El castillo de Martzilla, 600 años del hogar de los temibles Peralta y la aguerrida De Velasco
Hace 600 años comenzaba la construcción del castillo de Martzilla, la fortaleza levantada por los temibles Pierres de Peralta, defendida por la aguerrida Ana de Velasco ante la orden de desmoche de Cisneros y que actualmente acoge el Ayuntamiento de la localidad tras ser restaurada hace nueve años.
Mosén Pierres de Peralta, ‘el Viejo’ y ‘el Joven’, y Ana de Velasco son algunos de los personajes históricos que pueblan el pasado del castillo de Martzilla, que cumple 600 años, como ha recordado recientemente la ONCE al dedicarle uno de sus cupones.
Esta fortaleza fue levantada en la primera mitad del siglo XV por Mosén Pierres de Peralta, ‘el Viejo’. Era hijo de García Martínez Peralta y Ana Sancha de Azagra, y fue un fiel colaborador del rey Carlos III el Noble, quien le otorgó los títulos de mayordomo y maestrohostal del rey.
Buena muestra de esos estrechos vínculos con el soberano lo constituye el hecho de que en 1424 le entregó materiales de construcción para el castillo, además de mil ducados de oro.
Posteriormente también fue uno de los nobles cercanos a Juan II, esposo de Blanca de Nafarroa, hija de Carlos III y que le sucedió en el trono en 1425.
Por sus servicios a la corona, se le concedió el título de condestable de Nafarroa y se le otorgaron rentas y villas, entre ellas las de Azkoien (Peralta) y Funes. Unas propiedades que incrementó con las peculiares artes que caracterizaban a los Pierres de Peralta. Así, urdió un complot que le permitió conseguir la expulsión de las monjas de San Bernardo de Martzilla para que sus propiedades cayeran en la órbita de su familia.
«¡Más malo que Pierres!»
Cuando falleció en 1442, le sucedió su hijo Pierres de Peralta, conocido como ‘el Joven’ para distinguirle de su padre homónimo, y del que heredó títulos, posesiones (entre ellas, el castillo de Martzilla) y sus malas artes, que elevó en grado sumo.
Acérrimo defensor del usurpador Juan II como su progenitor, era una especie de doctor Jeckyll y mister Hyde, según el historiador padre Moret, ya que lo califica de «genio galante y cortesano», pero a la vez de «terrible natural y puntoso en extremo». Como muestra de su leyenda de hombre perverso y sin escrúpulos, basta recordar el anatema comparativo navarro que decía: «¡Es más malo que Pierres!».
Llevado de esa mala sangre, ordenó la muerte del obispo de Iruñea Nicolás de Echávarri en noviembre de 1468, porque el prelado defendía a la princesa Leonor en las disputas que mantenía con su padre Juan II, que para entonces ya había acabo con la vida de sus hijos Carlos, el príncipe de Viana, y Blanca.
A pesar de que la muerte del obispo tuvo lugar en Tafalla en plena calle, a lanzazos y era de dominio público quién había acabado con su vida, el rey usurpador protegió a su mano derecha y el único castigo que recibió el temible Mosén Pierres fue de tipo religioso, ya que fue excomulgado. Pero incluso esa pena canónica le fue levantada tras hacer la correspondiente penitencia.
Una parte de ella la debió de pasar de motu proprio en los calabozos del castillo de Martzilla, por donde también habría pasado Blanca, la hermana del príncipe de Viana, antes de ser trasladada al Bearne, donde habría muerto por orden de su padre Juan II a manos de su hermana Leonor y su cuñado Gastón de Foix.
Tras su muerte, su linaje siguió colaborando con el hijo de Juan II, Fernando el Católico, quien, después de conquistar Nafarroa en 1512, recompensó al nieto de Mosén Pierres, Alonso Carrillo, con el título de marqués de Falces.
Al fallecer Fernando de Aragón, el marqués, como hizo el mismísimo conde de Lerín, se movilizó para que los legítimos reyes de Nafarroa, Catalina I y Juan III, recuperaran su trono. Pero la rápida intervención del coronel español Cristóbal Villalba desbarató esa posibilidad al sofocar las revueltas registradas en el reino ocupado y rechazar la ofensiva lanzada desde el norte de los Pirineos por el mariscal de Nafarroa, al que hizo prisionero en Izaba.
La mítica resistencia de Ana de Velasco
Con los españoles controlando de nuevo la situación, el marqués de Falces abandonó Martzilla dejando a su esposa, Ana de Velasco, al mando de la fortaleza y con orden de no entregarla. Entonces se produjo uno de los episodios más recordados de la historia del castillo.
Para garantizarse la sumisión del levantisco reino, el coronel Villalba instó al cardenal Cisneros, regente de España tras la muerte de Fernando el Católico, a derribar las murallas de la mayor parte de las poblaciones de Nafarroa y que las fortalezas que no pudieran controlar directamente los españoles fueran desmochadas, es decir, se les suprimieran sus principales elementos defensivos.
