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¿Ahondará el Foro de Davos en el cambio de paradigma económico?

Cada vez son más los funcionarios de organismos internacionales que defienden que ha llegado la hora de cambiar el enfoque de la gobernanza económica. Y esta transformación no se debe solamente a la pandemia. El Foro de Davos puede dar algunas pistas más de la dirección del debate.

La economista jefe de la OCDE, Laurence Boone (Victor Tonelli/OCDE)

El presidente de China, Xi Jinping, ha inaugurado el primer Foro Económico Mundial virtual de Davos. Ha comenzado este lunes y se prolongará hasta el próximo viernes, las mismas fechas en las que debía realizarse la edición habitual de esta cumbre informal de líderes mundiales. Este año la versión presencial se ha retrasado a mayo y tendrá lugar en Singapur. Que haya sido el presidente de China el encargado de abrir el foro que ha sido durante años un club de la élite capitalista mundial, da una perspectiva de las extraordinarias mutaciones que se están produciendo en el mundo.

En este contexto de cambio resulta especialmente interesante observar cómo las organizaciones económicas internacionales están modificando sus discursos de una manera que cualquier observador exterior consideraría radical, no tanto por los contenidos como por la ruptura que supone con la ortodoxia dominante. No se ha producido un cambio de semejante envergadura desde que en los ochenta del siglo pasado la revolución neoliberal impuso lo que se llamó el Consenso de Washington.

El Consenso de Washington resumía en diez puntos las recomendaciones de política económica que ofrecían a los países con dificultades el FMI, el Banco Mundial y otras entidades similares. Los puntos eran básicamente: disciplina fiscal, eliminación de subsidios, tipos de cambio libre, liberalización del comercio, privatización de empresas estatales, eliminación de barreras y seguridad jurídica a la inversión extranjera y desregulación del mercado. Con el auge de la globalización algunos de ellos fueron perdiendo sentido, como por ejemplo la liberalización del comercio mundial, pero el espíritu del programa neoliberal ha pervivido hasta nuestros días en forma de disciplina fiscal, desregulación y liberalización.

Sin embargo, tras cuarenta años de la revolución neoliberal y del Consenso de Washington son cada vez más los representantes de esos organismos internacionales los que plantean otro tipo de políticas económicas y también otro enfoque sobre la gobernanza y las responsabilidades políticas.

El FMI apuesta por gastar

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, abogó en el Foro Gaidar, celebrado en Moscú la pasada semana, por una política fiscal expansiva para hacer frente a la pandemia del coronavirus, y pidió a los países que «gasten y gasten». En su conferencia también advirtió de que pueden surgir problemas si se retiran los estímulos prematuramente. Una advertencia que resultaba hasta hace bien poco bastante inusual.

«Abogué y sigo abogando por políticas monetarias acomodaticias y políticas fiscales que protejan a la economía de un colapso en un momento en el que estamos limitando a propósito tanto la producción como el consumo», dijo durante su intervención. Georgieva dejó claro que su principal preocupación es el colapso de la economía que en este momento significa el colapso del capitalismo. Las condiciones de vida de la gente, la creciente desigualdad o la pérdida de puestos de trabajo no parece que entren dentro de espectro de sus preocupaciones. se trata de salvar el sistema.

«Tenemos que ser aún muy cuidadosos para no retirar el apoyo de manera prematura. Porque si lo hacemos tendremos una ola de insolvencias y un desempleo estructural que sería muy difícil revertir», alertó. Lo que subyace a esta afirmación es que Georgieva cree que los estímulos deben ser retirados cuando las empresas ya no los necesiten, no cuando se haya logrado, por ejemplo, el pleno empleo.

Da la impresión de que el cambio de discurso en el FMI se debe a la posibilidad cierta de que el sistema colapse.

La reflexión política de la OCDE

Quizás quién con más énfasis ha abogado estos últimos años por cambiar de estrategia económica haya sido la OCDE que se embarco en 2013, a petición del G-20, en una nueva definición de qué son los beneficios de las empresas y cómo se deben calcular, así como en la definición de las reglas para que los beneficios empresariales tributen en el país en el que se generan. El proyecto se conoce como BEPS, (Erosión de la Base Imponible y Traslado de Beneficios, en inglés). La definición alcanzada en este trabajo cuenta con un amplio consenso aunque el proyecto también tiene importantes carencias.

La necesidad de nuevas definiciones refleja la insostenible situación creada en el mundo por las multinacionales, las asesorías fiscales y sus agresivos planes para ocultar beneficios y los territorios de baja o nula tributación, algunos de los cuales se encuentran en la UE y también en EEUU, Delaware por ejemplo, que ha sido hasta hace poco residencia del actual inquilino de la Casa Blanca.

