Drogas, la otra pandemia no toca techo en Escocia tras más de cuatro décadas
Escocia registró 1.264 muertes por drogas en 2019, el peor año de la historia, con un crecimiento del 6,4% con respecto a 2018. La cifra le da al país caledonio la peor tasa de Europa: 23,1 por cada 100.000 habitantes.
En medio de una pandemia y una crisis sanitaria, otra que afecta directamente a la salud de las personas toma cada vez más fuerza en una tierra ya muy castigada durante décadas. La heroína y otras drogas no quedaron olvidadas en los 80 o los 90, si no que están muy presentes a plena calle de las ciudades del norte de la isla. Frente a ello, son cada vez más las asociaciones que se están organizando para reclamar medidas como las salas de consumo seguro o la no criminalización de la persona adicta. Pero, sobre todo, piden políticas de verdad que no llegan ni de Edimburgo ni de Londres.
El Gobierno escocés lleva cerca de una década reclamando un cambio en la legislación para permitir salas de consumo seguras (es el principal reclamo de las distintas asociaciones que trabajan la problemática en Escocia), con la esperanza de reducir el número de muertes y enfermedades relacionadas con las drogas. Sin embargo, el Ministerio del Interior británico se ha negado repetidamente a enmendar la Ley de Uso Indebido de Drogas para permitir cualquier avance. Si bien las leyes sobre drogas están reservadas a Westminster, la salud y la vigilancia se delegan en Holyrood. Como se suele decir, ‘unos por otros, la casa sin barrer’.
En febrero de 2020, el ministro del Crimen y la Policía de Gran Bretaña, Kit Malthouse, calificó estos espacios de consumo seguro como «una distracción» y afirmó que se necesitaba «un enfoque más asertivo» para abordar el problema. Así, si el SNP –Scottish National Party, Partido Nacional Escocés– introdujera espacios de consumo seguros, anunciaría un nuevo enfrentamiento con Westminster. Pero parece que está decidido a ello. De hecho, el pasado 7 de enero la premier escocesa, Nicola Sturgeon, se reunió con el activista Peter Krykant, conocido por recorrer las calles de Glasgow con una furgoneta acondicionada, en su parte trasera, para consumir de forma segura.
Las dos caras de la moneda. Sobre esta líneas, Glasgow, durante décadas una de las ciudades más importantes de Gran Bretaña. Ahora, «capital de la muerte por drogas».
La reunión con Krykant podría presagiar un cambio en la actitud del Ejecutivo del SNP, hasta ahora parapetado en la negativa de Londres. De hecho, ha habido cambios en el Gobierno. El que fuera ministro de salud pública del Gobierno escocés, Joe FitzPatrick, renunció a su cargo el 18 de diciembre y su lugar lo ocupa Angela Constance, la exsecretaria del gabinete para comunidades, seguridad social e igualdad, que ha asumido el recién creado Ministerio de Política sobre Drogas.
Krykant acogió con satisfacción la creación del nuevo Ministerio y defiende que «con un enfoque del 100% en la política de drogas, podemos cambiar rápidamente la trayectoria de estas muertes trágicas y evitables». En ese camino, su furgoneta no es más que una pequeña herramienta, pero que ya está dando sus frutos. «Desde que comenzamos el sitio de prevención de sobredosis, hemos supervisado 118 inyecciones y ya hemos salvado dos vidas», cuenta a 7K. «Podríamos salvar a muchos más».
La idea es atraer a colectivos de consumidores de drogas a los que resulta difícil acceder, grupos especialmente marginados y que consumen en plena calle o en otras condiciones de riesgo y poco higiénicas. Uno de sus objetivos principales es reducir la mortalidad mediante la creación de un entorno seguro para un consumo más higiénico, así como impartir formación a los clientes sobre una ingesta más segura. Al mismo tiempo, tratan de reducir el consumo de droga en lugares públicos y mejorar los espacios públicos en zonas cercanas a los mercados urbanos de la droga. Además, trata de promover el acceso a los servicios sociales, sanitarios y de tratamiento por drogadicción.
A pesar de que salió «optimista» de su reunión con Sturgeon, vista la inacción del Ejecutivo escocés, Krykant ha anunciado que se presentará como independiente a las elecciones de mayo al Parlamento de Holyrood por el departamento de Falkirk East. «Creo que necesitamos una variedad de voces diferentes en el Parlamento escocés. Pienso que el Parlamento de Escocia se creó con la idea de que fuera una institución de diversidad, personas de todos los ámbitos de la vida que podrán representar realmente a sus distritos electorales. Y no creo que eso se haya hecho realidad». Por cierto, sobre la independencia, Krykant reconoce que es «uno de los muchos» que en 2014 votó «No» y que ahora desea una nueva consulta en la que apoyaría la independencia. «Podríamos hacer más con la independencia. No tenemos control sobre cosas como la Ley de Uso Indebido de Drogas y lo que tenemos que hacer es superar los límites, porque eso marcará la diferencia», explica.
