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La mirada cercana de Carmen Ballvé

La dignidad retratada en blanco y negro por la fotógrafa Carmen Ballvé en sus estancias en República Dominicana, Tanzania, Etiopía, Mongolia y Perú protagoniza la exposición «La mirada cercana», compuesta por 71 instantáneas.

Carmen Ballvé. (Andoni CANELLADA/FOKU)

La exposición “La mirada cercana” recoge una selección de las instantáneas que ha realizado Carmen Ballvé a lo largo de tres décadas por varios países del mundo desde su personal forma de mirar. En rueda de prensa, acompañada de la comisaria de la muestra María Millán, y de la directora de este espacio museístico donostiarra, Susana Soto, dio cuenta de los detalles de la muestra.

Una mirada «sin filtro, sin prejuicios» en retratos «llenos de dignidad con mayúsculas, humanidad y generosidad», explicó la comisaria, que destacó la forma de trabajar de Ballvé, en analógico, siempre en blanco y negro, en su mayoría con película de medio formato y desde «el respeto, con tiempo». «Ella se acerca y le van dando permiso», señaló.

La autora explicó que gracias a la cámara, que para ella es «un idioma que te hace conectar con la persona que quieres fotografiar», ha podido desarrollar su trabajo entre comunidades tan dispares como la del Batey en la Romana.

Los bateyes son los poblados de los trabajadores de los campos de caña de azúcar, en República Dominicana, donde se instaló a finales de los 90 y ha trabajado durante dos décadas; los wagogo en Nzali (Tanzania) o colaborando con el proyecto solidario Denan en Etiopía, liderado por Dick Young, con el que ha colaborado también en Perú y Mongolia.

Trayectoria

Ballvé se interesó por la fotografía desde los 13 años, en 1981 se graduó en Pedagogía y Ciencias de la Educación y un año después se trasladó a Nueva York para estudiar en el Centro Internacional de Fotografía, donde se graduó, tras lo cual comenzó a trabajar como freelance con diversas revistas y periódicos españoles.

En 1985 volvió a Madrid trabajando sobre todo el retrato de estudio, de personalidades del mundo de la cultura. Entonces comenzó un proyecto en una barriada gitana en la periferia de Madrid y en la cárcel de mujeres de Yeserías.

A partir de entonces comenzó su aproximación a la fotografía documental. «Desde un inicio me fascinaba el retrato, empecé retratando en mi entorno familiar, a mis amigos, en el mundo editorial, ese lenguaje fotográfico me gustaba mucho», explicó.

Cuando comenzó los trabajos con la comunidad gitana se dio cuenta que podía «ir más allá y trasladar el modo de vida de diferentes comunidades» a través de sus fotografías que le han dado acceso a «culturas muy distintas». Así lo contó la fotógrafa en la presentación de la exposición.

Con tiempo

Según explicó, no es nada «invasiva» a la hora de retratar, sino que le gusta tomarse su tiempo para comunicarse con las personas a las que va a retratar, aunque no conozca su idioma, porque hay otras formas de hacerlo, con las miradas, los silencios... Así relata que, por ejemplo, a la niña de la fotografía “Gineta” que aparece en el cartel de la exposición en un camino con el Batey al fondo la ha retratado en numerosas ocasiones durante veinte años.

También el tiempo es lo que le atrae de la fotografía analógica, la «magia de pensar» cada una de las imágenes que se va a tomar ya que la película únicamente da diez disparos; luego llega «la espera, el revelar, ver el resultado» en el laboratorio.

La muestra se puede visitar en el Laboratorio del Museo San Telmo con entrada gratuita, entre el 12 de marzo y el 16 de mayo.

El horario de apertura es de 10.00 a 20.00, de martes a domingo.