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La Euroliga planea cerrar su competición para la campaña 2023-2024 y eliminar la Eurocup

Imitando a la NBA, la Euroliga pretende terminar con el sistema de Licencias y en base a criterios deportivos, con la salvedad de invitar a algún club en caso de que alguno de los fundadores presente una mala condición económica.

Jordi Bertomeu y Josean Kerejeta, junto con el alcalde de Gasteiz Gorka Urtaran, en el momento de firmar el acuerdo para la Final Four de 2019. (Juanan RUIZ / FOKU)

Según informa la web de «Mundo Deportivo», la Euroliga planea cerrar su competición para la campaña 2023-2024, imitando a la NBA y con la única salvedad de poder hacer de vez en cuando un cambio en sus integrantes en base a su situación económica, como viene sucediendo con el Khimki. Siempre, eso sí, mediante invitación de la propia Euroliga.

Es decir, el criterio deportivo queda a salvo para los clubes presentes en su estructura y pretende eliminar el sistema de «Licencias B y C» actualmente existente para los campeones de la Eurocup y el ganador de algunas competiciones domésticas. De hecho, la información de este medio apunta a que la propia Eurocup va a desaparecer por suponer mucho mayor gasto que ganancia para la Euroliga como estructura.

Por el momento, ni el CEO de la Euroliga Jordi Bertomeu, ha dicho nada al respecto, sin confirmar ni desmentir nada, ni la web de la competición anuncia más que los habituales premios anuales anteriores a la Final Four, como es el Premio alphonso Ford al máximo anotador a Alexei Shved o el Premio al Mejor Defensor a Eddy Tavares.

Por el momento, sabido es que 11 clubes tienen la famosa Licencia A de la Euroliga, lo cual garantiza su concurso cada año: Saski Baskonia, Real Madrid, Barça, Anadolu Efes, Fenerbahçe, Olympiacos, Panathinaikos, CSKA Moscú, Maccabi Tel Aviv, Zalgiris y Armani Milano. Asimismo, AsvelL Villeurbanne y al Bayern Múnich también recibirán Licencia A la próxima campaña.

Aparte de estos 13 clubes, completarán la nómina de 18 participantes en la Euroliga 2021-2022 el AS Mónaco y el Unics Kazan, campeón y subcampeón de la Eurocup, el Alba Berlín, que ha recibido una invitación de dos años por parte de la competición que preside Jordi Bertomeu, el campeón de la Liga Adriática de esta temporada –la final la van a jugar el Estrella Roja y el Buducnost– y un último equipo por invitación, que al parecer será el Zenit de San Petersburgo.

De la meritocracia, al ultracapitalismo

De no haber contraído méritos deportivos suficientes en su momento, ni haber apostado su dinero a favor de esta Euroliga en el momento preciso, equipos como Saski Baskonia no serían lo que son hoy y, de hecho, su acceso a la élite estaría aún más vedado de lo que está hoy, ya que la Euroliga no ha supuesto un mínimo de equivalencia presupuestaria entre los clubes que forman la principal competición continental de clubes.

Ahora bien, si el mérito deportivo y la buena gestión fueron dos de los artífices de quebrar con una FIBA con una ventilación más que urgente de sus despachos allá por el final del siglo XX y el amanecer del Tercer Milenio, los criterios meritocráticos de la cancha, e incluso de los despachos, han ido languideciendo a un saludar el Becerro de Oro. Comprensible, sin duda, para los que ocupan la mesa de la Euroliga, ya que su consolidación supone también consolidar la competición, al menos en teoría.

Todavía más cuando, para arrancar la campaña 2015-2016, la Euroliga y la empresa IMG alcanzaron un acuerdo por 10 años y 630 millones de euros por la gestión comercial y la explotación de los derechos de imagen y de marketing. Un nuevo contrato que impulsó un nuevo formato en la competición con 16 equipos –luego ampliado a 18, y en teoría, con idea de buscar la ampliación hasta 24 participantes– jugando todos contra todos, con más partidos en el calendario, y con nuevos criterios de admisión en una competición en la que los equipos con Licencia A tienen la participación garantizada.

Ya que el resto de equipos tienen el acceso vetado a la próxima campaña de la Euroliga –por ejemplo, Valencia Basket, en el hipotético caso de que ganara la Liga ACB, no tendría plaza en la Euroliga, algo que equipos como el Hapoel Jerusalén (2017), el Le Mans francés (2018) ni el Reyer Venezia italiano (2019) padecieron en su día–, al cerrarse también la puerta de que la Eurocup otorgue la posibilidad de «ascensos y descensos» a los clubes fundadores de la Euroliga, al ver Jordi Bertomeu su puesto como mandamás de la Euroliga en peligro.

La FIBA, al acecho

No es descartable –menciona el citado medio– «que ahora Bertomeu utilice la Eurocup como moneda de cambio para lograr la paz con la FIBA». La FIBA organizó hace algunos años una FIBA Basketball Champions League –la BCL– en el que daba opción a inscribirse a aquellos que renunciaban a su plaza en la Eurocup.

De hecho, Bilbao Basket ha participado en este torneo esta última campaña, por no hablar de los éxitos de clubes como Lenovo Tenerife o San Pablo Burgos –e incluso la Virtus de Bolonia después de superar lo peor de sus penurias económicas de principios de siglo XXI–, resultados que seguramente no hubieran obtenido en la Eurocup. El club castellano, por ejemplo, ha recibido dos inyecciones de un millón de euros en el lapso de siete meses por parte de la FIBA, al proclamarse campeón de las ediciones de 2020 y 2021 de la BCL, lo cual no es ninguna broma para un club de reciente creación y que busca acomodo en la élite –acabó en cuarta plaza la reciente Liga ACB–.

Ante una Euroliga cerrada y sin la «competencia» de la Eurocup, habrá que ver hasta qué punto la FIBA BCL es capaz de hacerse con equipos que en el plazo de tres años van a quedarse fuera de la Euroliga, y cómo queda la relación de fuerzas entre clubes.

Cierto es que la famosa «Superliga» de fútbol, cuya creación ha quedado por el momento suspensa a cuenta de la reacción de los aficionados, especialmente en el fútbol inglés, siempre ha tomado como referencial la Euroliga, al tiempo que la Euroliga tomó en su día la NBA como referencia para su creación y desarrollo, olvidándose paulatinamente del criterio del mérito deportivo.

«No hay margen para que unos pocos distorsionen la naturaleza universal y diversa del deporte europeo», aseguró a cuenta de la creación de la Superliga Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión Europea, que consideraba que «nuestro estilo de vida no es compatible con un deporte reservado a los ricos y poderosos. Debemos proteger nuestro modelo, basado en un equilibrio entre las competiciones nacionales e internacionales y está destinado a garantizar el desarrollo del juego de manera abierta y no discriminatoria».