Martin Powell es otro de los activistas que hace frente a esta otra pandemia en Escocia. Trabaja en Transform Drug Policy Foundation, una organización benéfica independiente que opera para reducir los daños relacionados con las drogas. Powell también insiste en la apertura de estos centros de consumo para supervisar a las personas que se inyectan sus propias drogas. Y es que no consta que nunca haya muerto nadie en uno de los cerca del centenar de centros de este tipo que hay en el planeta. La primera sala de consumo supervisado de droga de Europa abrió sus puertas en Berna (Suiza) en junio de 1986. En los años siguientes se crearon otras salas de este tipo en Alemania, Países Bajos, Noruega, Luxemburgo, Dinamarca, Grecia, los Estados español y francés y también en Euskal Herria. Actualmente, en Europa se hallan en funcionamiento un total de 78 salas. Una de ellas en Bilbo.
Regresando a las islas, Powell pone el foco sobre el Ejecutivo de Sturgeon. «Escocia no tiene que esperar permiso», responde ante la pregunta de la disputa entre Holyrood y Westminster. Powell cuenta que, en Glasgow, «a menudo nos abrimos camino entre las agujas desechadas y los excrementos en lugares donde las personas se ven obligadas a inyectarse mientras intentan escapar de la miseria y el sufrimiento». Define Escocia como «la capital mundial de la muerte por drogas».
Powell tiene claro que si en 2021 se están enfrentando a este problema es porque no se ha invertido ni el suficiente esfuerzo ni dinero en poner freno a la escalada de fallecimientos. «No tiene por qué ser así. El número de muertes por enfermedades cardíacas en Escocia se redujo un tercio en una década, porque se convirtió en una prioridad clínica nacional. Se debe prestar la misma atención a evitar que las personas mueran a causa de las drogas», reclama.
Aumentar la financiación para el tratamiento, facilitar el acceso a estos y hacer que sea más difícil abandonarlo, son algunas de las propuestas que pone encima de la mesa. En Escocia, solo el 40% de los que necesitan tratamiento están en ello, cuenta. Sin embargo, presenta ideas para contrarrestar las muertes desde ya. «Extender más Naloxone», un antagonista de los receptores opioides. «Ya se está haciendo un buen trabajo para que este antídoto de heroína llegue a las manos de quienes pueden tratar una sobredosis: la Policía, los médicos, la familia y los amigos de las personas que consumen drogas».
Asimismo, apuesta por financiar un programa de prescripción de heroína en Glasgow. «Estas clínicas son para personas vulnerables para las que otros tratamientos no funcionan. Los he visto en Europa, nadie sufre una sobredosis porque saben cuánta heroína están tomando. Las personas dejan de consumir drogas ilegales, sus vidas se estabilizan, por lo que se comprometen con el apoyo para abordar por qué consumen drogas. Y la gente deja de cometer delitos para financiar el uso», defiende.
También pone el foco sobre la criminalización a la que se enfrentan los consumidores. «Les aleja de la ayuda y no reduce el uso. En lugar de arrestar a las personas atrapadas en las drogas para su propio uso, se las debe dirigir a la educación, el tratamiento y el apoyo. Estos esquemas mejoran la salud y reducen la reincidencia». En esa dirección, el Ejecutivo escocés se ha puesto en contacto con los gobiernos de Suiza y Nueva Zelanda para conocer de cerca cómo se ha trabajado la despenalización de las drogas.
James Nicholls, jefe ejecutivo de la misma organización, insiste en que «el Ministerio del Interior (británico) debe permitir que Escocia adopte un enfoque basado en la salud para abordar la crisis, lo que incluye permitir que se establezcan legalmente centros de prevención de sobredosis, en lugar de dejar que las personas corran el riesgo de ser arrestadas por brindar este servicio vital».
La imagen que acompaña a estas líneas fue tomada en diciembre, en Glasgow, el mismo día que se hizo público el número de decesos por el consumo de drogas.
Generación Trainspotting. Estas serían las medicinas a corto plazo para atajar el problema. «¿A más largo plazo? Escocia y el Gobierno del Reino Unido deben reducir la pobreza arraigada que sustenta gran parte del consumo problemático de drogas», señala Powell. Y es que a pesar de ser un virus que afecta a todo el país, apunta directamente a las clases más bajas. Pese al amplio espectro que abarca el consumo de drogas en Escocia, hay sectores mucho más afectados que otros. Así, en un breve resumen, se podría decir que el consumidor habitual es un hombre de entre 35 y 54 años con pocos recursos económicos.
Durante los años 80 y 90, tras la crisis económica y social provocada en el país por el cierre minero protagonizado por Margaret Thatcher, hubo un aumento significativo de consumidores de drogas, que alcanzó su punto álgido hace unos 20 años. En la actualidad, existe una población de consumidores con adicción que envejece, principalmente hombres, que han ingerido heroína durante décadas. Prueba de ello es que el año pasado, más de dos tercios (68%) de todas las muertes relacionadas con las drogas fueron de varones de entre 35 y 54 años.