Cisneros dio su visto bueno y uno de los castillos a inutilizar era el del marqués de Falces, que figuraba en la lista negra del coronel Villalba junto al también huido conde de Lerín.
A partir de este punto entra ya la leyenda, ya que hay varias versiones sobre la resistencia de Ana de Velasco ante esa orden. En una de ellas, el protagonista es el mismo coronel Villalba, quien se habría presentado en Martzilla para desmochar el castillo. Ante su llegada, De Velasco colocó la enseña del arcángel San Miguel en la torre del homenaje, izó el puente levadizo y dispuso a la guarnición en las murallas.
Villalba se enfureció ante la resistencia de la castellana y al ver la enseña, habría dicho «¡San Miguel, muy alto estás, pero yo te abajaré!». Al regresar a su hogar, cenó abundante pavo y murió repentinamente, se supone que por indigestión tras haber faltado al arcángel. Pero la historia apunta a que Villalba falleció tras haber compartido mesa con su enemigo el conde de Lerín, al que las autoridades españolas habían perdonado su «desliz» de 1516 para mantenerle de su lado.
En otra versión, el que se presenta ante los muros de la fortaleza con la misma misión de desmocharlo es Hernando del Villar. En lugar de resistirse, Ana de Velasco permite que los soldados entren en la fortaleza y les agasaja con un gran banquete en el que corre el vino en abundancia. Impresionado por el buen trato, Villar le diría a la marquesa que le permitiría salir del castillo con sus pertenencias y servidumbre, a lo que ella le respondería que le concedía la vida, ya que la guarnición había desarmado a los soldados y los tenían a su merced. De esta astuta manera habría salvado la fortaleza.
El historiador Peio Monteano aporta una versión más pegada a la realidad y señala que el que acudió a tomar el castillo fue el virrey de Nafarroa y que Ana de Velasco le impidió entrar al grito de «¡Viva la reina Juana!» de Castilla, ya que ella misma era castellana, de la familia de los condestables de ese territorio, y así demostraba que apoyaba a la sucesora de los Reyes Católicos. Al carecer de artillería con la que afrontar el asalto de la fortaleza, el virrey se retiró y posteriormente el castillo se habría salvado porque los españoles habrían perdonado también los devaneos legitimistas del marqués de Falces, ya que también les interesaba tener de su lado al destacado líder agramontés.
A pesar de ello y de lo que asegura la tradición, el castillo de Martzilla también habría sufrido el paso de la piqueta española, ya que, según apunta el historiador Pedro Esarte, antes de la restauración eran «evidentes las muestras en su fábrica de que fue desmochado».
Tras superar ese crítico momento, el marqués y sus descendientes siguieron conservando la propiedad del castillo nada menos que hasta el año 1976, cuando la Diputación de Nafarroa se lo compró. Diez años más tarde se hizo una primera remodelación del exterior, aunque después de décadas de abandono, al comenzar el siglo XXI presentaba un aspecto ruinoso.
En 2005, el Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana decidió restaurar el inmueble. Las obras comenzaron en diciembre de 2008 y después de más de tres años de trabajos, el castillo había sido completamente restaurado para el 26 de mayo de 2012. Actualmente es la sede del Ayuntamiento de la localidad y alberga también la biblioteca pública, la escuela de música y un salón de actos.
De ladrillo y piedra
El castillo de Martzilla es un impactante ejemplar de fortificación gótica adaptada a la nueva forma de hacer la guerra del siglo XV, con la artillería como principal arma de ataque.
Por ese motivo, aunque cuenta con una base de piedra, el resto de la estructura está hecha de ladrillo, un material que puede parecer menos noble, pero que resultaba más práctico, ya que amortigua mejor que la roca los impactos de los disparos de la artillería, lo que indica los parámetros modernos para la época que se siguieron en su construcción.
Está rodeado de un foso y todavía conserva las dos ranuras para elevar el puente levadizo que protegía la puerta principal. La estructura tiene planta cuadrada con fuertes torreones en los cuatro ángulos, con otros más esbeltos emergiendo en el centro de la mayoría de los muros.
En el interior de la fortaleza destacan la capilla, en la que se conservan unas pinturas del siglo XVI, y el patio de armas, en torno al cual se distribuían las distintas dependencias.
Durante siglos, el castillo custodió varios objetos curiosos. Uno de ellos era la Tizona, una de las espadas del Cid, que habría terminado en poder de Mosén Pierres de Peralta después de que se la entregaran los Reyes Católicos por los servicios que les había prestado. En 1848 fue trasladada a Madrid y en la actualidad se puede ver en el Museo de Burgos.
Además, en la capilla se veneraba una presunta espina de la corona con la que fue crucificado Cristo e incluso «un dinero de los que fue vendido Nuestro Señor», es decir, una de las 30 monedas de Judas, a las que recientemente Álex de la Iglesia dedicó una serie.
El castillo de Martzilla ya no guarda en su interior tan peculiares piezas, pero, ante el visitante, se presenta tan espectacular como en los tiempos en los que recordados personajes históricos vivieron en sus estancias, casi como hace 600 años.