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Fotografías: Diego Herrera

Pobeda, una de las últimas granjas colectivas soviéticas del mundo


Treinta años después de la caída de la Unión Soviética, la República de Moldavia conserva uno de los últimos koljós –granja colectiva soviética– de Europa en Copceac (Gagauzia).

Este pueblo que alberga el koljós Pobeda –en ruso– que significa ‘victoria’ en castellano, se encuentra al sur de Moldavia, en Copceac, dentro de la autonomía de Gagauzia, donde vive la minoría étnica gagaúz, un pueblo de origen turco.

Copceac es considerado el segundo pueblo más grande de Europa con unos 10.000 habitantes. Este pueblo es como una pequeña isla dentro del mapa de Gagauzia, ya que no está conectado con el resto del territorio de la autonomía. La historia de este pueblo se remonta a 1812, cuando la minoría gagaúz vino de Dobruja (Bulgaria) y reconstruyó un pueblo que antes fue poblado por los tártaros. El Imperio Ruso expulsó de estas tierras a los tártaros y los envió principalmente a Crimea.

Gagauzia es una autonomía poblada principalmente por gagaúzos, pero en esta estepa conviven búlgaros, rusos, moldavos y ucranianos. El pueblo gagaúz se trasladó a estas tierras del sur de Moldavia en el siglo XIX. Desde entonces estuvieron bajo el Imperio Ruso, posteriormente Rumania, la Unión Soviética y, finalmente, Moldavia.

Arriba, el molino de la finca colectiva Pobeda.

Fue tras la caída y disolución de la Unión Soviética en 1991 cuando Gagauzia luchó por obtener su propia autonomía, que consiguió en 1994.

Gran parte de la población en Moldavia se dedica a la agricultura y la economía familiar se ha visto deteriorada tras la desintegración de la URSS. El sueldo medio bruto en ATU Gagauzia es de 5.554,9 lei moldavo, unos 259 euros (según datos de 2019). Sin embargo, en el koljoz las realidades son diferentes y muchos de los salarios no llegan a esas cifras.

La palabra ‘koljós’ es una abreviatura de la palabra rusa ‘коллективное хозяйство’ que significa ‘granja colectiva’. Estas granjas colectivas surgieron tras la revolución rusa de 1917 y eran una forma de acabar con los terratenientes y así poder colectivizar la tierra. Poco a poco se fueron creando más y más cooperativas agrícolas en las que los campesinos tenían el derecho al uso de las tierras, pero no eran de su propiedad.

Una trabajadora vende pan en Copceac.

Antes de la caída de la Unión Soviética existían alrededor de 27.000 granjas colectivas entre todas las repúblicas que lo formaban. La República Socialista de Moldavia contaba con 372 de esas granjas. En estas ricas tierras negras de Moldavia los koljós cultivaban alrededor de 1,8 millones de hectáreas y tenían 1.162.000 cabezas de ganado. Hoy en día la granja colectiva Victoria es la única en Europa y solo otro koljoz en Azerbaiyán sobrevive en el espacio exsoviético.

Este koljós comenzó su actividad en 1947 en la producción de hortalizas, cereales, vino, fruta y en el criado de ganado ovino, porcino y vacuno. A su vez se formaron otras tres granjas colectivas. En 1949 la granja colectiva Victoria tenía 55 cabezas de ganado, 29 cerdos, 154 aves, 69 ovejas, 62 caballos y ninguna maquinaria.

En 1953, Tabunshchik Dmitry Afanasievich, director del koljós Victoria fue quien consiguió que esta granja fuera líder en la zona con la obtención de grandes cosechas. Fue entonces cuando tres granjas se unieron en lo que hoy todavía se conoce como koljós ‘Pobeda-Victoria’. Esta vez bajo la dirección de Angelchev Sidor se construyó en Copceac el cine, la Casa de la Cultura, el edificio de la dirección de la granja colectiva, el estadio y una nueva escuela. A lo largo de su historia esta granja fue creciendo y aportando trabajo y bienes sociales al pueblo de Copceac.

Junto estas líneas, varias trabajadoras del koljós elaboran pan en su propia panadería.

Tras la jubilación de Angelchev, la granja pasó a ser dirigida por Tabunshchik Georgiy, que anteriormente había trabajado como jefe agrónomo. Introdujo un sistema de cultivo con base científica, la rotación de los cultivos forrajeros, que fue el impulso para el desarrollo de la ganadería, especialmente la lechera.

En su momento más álgido esta granja colectiva llegó a tener 3.000 trabajadores que se encargaban de la crianza de 3.500 vacas, 2.500 cerdos, 6.000 ovejas y tres colmenares. En la actualidad, la producción ha disminuido considerablemente: cuentan con aproximadamente 300 trabajadores que se ocupan de 400 vacas, 170 cerdos y 600 ovejas. Esta granja posee 6.700 hectáreas. La uva, uno de los bienes más preciados de Moldavia, supone 179 hectáreas del total que tiene el koljós y en el año 2020, debido a la sequía, recolectaron una tonelada, la mitad que el año anterior, pero de más calidad. Sin embargo, los cereales es la parte que más ocupa en el koljós con 3.000 hectáreas aproximadamente.

