenir del nuevo ciclo político catalán

Tanto en la confrontación como en la conexión, Madrid y Barcelona, nodos centrales del poder de las naciones española y catalana, luchan por establecer una relación de poder que sirva para desarrollar sus proyectos sociopolíticos. 

Pere VIRGILI.

La legislatura catalana empezó con unas elecciones impuestas vía 155, siguió con hasta tres investiduras vetadas por los tribunales españoles, y concluye con el president inhabilitado. Con todo, la legislatura que acabará el próximo 14 de febrero habrá sido la más larga de la última década, lo cual da cuenta de la intensidad política del último ciclo catalán.

La pregunta es si las elecciones que se celebrarán en mes y medio abrirán un nuevo ciclo o Catalunya seguirá atrapada en el laberinto en el que lleva inmerso tres años. La respuesta es que depende; tanto de los resultados electorales como del juego político que permitan, en conexión directa con la gobernabilidad en Madrid. La música que suene en torno a los indultos también influirá.

El escenario más previsible según las encuestas es una victoria de ERC, con JxCat en segunda posición–¿con qué diferencia?–, y con un PSC al alza en tercer lugar –está por ver en qué queda el efecto de la candidatura de Illa–. A gran distancia quedarían Ciudadanos, Comuns, CUP y PP; Vox irrumpiría por primera vez y el PDeCat, independizado de Puigdemont, luchará por entrar.

Y con esos resultados, que empiece el juego. Le tocará a ERC, en función de las aritméticas posibles, decidir hacia dónde mirar. De momento, de número dos va Laura Vilagrà, a quien acompaña la fama de entenderse bien con JxCat. Pese a las guerras internas, es muy real la posibilidad de que todo acabe quedando más o menos como está ahora, con un acuerdo de mínimos entre las dos fuerzas mayoritarias del soberanismo, con el apoyo externo de la CUP. Sin hoja de ruta real, cabe preguntarse qué objetivos reales se fijarían.

La segunda opción es una suerte de alianza de partidos progresistas, algo que aritméticamente requeriría del concurso de un PSC seguramente reforzado. No sería nada fácil articular semejante artefacto político, pero una ERC fuerte podría verse tentada a un experimento que ligaría irremediablemente la suerte de las legislaturas catalana y española.