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Entrevue
Sébastien Lifshitz
Director de ‘Una niña’

«Es importante construir relatos positivos sobre la transidentidad»

Nacido en París en 1968, desde que debutase como director en 1994 ha combinado ficción y documental, explorando cuestiones ligadas a la identidad sexual y de género. Su última obra, «Una niña», llega a las salas tras ser presentada en Zinegoak, donde Lifshitz recibió el Premio de Honor del festival.

El director de ‘Una niña’, Sébastien Lifshitz. (GOOD FILMS/LA AVENTURA)

​​La vocación de Sébastien Lifshitz por hacer un cine al alcance de todos los públicos convierte a ‘Una niña’ en un documental luminoso sobre la transidentidad que en el Estado francés ha activado el debate social sobre la situación de los menores transgénero. La historia de Sasha, una niña nacida en el cuerpo de un niño, y la lucha de sus padres para que la sociedad la reconozca como tal resulta tan conmovedora como edificante.

​‘Una niña’, como en su anterior película, ‘Adolescents’, habla sobre los procesos de construcción de una identidad. ¿Son obras complementarias?
Yo creo más bien que se trata de obras autónomas, ya que cada individuo es único y su identidad viene dada por su deseo de encontrar su sitio en el mundo. En ‘Adolescents’ filmé a dos jóvenes que buscaban el modo de despegarse de sus padres reafirmándose en sus propias ideas. Fue fascinante observar durante un periodo de cinco años ese proceso de transformación y documentarlo. En ‘Una niña’ me encuentro con Sasha, alguien que desde los tres años afirma ser una niña aunque haya nacido niño. Me pareció interesante documentar cómo tal afirmación era comprendida por su familia en un primer momento y por el mundo exterior después. También mostrar cómo Sasha trataba de hacer entender a todos quién era, evidentemente con los medios limitados que se tienen a esa edad en la que el lenguaje no está plenamente desarrollado y los niños tienen dificultades para argumentar. Pero me pareció muy hermoso el tratar de comprender a Sasha únicamente observándola porque, además, ¿cómo se expresa una identidad? ¿solo a través del lenguaje o hay otros elementos que nos permiten ver y comprender la naturaleza de las personas?

¿Cómo llega usted a la historia de Sasha?
Encontré a la familia de Sasha gracias a un foro de Internet en el que los padres que tienen hijos transgénero intercambian información. En Francia no hay prácticamente ninguna institución capaz de acoger y acompañar a las familias que están un poco perdidas frente a esta situación y nosotros pusimos un anuncio en dicho foro explicando que buscábamos a una familia con un niño transgénero para un documental y tuvimos dos respuestas. Una de una familia canadiense que nos contaba que en Canadá hay una gran tolerancia hacia la transidentidad y luego la otra, que era de la mamá de Sasha. Al principio la noté un poco a la defensiva, temerosa, me hizo muchas preguntas acerca de nuestras intenciones, me pidió ver mis anteriores películas…

¿Cómo consiguió ganarse su confianza y lograr su implicación en el proyecto?
Fue bastante sencillo una vez tuve mi primer encuentro con ella. Ahí descubrí a una mujer muy emocional, muy sincera, que estaba padeciendo esta situación conflictiva en la escuela de su hija, que se hacía muchas preguntas respecto a su hija para las que no tenía respuestas. Hablamos mucho y vio que yo no la juzgaba sino que la comprendía, A partir de ahí se creó de inmediato una especie de afecto y de confianza mutua y, quince días después, me invitó a ir a ver a su familia y me presentó a Sasha y a sus otros hijos. Y para mí ese primer encuentro con toda la familia fue extraordinario, porque tuve la sensación mirándolos a todos de que se trataba de una familia bastante excepcional, había un amor, una atención, una solidaridad entre ellos increíble que pude percibir inmediatamente.

