El cielo de Tokio se ilumina con la llama tricolor del movimiento paralímpico
La llama tricolor del movimiento paralímpico ha iluminado el cielo de Tokio durante la ceremonia de apertura de unos Juegos que no cuentan con la participación de deportistas afganos, homenajeados en la gala, pero sí con un equipo de refugiados que ha abierto el desfile.
Sin público en el estadio por las estrictas medidas de seguridad para hacer frente a la pandemia del Covid-19, los pocos asistentes a la ceremonia de los Juegos Paralímpicos han podido disfrutar de una historia desarrollada en un aeropuerto y con las alas de los aviones como protagonistas, como metáfora del impulso que mueve a los deportistas con discapacidad a cosechar éxitos extraordinarios en sus vidas.
La bandera japonesa, que ha lucido durante toda la gala en un lugar privilegiado cerca del pebetero, ha sido llevada hacia el centro del estadio por seis destacados deportistas paralímpicos (Miki Matheson, Mineho Ozaki Taiyo Imai, Erina Yuguchi, Kaori Icho y Lucha Takumi Asatani) al compás de la melodía de piano de Nobuyuki Tsujii, un joven pianista ciego que ya ha actuado en el Carnegie Hall de Nueva York. Después, Hirari Sato ha sido la encargada de poner voz al himno japonés.
Ese momento musical ha dado paso a la entrada en escena de una hélice gigante que ha ido enviando globos rojos, verdes y azules desde tres direcciones, mientras unos bailarines de danza contemporánea, dirigidos por Kaiji Moriyama, se movían con las ráfagas de viento.
378 fuegos artificiales, también de tres colores, han cambiado la sintonía del guión a la electrónica para empezar el desfile de los 162 países participantes en estos Juegos, tres más que en Río de Janeiro, incluidos Paraguay, Bután, Maldivas y las islas caribeñas de Granada y San Vicente y las Granadinas, que debutan en el mayor evento mundial del deporte de personas con discapacidad.
Homenaje a la ausencia de Afganistán
Los primeros en desfilar han sido los seis integrantes del equipo de refugiados, el nadador afgano Abbas Karimi, tres sirios (el nadador Ibrahim Al Hussein, la lanzadora Alia Issa y el piragüista Anas Al Khalifa), el taekwondista de Burundi Parfait Hakizimana y el lanzador de disco iraní Shahrad Nasajpour.
La delegación afgana, que no ha podido estar presente en Tokio debido a la crisis migratoria y política que está sufriendo el país tras la llegada de los talibanes a la capital, Kabul, no ha caído en el olvido. El Comité Paralímpico Internacional ha querido tenerlos presentes luciendo su bandera en señal de solidaridad con sus deportistas y un voluntario ha sido el encargado de desfilar con ella.
Esa explosión de color que ha supuesto el desfile ha seguido con otra en la que varios artistas disfrazados se han dejado llevar por el movimiento de la escenografía realizada por Yohei Taneda, director de arte de la película 'El mundo secreto de Arriety' y que ha trabajado con el estudio Ghibli.
Los discursos institucionales los ha abierto Seiko Hashimoto, presidenta del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que ha puesto en valor el protagonismo de Tokio como la primera ciudad de la historia que celebra dos veces estos Juegos tras hacerlo por primera vez en 1964.
Las guitarras eléctricas también han tenido su protagonismo en la ceremonia con la actuación de un cuarteto de rock que ha liderado Tomoyasu Hotei, uno de los guitarristas japoneses más famosos, autor de la canción 'Battle Without Honor Or Humanity' para la película 'Kill Bill' de Quentin Tarantino.
El broche final lo ha puesto el encendido del pebetero. Kuniko Obinata, triple medallista en esquí alpino, Takeuchi Mashiko, exjugador de tenis de mesa y medallista de oro en Tokio'64, y Mayumi Narita, ganadora de quince oros en natación, han entrado al estadio portando tres antorchas, que se las han dado a tres ciudadanos anónimos. Estos, a su vez, se las han entregado a los deportistas paralímpicos Yui Kamichi (tenis), Shunsuke Uchida (boccia) y Karin Morisaki (halterofilia), que han sido los encargados de subir los últimos metros, en sus sillas de ruedas, para encender el pebetero, que ha iluminado el cielo de Tokio con un chispazo provocado por mil fuegos artificiales.