‘El empleado y el patrón’ lleva a la gran pantalla el universo rural uruguayo
Manuel Nieto describe ‘El empleado y el patrón’ como una «película de personajes». Reconoce que la lucha de clases y las relaciones laborales están ahí, pero remarca que eso no es lo importante de la historia.
Con una mezcla de actores profesionales y no profesionales, Nieto se embarcó en el proyecto de «perseguir el universo rural», de contar una historia lejos de la ciudad, en la que se hablara de las diferencias sociales pero sobre todo que fuera una película de personajes, explica.
«La gente la va a ver con la idea que genera el título sobre la lucha de clases y no va a salir decepcionada porque está, pero es sobre todo una película de personajes», insiste el realizador sobre su tercer largometraje tras ‘La perrera’ (2006) y ‘El lugar del hijo’ (2013).
Una película que empezó a gestarse a partir del anterior trabajo del director, ‘El lugar del hijo’. «Me quedé con muchas ganas de seguir con esos tonos, con personajes noveles, con una historia que se desarrollara en un universo rural».
«Quería irme de la ciudad y descubrir cosas, lugares y gentes nuevas», explica Nieto, que añadió a la ecuación el tema de la paternidad, que es nuevo en su cine.
Ha tenido tres hijos desde su anterior película y este hecho le ha llevado a reflexionar sobre la paternidad, muy presente en el filme, ya que los dos protagonistas acaban de ser padres.
Son el empleado y el patrón del título: Carlos (el debutante Cristian Borges) y Rodrigo (Nahuel Pérez Biscayart, uno de los actores argentinos actuales con mayor proyección internacional), que mantienen una relación cercana pero a la vez distante.
Ambos son jóvenes, se enfrentan a sus primeras responsabilidades laborales, pero la distancia social que les separa se va haciendo cada vez más evidente.
Nieto eligió de forma expresa a intérpretes locales, sin ninguna experiencia –algo habitual en su cine–, para los papeles de los empleados y a profesionales de la actuación para los jefes.
Una decisión que buscaba aumentar aún más el contraste social entre los dos grupos de personajes porque considera que si los papeles de los empleados los hubieran hecho actores profesionales «hubiera resultado muy caricaturesco».
A Nieto le gusta mucho trabajar con gente que no ha tenido relación con la actuación porque trabajan desde su propia emoción. «Una vez que se adaptan a no mirar a la cámara y a hacer lo que les pides, funcionan muy bien porque se vuelven muy precisos».
A su lado, Cristian Borges, el empleado del título, un joven de 18 años de Minas de Corrales (norte de Uruguay), uno de los lugares en los que se rodó la película, domador de caballos y sin ninguna experiencia previa en el mundo del cine.
Lo que más le ha sorprendido es la cantidad de gente que se necesita para hacer una película y se muestra encantado con todo lo que rodea al filme, incluido el hecho de haber cogido un avión por primera vez para viajar a Donostia, aunque no esté Jean-Claude Van Damme, su actor favorito.
La película, que clausura este jueves por la noche la sección Horizontes Latinos, ha sido un proyecto de casi seis años que empezó en 2015 con la primera idea para pasar luego por una dura fase para encontrar financiación, que duró desde 2016 a 2018, antes de rodar en 2019 y, tras obtener el Premio Egeda Platino Industria en la edición de 2020 de Donostia, pudo finalizar su posproducción.
La pandemia añadió un poco más de espera al proyecto, pero el realizador asegura que vino bien ese tiempo extra para poder trabajar más pausadamente en esa posproducción.
Es duro, reconoce Nieto, que trata de ponerle humor y se ríe al asegurar que aún se debe dinero a sí mismo ya que también es productor de la película.
Tras pasar por un desinflado mercado de Cannes, espera que su exhibición en Donostia le abra las puertas a una mayor distribución y que la película se pueda ver en salas, que es para donde está concebida.