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Hay soluciones al cambio climático, pero hacen faltan «valor y solidaridad»

A estas alturas del siglo XXI, la ciudadanía en general y los gobiernos asumen que el calentamiento global pone en riesgo al conjunto de la humanidad. También hay coincidencia entre ecologistas y autoridades sobre la urgencia de tomar medidas. ¿Que hace falta, entonces, para ponerse manos a la obra?

Un residente en la isla griega de Eubea hace un gesto mientras sostiene una manguera durante un intento de extinguir uno de los muchos incendios forestales que están afectando en los últimos días al Mediterráneo oriental. (Angelos TZORTZINIS | AFP)

«Si unimos fuerzas ahora, podemos evitar una catástrofe climática. Pero, tal y como muestra el informe de hoy, no hay tiempo para retrasos ni espacio para excusas». Este es el mensaje que António Guterres, secretario general de la ONU, lanzó este lunes en su valoración del informe presentado por el Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).

Las conclusiones recogidas en este documento no han resultados sorprendentes a la luz de los trabajos científicos publicados en los últimos años: «Confirma lo que ya sabemos por miles de estudios e informes previos, que estamos en una emergencia», según indicó la joven activista sueca Greta Thunberg.

Es más, también «las soluciones están claras», como subrayó Guterres, y casi todo el mundo da por hecho que «no existe un Plan B», como incidió la ONG Oxfam Intermon.

Pero los expertos del IPCC de Naciones Unidas advierten de que, si se mantiene el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura global aumentará 2,7 grados centígrados a finales de este siglo. Y ese dato queda muy lejos del límite del 1,5° C marcado en el Acuerdo de París, que fue adoptado en 2015 por la mayoría de gobiernos estatales y que, según afirma oficialmente la ONU, «entró en vigor el 4 de noviembre de 2016».

Hambre, fuego e inundaciones

Si de nuevo ha quedado constatada científicamente la negativa evolución global de la contaminación y si se conocen las soluciones que se pueden implementar desde ya para al menos mitigar su impacto sobre la vida en el planeta, ¿qué es lo que impide aproximarse a los objetivos que todo el mundo, o casi, dice compartir?

Lo que hacen falta es «solidaridad y valor» para actuar, en especial por parte de las naciones más ricas y de los grandes emisores de gases de efecto invernadero. La reflexión es del propio secretario general de la ONU.

Más afilada fue la valoración que realizó la responsable de política climática de Oxfam, Nafkote Dabi. «Ante un mundo que en parte se quema, en parte se ahoga y en parte se muere de hambre», la «industria mundial» debe dejar de utilizar las energías fósiles (petróleo, gas y carbón) para pasarse a las renovables; «los gobiernos deben usar la ley para imponer este cambio con urgencia»; y «la ciudadanía debe utilizar su propio poder político y sus comportamientos para impulsar a las grandes corporaciones y gobiernos contaminantes en la dirección correcta».

Guterres, quien se mostró convencido de que el informe del panel de expertos es un «código rojo para la humanidad», también se sumó a las voces que apelaron a la necesidad de tomar medidas inmediatas y más ambiciosas para frenar el calentamiento global. Por tanto, señaló que esta señal de alarma «debe significar el fin del carbón y los combustibles fósiles antes de que destruyan el planeta».

«La viabilidad de nuestras sociedades depende de que los líderes de gobiernos, negocios y la sociedad civil se unan en apoyo de políticas, acciones e inversiones que limiten la subida de las temperaturas a 1,5 grados» señaló Guterres, quien no tuvo reparos en calificar el documento del IPCC de «código rojo para la humanidad».

Una amenaza de la que «nadie está a salvo», como resaltó Oxfam. «Las personas con dinero y poder podrán comprar algo de protección contra los efectos del calentamiento global durante más tiempo que las personas sin esos privilegios y recursos, pero no para siempre –comentó Dabi–. Este informe deja claro que nos encontramos en una etapa en la que la autoconservación será un proceso colectivo o será un fracaso».

Y para esa ONG está claro que no toda la gente tiene la misma responsabilidad en lo que está ocurriendo: «El uno por ciento más rico de las personas del mundo, aproximadamente 63 millones de personas, es responsable de más del doble de contaminación de carbono que los 3.100 millones de personas que constituyen la mitad más pobre de la humanidad». 

