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Surf en la colina de Antondegi, un debate en la cresta de la ola

Entre rumores, dimes y diretes, en Donostia se habla desde hace casi tres meses de un proyecto para surfear en una colina a pocos kilómetros de Zurriola. NAIZ ha hablado con las partes implicadas para tratar de despejar algunas incógnitas y poner sobre la mesa los diferentes argumentos.

Foto aérea de la loma de Antondegi. (Haritzalde)

Antondegi es una loma herbosa ubicada entre el barrio donostiarra de Martutene, una zona industrial conocida como Polígono 27 y la localidad de Astigarraga. Territorio de sidrerías. Prados verdes y algún que otro caserío dibujan su loma cimera, atravesada por un carretil cementado que cada pocos metros aparece decorado con las marcas azules y blancas de la Vuelta a Donostia, una travesía senderista de algo más de 50 kilómetros repartidos en 4 etapas.

Ya hace más de diez años que se habló de construir en esta colina un barrio «verde» con más de 3.000 viviendas. La idea duerme el sueño de los justos en algún cajón, al igual que otro proyecto similar, el de Auditz Akular en la zona de Altza.

En este periodo, Antondegi fue también ofrecido como moneda de cambio para que el Ejército español liberase los terrenos de Loiola. Los de caqui finalmente se mudan, pero bastante más cerca de su actual emplazamiento.

Despejada esta incógnita, el último día de 2020 se publicaba que el Ayuntamiento iba a dar luz verde en esos terrenos a un equipamiento deportivo de olas artificiales. Tenía pinta de ‘globo sonda’, de esas noticias sin demasiadas concrecciones que las instituciones filtran para ver cómo reacciona la ciudadanía.

Se generó revuelo. El asunto se debatió en el Pleno municipal a finales de enero. Los votos de la coalición de Gobierno (PNV-PSE) y del PP sirvieron para rechazar una enmienda de EH Bildu, apoyada por Elkarrekin Podemos, que pedía descartar el proyecto por motivos medioambientales.

«No hay nada concretado»

La polvareda se mantiene, y la semana pasada se presentó la plataforma ‘Antondegi berdea-Olatuak itsasoan’, que agrupa a colectivos naturalistas, la ONG Surfrider Foundation y el movimiento vecinal Bizilagunekin.

«No hay nada más que una infografía, no hay ni medio plano», explica a NAIZ Juan Mari Beldarrain, del grupo ecologista Eguzki, para situar el estado del proyecto. «El Ayuntamiento tenía pensadas no sé cuántas hectáreas para viviendas, y ahora le ha dado unas vueltas y quiere dedicar unas hectáreas a un proyecto relacionado con el deporte, pero aún no hay nada concretado», confirman desde Wavergarden, que es la empresa interesada.


Oficinas de Wavegarden en Aizarnazabal. (Maialen ANDRES / FOKU)

Fuentes municipales consultadas por NAIZ han detallado el borrador con el que se está trabajando. El actual Plan General refleja que Antondegi cuenta con 98 hectáreas, de las cuales 68 están calificadas para vivienda y 22 a actividades económicas.

El nuevo Plan General, que «no estará aprobado hasta al menos dentro de dos años», pretende anular el proyecto de viviendas, incrementará en diez el número de hectáreas para actividades económicas ante un potencial crecimiento del Polígono 27, dejará 54 tal y como están ahora y destinará seis para un equipamiento deportivo ligado al surf, que desde el Consistorio presentan como un deporte al auge en cuanto al número de practicantes y en el que Donostia se encuentra bien posicionada como destino.

Traslado por falta de espacio

Wavergarden lleva alrededor de una década instalada en una parcela junto al río Urola, en el término municipal de Aizarnazabal. Su fundador y CEO, Josema Odriozola, y su ‘proyect manager’ (director de proyectos), Javier Larraya, recibieron a NAIZ hace unos días para explicar de primera mano a qué se dedican.

El pilar de su actividad es la ingeniería, el diseño de máquinas capaces de generar olas a demanda para la práctica del surf. «¿Quieres una sencillita de iniciación?», preguntan. Y con pulsar un botón el agua de su laguna –así la denominan– se eleva ligeramente desde una esquina para formar una pequeña ola. «¿Quieres un tubo?». Ahí lo tienes, con la cresta curvándose. Hasta 1.000 olas por hora si hace falta, aseguran.

El negocio les va bien, trabajan unas 60 personas, han exportado su tecnología a lugares como Corea del Sur, Australia, Suiza, Escocia o Brasil, y tienen numerosos pedidos en el horizonte. No tienen reparos en reivindicarse como la firma número uno del mundo en su sector. Y en este contexto de éxito llega el ‘problema’. «Necesitamos movernos, cambiar de sede, la que tenemos en Aizarnazabal se ha quedado pequeña», apuntan.


Laguna en la que actualmente Wavegarden prueba sus productos. (Maialen ANDRES / FOKU)

Y surge la posibilidad de trasladarse a Antondegi, donde «podríamos construir una sede totalmente integrada en el terreno. Veremos qué sucede, porque tendría que salir a concurso. Lo primero que tendría que hacer el Ayuntamiento es cambiar su Plan General. Consideramos que Wavegarden es un proyecto interesante para Donostia, que genera PIB y puestos de trabajo». Pero tampoco se cierran a otros emplazamientos, en la propia ciudad o fuera.