¿Y cómo fue filmar a Sasha? Porque según aparece en la película parece una cría bastante inhibida.
Ella es una niña muy valiente, muy generosa. Fue sorprendente lo consciente que era de la cámara y de lo que estábamos haciendo. Te daré un ejemplo. Una vez le pregunté si podía ir a su habitación para grabarla mientras jugaba, yo sabía que esa petición era especial porque su habitación era para ella un lugar secreto al que nunca invitaba a nadie, era el espacio de expresión de su identidad femenina. Sasha reflexionó y finalmente dijo, ‘de acuerdo’, así que subimos a su habitación y preparé la cámara. Entonces la dije ‘vale, ahora puedes empezar a jugar’ y para mi sorpresa ella se tumbó en la cama y permaneció inmóvil. Yo le pregunté ‘¿por qué no juegas?’ y ella entonces me dijo: ‘normalmente juego cuando estoy aquí sola, pero ahora estás tú’. Entonces comprendí que desde su mente infantil lo que estaba tratando de decirme era: ‘no voy a cambiar mi manera de comportarme por tener una cámara delante, no estoy aquí para ser tu actriz’. Si quería grabarla debería de hacerlo cuando las situaciones se dieran, nunca provocarlas. Eso me dio la garantía de que Sasha se comportaría en todo momento de forma natural ante la cámara. Es verdad que en algunas secuencias ella se muestra un poco inhibida, pero yo creo que se debe justamente a que es una niña muy consciente. Ella entiende que su situación no es sencilla, que provoca inquietud en su familia… Sasha comprende todo eso y de ahí su dificultad para expresarse, pero basta su mirada y las pocas palabras que dice para comprender lo que ella vive en su interior.

Hasta no hace mucho, las películas que retrataban el modo en que se vivían este tipo de conflictos en el seno de la familia estaban llenas de tensión, de dramatismo. Su película, sin embargo, resulta luminosa.
Demasiado a menudo, en el cine ha habido una victimización de la homosexualidad que yo atribuyo a varias razones. De un lado, resulta evidente que muchos homosexuales han sufrido maltrato y marginación por el hecho de serlo, pero al mismo tiempo ha habido una voluntad política de instrumentalizar ese sufrimiento para crear conciencia entre la población. Todo eso ha creado una imagen colectiva de la homosexualidad como una realidad trágica y dolorosa. Sin embargo, numerosos homosexuales han logrado construir también vidas felices, a veces verdaderas historias de amor de larga duración en medio de un contexto hostil. Y me parece importante que el cine muestre a todos, también a la comunidad homosexual, que el amor es posible, que es posible ser uno mismo y ser libre. Del mismo modo creo que es importante construir relatos positivos sobre la transidentidad. No se trata de falsear la realidad porque, por ejemplo, en el caso de Sasha es obvio que su historia tiene un fondo doloroso, ya que durante años no ha podido sentirse libre en la escuela para expresar su verdadera identidad. Pero al mismo tiempo, ella ha tenido la suerte de crecer en una familia en la que hay mucho amor y solidaridad alrededor de ella. Sé de sobra que no en todas las familias es así, que muchos otros niños trans se enfrentan, demasiado a menudo,. al rechazo o a la incomprensión de sus padres.

¿Cree en la fuerza del cine a la hora de cambiar conciencias o, al menos, de derribar ciertos prejuicios?
En Francia, cuando ‘Una niña’ fue emitida por el canal Arte tuvo más de tres millones y medio de espectadores. Ha sido un éxito bastante inesperado y la película se ha convertido en una especie de fenómeno mediático. Mucha gente que no estaba interesada en este tema ha visto el filme y ha tomado conciencia de lo que es la disforia de género, y pienso que a mucha gente le ha ayudado a entenderlo. Así que sí, creo que una película a veces puede ayudar a hacernos evolucionar. Después es necesario, evidentemente, que los políticos pongan los medios, que se legisle para que esos cambios se concreten.

¿Le molesta que le etiqueten como ‘cineasta LGTB’?
Yo me veo simplemente como un director, pero puedo comprender que la comunidad LGTB tenga necesidad de identificar cineastas para poder promover sus reivindicaciones. Evidentemente mis películas están lo más abiertas posible al gran público. Pienso que si uno solo se dirige a aquellos que ya están convencidos de antemano, resulta insuficiente. Creo que el cine debe de ser universal, ser compartido por todo un pueblo y yo creo que eso es lo que provoca que, de repente, aquellos temas, como la identidad de género o la identidad sexual, que hace veinte o treinta años estaban marginados del debate público, hayan adquirido visibilidad. De hecho, hay una nueva generación de espectadores para la que todas estas cuestiones son muy importantes.
 
Recientemente le han dado el premio de Honor del Festival Zinegoak. ¿Cómo encajó este reconocimiento?
Yo ya había presentado alguna de mis anteriores obras en Zinegoak y me sentí tan bien acogido que recibir este premio ha sido la constatación de que no se habían olvidado de mí, y eso me ha emocionado mucho. Además, me encanta que ‘Una niña’ sea proyectada en muchas ciudades y sea vista por un público amplio, espero que eso contribuya a visibilizar a las personas transgénero y que tomemos conciencia de que no podemos vivir en una sociedad normativa donde cada individuo sea la copia de otro, porque eso es falso. Al contrario, se debe de promover la diferencia, y un festival como Zinegoak contribuye a todo eso.