Promesas y credibilidad

La mayoría de los gobiernos –especialmente los de las principales potencias económicas occidentales– reaccionaron en línea con las declaraciones realizadas por el secretario general de la ONU. Pero sus promesas no convencen a algunas organizaciones medioambientales.

«Los mismos gobiernos que han ignorado el Acuerdo de París no nos salvarán», enfatizó el movimiento Extinction Rebellion. «Solo la resistencia civil puede hacerlo», agregaron estos activistas en Twitter, mientras que los jóvenes de Fridays for Future se mostraron dispuestos a «luchar más duro que nunca».

Por su parte, Greenpeace adelantó el uso práctico que hará de las conclusiones de este documento. «No vamos a permitir que este informe se archive ante la pasividad de los gobiernos; al contrario, lo llevaremos a los tribunales para exigir justicia climática».

En su opinión, el IPCC «ha proporcionado más pruebas para responsabilizar directamente a la industria de los combustibles fósiles y a los gobiernos por la emergencia climática». «Esta es la última generación de líderes mundiales a los que los científicos advierten sobre la gravedad de la crisis climática: no pueden permitirse el lujo de ignorarlos como han hecho los anteriores», puntualizó Greenpeace.

Por recoger solo dos valoraciones de los gobiernos a los que emplazaron estas ONG, cabe destacar las de Estados Unidos y Gran Bretaña.

El Gobierno de Joe Biden comentó que el informe de los expertos demuestra que ya hay una «crisis» y reclamó esfuerzos compartidos a políticos, empresas y ciudadanos, asumiendo que es necesario actuar con «urgencia».

En un comunicado, su secretario de Estado, Antony Blinken, declaró que es «esencial» que todos los países, «en particular las grandes economías», colaboren para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 1,5 grados.

La declaración de Boris Johnson, que será el anfitrión de la COP26 en Glasgow, quedó más redonda: «Sabemos lo que debemos hacer para limitar el calentamiento global: pasar página al carbón y movernos hacia fuentes de energía limpias, proteger la naturaleza y proporcionar finanzas climáticas para los países en primera línea».

El «factor humano» ha provocado ya efectos irreversibles en siglos

El documento presentado este lunes es la contribución del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) a su sexto Informe de Evaluación (AR6). Este equipo analiza las bases científicas del cambio climático. Hay otros dos grupos de trabajo: el II se centra en impactos, adaptación y vulnerabilidad; y el III, en propuestas para mitigar el cambio climático.

El informe, elaborado por 234 autoras y autores de 66 estados, constata que la temperatura global ya es 1,10 grados centígrados más alta que en la era preindustrial tomando como referencia la media del periodo 1850-1900, y que «el factor humano» es el mayor responsable de esa subida, ya que le atribuye 1,07 grados.

En el texto se asevera que el ser humano ha tenido un rol «innegable» en el calentamiento de la atmósfera, el océano y el suelo, y que esta subida de temperaturas no tiene parangón en los últimos 2.000 años.

Los expertos advierten de que, si se mantiene el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura aumentará 2,7 grados a finales de siglo. Según sus cálculos, la actual concentración en la atmósfera de dióxido de carbono (CO2) supera las 410 partículas por millón, la mayor tasa de los últimos dos millones de años.

El informe asume que, si se cumplen los objetivos del Acuerdo de París, la reducción de emisiones no tendría efectos discernibles en la temperatura global hasta pasadas unas dos décadas, aunque los beneficios en la contaminación atmosférica se notarían antes, en cuestión de pocos años.

Concluye también que muchos efectos del calentamiento global, especialmente en los océanos y las zonas polares, «son irreversibles para los próximos siglos o milenios».

En la hipótesis óptima, alcanzando la neutralidad de carbono (cero emisiones netas) a mitad de siglo, el aumento de temperatura sería de 1,5 grados en 2040 y de 1,6 en 2060 e incluso bajaría a 1,4 grados a final de siglo.

Pero en el escenario más pesimista, en el que las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero se doblaran a mediados de siglo, el incremento de temperatura del planeta podría alcanzar niveles catastróficos de alrededor de 4 grados en 2100.