Además, el consumo problemático de drogas es mayor en áreas de privación, donde las personas no tienen las mismas oportunidades de educación y empleo. En concreto es 17 veces mayor en las zonas más pobres de Escocia en comparación con las más ricas.
El área del Ayuntamiento de Dundee tiene la peor tasa de mortalidad por drogas en Escocia con un promedio de 36 por cada 100.000 habitantes durante los últimos cinco años, pero que saltó hasta un 54 en 2019. Serían, por ejemplo, más de un centenar de decesos al año en Iruñea. Le siguen de cerca la ciudad de Glasgow (35) e Inverclyde (29), que incluye las ciudades de Greenock y Port Glasgow. La tasa de la ciudad de Edimburgo (17), por ejemplo, es ligeramente inferior a la media de toda Escocia, pero sigue siendo mucho más alta que la media de Gran Bretaña y aglutina gran parte de sus casos en el barrio obrero de Leith.
Las tres zonas con las tasas más bajas de muertes relacionadas con las drogas en la Escocia continental son Aberdeenshire, así como East Dunbartonshire y East Renfrewshire, que limitan con Glasgow pero incluyen los acomodados espacios de Bearsden, Milngavie, Newton Mearns y Giffnock. Las áreas rurales como Dumfries, Galloway, Highland y Scottish Borders tienen focos de consumidores de drogas con problemas, pero su tasa general es mucho más baja que en las ciudades.
El Gobierno escocés viene reclamando desde hace décadas la opción de poner en marcha estos centros de consumo seguro. Por el momento, Londres ha cerrado esa puerta.
Pastillas por 50 peniques. La gran mayoría de las muertes relacionadas con las drogas en Escocia son de personas que tomaron más de una sustancia. Opiáceos como la heroína y la metadona están implicados en la mayoría de estos decesos, pero los consumidores suelen tomar cada vez más benzodiazepinas como etizolam o píldoras como el «valium callejero».
Según el informe National Records of Scotland, los benzos callejeros, que se venden por tan solo 50 peniques la pastilla, contribuyeron a 814 muertes, de las cuales 752 involucraron al etizolam. Los expertos dicen que los consumidores de opioides de alto riesgo suelen abusar de las benzodiazepinas para automedicarse o aumentar los efectos de la heroína o la metadona. También toman benzos para tratar síntomas de trastornos psiquiátricos, estados emocionales negativos y síntomas de abstinencia.
Peter Krykant y su furgoneta cuentan con material para poder consumir de forma segura, así como para dar información a los consumidores.
Las benzodiazepinas actúan como sedantes, lo que ralentiza las funciones del cuerpo, y los médicos suelen recetarlas para los problemas de sueño y la ansiedad. Sin embargo, el gran problema de mezclar benzos callejeros con heroína y alcohol es que tienen un efecto similar en el cuerpo, deprimen el sistema respiratorio y dejan a las personas en mayor riesgo de muerte por sobredosis.
Durante años, el diazepam (valium) fue el benzo más común y los usuarios lo obtuvieron a menudo a través de recetas «desviadas» del NHS, el sistema público de salud británico. Uno de los mayores cambios en los últimos siete años ha sido el aumento masivo del uso de benzodiazepinas sin receta o «valium callejero», que pueden ser mucho más fuertes que las tablas recetadas.
El etizolam apareció por primera vez en las cifras de 2012 cuando estuvo relacionado con una sola muerte. Entre 2017 y 2019, sin embargo, pasó de 299 a 752 muertes. La cocaína (365), la gabapentina y la pregabalina (438) también han experimentado un gran aumento en las muertes relacionadas con las drogas.
Eyemouth, por el contrario, representa la Escocia más próspera. Con uno de los puertos más importantes de las islas británicas, el consumo de drogas apenas causa decesos.
«Una familia normal». Quienes han vivido en primera persona las consecuencias de las drogas, familiares y amigos de fallecidos, han puesto en marcha la campaña ‘Anyone’s Child: Families for Safer Drug Control’ (Hijos de cualquiera: familias por un control más seguro de las drogas). Jolene Crawford, una de las impulsoras, pregunta: «¿Cuántas familias más deben soportar la agonía de perder a un ser querido, como nuestra familia lo hizo? Hablan, mientras nos morimos. ¿Cuántos más necesitan ser sacrificados antes de que se tomen medidas reales?».
Crawford, nacida hace 42 años en Glasgow, perdió a su primo Alan hace una década, cuando este tenía solo 29 años. «Somos una familia normal y nos pasó a nosotros. Quedamos devastados», relata. Afirma que, también en su caso, lo fácil hubiese sido pedir la prohibición de todas las drogas. «Asumir este desafío no fue ideal y es doloroso para la familia cada vez que hablamos, pero descubrimos que la política de drogas actual no tiene una base. Los individuos que crean estas políticas reconocen en privado que la prohibición de las drogas es un desastre».