Ya sea por ese trabajo conjunto con el G-20 o por los estragos que está provocando la globalización y la crisis económica, este organismo internacional se ha convertido en el portavoz de un cambio de rumbo. En una entrevista publicada a principios de año en Financial Times, la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone, iba más allá de la critica al rigor fiscal y se adentraba en las consecuencias políticas que iba a tener la actual expansión del gasto.

Señalaba que tras aprobar ahora unas medidas de estímulo sin precedentes, después de la crisis «la gente se preguntará de dónde ha salido todo este dinero», y apuntaba que los gobiernos tendrán dificultades para argumentar que no pueden gastar más para abordar cuestiones como el cambio climático o para compensar a quienes pierden las reformas políticas.

Según esta economista de la OCDE, los enormes estímulos actuales van a dificultar una vuelta rápida a las políticas de recortes en el futuro, lo que no es óbice para no se vaya a intentar recortar desde el primer momento. De hecho, Boone considera que los ministerios de Finanzas de la mayoría de los países todavía no han empezado a ajustar su enfoque.

Boone afirmaba también en esa entrevista que el error que se cometió en la anterior crisis fue retirar los estímulos demasiado pronto y añadía que los países deben «salir de la mentalidad de que tenemos reglas fiscales únicas para todos».

Fue incluso más allá al plantear cambios políticos en la actual gobernanza económica. «Tenemos que pensar en la sostenibilidad de una manera más discrecional durante un período de tiempo más largo, y también de una manera más democrática en el sentido de que si el objetivo se establece a nivel político, debe evaluarse con mayor transparencia», señaló.

Para Boone, por tanto, corresponde al gobierno estabilizar la economía y los bancos centrales deben servir de mero apoyo. De esta forma, esta alta funcionaria de la OCDE abogaba no solo por cambiar la relación entre política fiscal y monetaria, sino que además señalaba que ambas son cuestiones políticas que no pueden quedar en manos de técnicos.

No es saludable que la política monetaria esté dirigida únicamente por personas independientes, responsables pero no elegidas democráticamente, y a cargo de todas las políticas de estabilización

Y por si quedaba alguna duda de su posición, concluía su discurso con un contundente: «No es saludable que la política monetaria esté dirigida únicamente por personas independientes, responsables pero no elegidas democráticamente, y a cargo de todas las políticas de estabilización».

En la entrevista dejó otra afirmación que, aunque conocida, generalmente no se menciona porque pone en cuestión la centralidad que se ha dado a las cuestiones relacionadas con la moneda: «[La política monetaria] tiene impacto en la distribución de la riqueza pero no es ese su fin. Sin embargo, la política fiscal tiene un efecto distributivo y está destinada a tener un efecto distributivo, y es implementada por personas que son elegidas democráticamente y son directamente responsables», dijo a Financial Times Laurence Boone.

Davos, ¿la siguiente estación?

Los debates de esta semana en Davos mostrarán si estos cambios en el discurso dominante se profundizan dando paso a un nuevo paradigma, o simplemente son elucubraciones de altos funcionarios de organismos internacionales.

Las cada vez más frecuentes críticas al actual estado de las cosas plantean cuestiones de un profundo calado. Si las decisiones sobre la estabilización de la economía son políticas y las deben tomar políticos y no personas independientes, entre otras cosas, porque están sujetos a escrutinio democrático, este cambio abre el debate sobre cuestiones como hasta dónde puede llegar el endeudamiento o cuál es el déficit presupuestario aceptable. estas y otras cuestiones pasan a ser tema de debate político para el que no sirve el criterio de autoridad de la Unión Europea o del Banco Central Europeo.   

También cuestionan el uso que se hace de los instrumentos de política económica. Si hasta ahora prevalecen las cuestiones monetarias (inflación, tipos de interés...), los críticos apuestan por que las políticas fiscales (gasto público, impuestos...) recuperen la centralidad en la estabilización de la economía. Los efectos perversos en la distribución de la riqueza de las políticas monetarias son tan evidentes que ya no pueden obviarse.  

Otros altos funcionarios ya retirados, y por tanto, sin pelos en la lengua, defienden posiciones similares. Sin ir más lejos, la pasada semana, Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra decía en ‘El País’: «Es el momento de decir alto y claro que hay límites que los bancos centrales no pueden traspasar porque no tienen mandato y porque nadie vota a los banqueros centrales. Lo que hace falta es que los Gobiernos apoyen a empresas y trabajadores: no son los bancos centrales quienes tienen que hacer eso, y no tienen mandato para hacerlo».

Es posible que esta semana en Davos se vea si estas voces heterodoxas son versos sueltos dentro de esas organizaciones económicas internacionales o realmente se está gestando un cambio más profundo.