El pueblo se abastece con la producción del koljós y permite que la economía de las familias –dentro de la precariedad de salarios– se mantenga. Además, la granja es uno de los mayores contribuyentes en el presupuesto de la localidad. En 2018 aportó un 4,5% del presupuesto municipal.

Nikolai, un joven de la granja colectiva Victoria.

Aportaciones

El paso de la historia no ha cambiado mucho en estas tierras del sur de Moldavia. El koljós conserva prácticamente toda la maquinaria y arquitectura de la época comunista, aunque su trabajo haya disminuido. El conservar una granja colectiva soviética fue un problema para los representantes del Gobierno en Moldavia en 2016. La coalición Alianza para la Integración en Europa, con Pavel Filip a la cabeza, tenía cierto carácter rupturista con el pasado soviético y de acercamiento a la Unión Europea. Según ellos, en un país europeo no hay lugar para las formas soviéticas de gestión económica y se debía liquidar el koljós.

Sin embargo, el aporte social y económico que esta granja da a Gagauzia y al pueblo de Copceac jugaron un papel fuerte de cara a las intenciones de los representantes del Gobierno. El pueblo se negaba a la disolución de la finca y tuvieron el apoyo de las autoridades del Gobierno de Gagauzia.

Un trabajador dando de comer a los cerdos.

En 2020, Nikolai Dragan, director de la granja colectiva Victoria y diputado de la Asamblea de Gagauzia, declaró: «En 2016 la Cámara de Registro de Moldavia presentó una demanda en contra de la granja colectiva solo porque somos una finca colectiva, ya que no existe tal forma de propiedad». A la granja solo le quedaba o modificar los estatutos o desaparecer. En este sentido, la Cámara de Registro sugirió cambiar los estatutos del koljós Victoria y así se hizo en marzo de 2020.

Dragan, director de la finca colectiva, afirmó que no había forma de realizar una reunión con los agricultores con motivo de la cuarentena. En consecuencia, se recogieron 4.000 firmas para modificar los estatutos. Nikolai Dragan afirmó: «Esta granja colectiva la crearon nuestros padres y no vamos a cambiar el objetivo que es dar trabajo y dar beneficio al pueblo de Copceac».

Desde 2009, la granja colectiva no ha recibido subvenciones por valor de 30 millones de lei (1,3 millones de euros) que otras granjas sí han recibido, y gracias a estos cambios accederán a estas ayudas estatales.

Illia, ingeniero agrónomo, que lleva casi 25 años en la granja.

Continuidad en peligro

Los trabajadores son en general población de mediana edad o envejecida, en palabras de Illia, ingeniero agrónomo que lleva trabajando 24 años en la granja: «Los jóvenes no quieren trabajar aquí por salarios tan bajos, la mayoría se va a Alemania, Turquía o Rusia a trabajar unos meses y luego vuelve a Copceac, otros ni siquiera vuelven». Afirma que es fácil identificar a los vecinos que trabajan fuera de Moldavia, vuelven con un buen coche y realizan reformas en sus viviendas.

No quiere decir que el lujo brille por sus calles. Los que abandonan estas tierras lo hacen por necesidad y por obtener un salario digno que les permita al menos poder vivir con una cierta comodidad y que sus hijos/as puedan estudiar. El paisaje urbano de Copceac es de pequeñas casas con sus pequeños huertos y cuadras que les permiten cultivar y criar lo que van a comer durante todo un año.

Introduciendo una barrica de vino en la bodega.

Caminando por los rincones de esta vieja granja colectiva soviética me topé con Nikolai, el mayor de siete hermanos, que trabaja allí desde hace apenas un año. Este joven, con una mirada derrotada y sin esperanza, me confiesa: «Tengo 22 años y estoy trabajando aquí por 2000 lei (100 euros), que no son suficientes para mantener a mi familia, quiero ir a Alemania, pero con la pandemia la situación es complicada». En la familia de Nikolai solo trabajan él y su madre, y el dinero no alcanza. Él no tuvo la posibilidad de ir a la universidad porque su familia no podía permitirse ese gasto. En contraposición he conocido a moldavos jubilados que vivieron en la época soviética y sí que tuvieron la posibilidad de estudiar. Una oportunidad que a Nikolai le han arrebatado.

El koljós Victoria supone un importante valor económico, social e histórico para Copceac y para Gagauzia. Sin embargo, el acercamiento a Europa de la nueva presidenta de Moldavia, Maia Sandu, más la victoria de la candidatura proeuropea PAS (Partido Acción y Solidaridad), con Ion Grosu a la cabeza, en las elecciones parlamentarias moldavas, podrían poner en peligro a la granja colectiva, una vez más.