Financiación, necesidad, objetivos…

Desde la plataforma ‘Antondegi berdea-Olatuak itsasoan’ tienen claro que «harán un concurso a medida, ¿cuantas empresas que hagan olas hay?», y lo comparan con la concesión de la plaza de toros de Illunbe a la familia Chopera. Aunque en este caso, la empresa asegura que «la financiación sería privada al 100%, la promotora sería Wavegarden. Sería un proyecto de sede para nosotros, no para un cliente».

Las fuentes municipales con las que ha hablado NAIZ subrayan que legalmente no se puede adjudicar el terreno ‘ad hoc’ y que por tanto estará abierto a cualquier propuesta que cumpla las condiciones –en cuyo caso se abriría un concurso–, si bien reconocen que han mantenido conversaciones con Wavegarden.

«Nuestra oposición se centra en dos motivos. La primera es que esa instalación no es necesaria. Los surfistas jamás lo han demandado y esa misma instalación ya existe en Aizarnazabal y ni el 1% de los surfistas guipuzcoanos ha tenido la oportunidad de catar esa ola», apunta Juan Mari Beldarrain.

Xavier Curto, de Surfrider Fundation, puntualiza que «hay surfistas que han venido a decirnos que no lo consideran necesario, pero tampoco sabemos qué piensan todos los surfistas de Donostia. Hay que cambiar el chip, hay que cambiar hábitos y reducir. Siempre hay que fabricar más, atraer más turistas… igual es el momento de frenar un poco. Creemos que no es necesario, pero nos gustaría saber qué piensa la gente», por lo que resalta la importancia de que haya información transparente y un debate público. Esta ONG fue fundada en Biarritz en 1990 y  cuenta con cerca de cincuenta grupos locales en Europa enfocados en tres áreas: cambio climático, basuras marinas y calidad del agua.

Wavegarden responde que sus actuales instalaciones no están abiertas al público, son un laboratorio de I+D para probar su tecnología. Si dan el salto a Donostia, con la ampliación, sí tienen en mente destinar una parte a ser una alternativa de ocio para familias o lugar de entrenamiento para deportistas.


Demostración a cargo del surfista zarauztarra Asier Iriondo. (Maialen ANDRES / FOKU)

En este punto salta a la palestra la palabra ‘elitista’. Los representantes de Wavegarden niegan la mayor. No dan cifras concretas, pero subrayan que «nos comprometemos a establecer precios análogos a otros deportes de la zona para público recurrente. Queremos que venga quien quiera, con precios económicos, bonos mensuales o anuales… Que puedas meter a tu hijo a surfear en el agua sabiendo que no se va a ahogar, porque está en un entorno seguro. Y que las federaciones tengan un sitio en el que entrenar».

Asimismo, reivindica el papel social de este deporte y destaca su colaboración con asociaciones como Kind Surf, una ONG dedicada a jóvenes que se encuentran en situaciones desfavorecidas o con discapacidad. 

Valor ornitológico y paisajístico

Como segundo argumento, Beldarrain remarca que Antondegi es «un lugar de alto valor paisajístico y de bastante valor en cuanto a la biodiversidad, sobre todo en el aspecto ornitológico. Hay un montón de aves que nidifican o invernan ahí, y algunas están en el catálogo de especies en peligro. En plena crisis climática, cuando a todo dios se le llena la boca de que hay que preservar el planeta, que el suelo es finito… que ahora de repente arrasen varias hectáreas nos parece desmedido».

Ejemplar de milano real en Antondegi. Se trata de una especie en peligro. (Itsas Enara)

El Ayuntamiento insiste en que el actual Plan contempla 68 hectáreas para viviendas y 0 no urbanizables, mientras que el Plan futuro recoge 0 para viviendas y 54 no urbanizables, y desde un punto de vista mediambiental. «no hay duda de que el balance es mucho mejor. Algun grupo ecologista podrá decir que sería mejor no hacer nada pero… eso supone que en un futuro podría haber 3.000 viviendas».   

Wavegarden asume que «habrá una afección en el terreno», pero indica que sus instalaciones usan el mismo hormigón que aproximadamente un frontón, y que su construcción es 100% desmantelable. «No trabajamos con edificios altos, nuestras actuales oficinas son containers reciclados», ponen como ejemplo.

Además apuntan que trabajan «con arquitectos, paisajistas, con ONG para conocer las especies del lugar, cambiamos lo que haga falta para que todo encaje. Y siempre hacemos una auditoria medioambiental independiente».

Consumo de agua y energía

Otro punto caliente es, independiente del lugar elegido, el consumo de agua y energía que requieren este tipo de instalaciones. El representante de Eguzki subraya que «se da una gran paradoja. Cuando en todo el mundo se está estudiando cómo generar energía a través de las olas naturales, vamos nosotros y le damos la vuelta para gastar energía para crear olas».

Odriozola y Larraya apuntan que su tecnología tiene un consumo muy bajo, y que su objetivo es no solo ser autosuficientes «mediante paneles solares y la energía que generan nuestras propias olas», sino incluso producir más de lo que gastan.

En cuanto al agua, explican que las únicas pérdidas son las que se producen por evaporación, ya que el líquido está en un circuito cerrado. «Nuestro consumo anual es inferior al de una piscina olímpica», apuntan. La propia generación de olas mueve el agua para oxigenarla y se depura con diferentes procesos.

Beldarrain remarca que «tanto en Aizarnazabal como en los cuatro proyectos que nosotros conocemos que han construido, en ninguno hay placas fotovoltaicas, molinos eólicos… no hay nada. Y ahora de repente va a ser todo sostenible, lo van a limpiar todo, es de Walt Disney».