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Entrevue
Gonzalo Fornos
Presidente de AERCE Euskadi

«2022 va a ser el año de los deberes, porque solo no va a salir»

Gonzalo Fornos, director de Procurement & Operations en LKS Next, (Corporación Mondragón), es vicepresidente de la Asociación Española de Profesionales de Compras, Contratación y Aprovisionamientos (AERCE), y su responsable en la CAV. Los aprietos en las cadenas de suministros les afectan de lleno.

Gonzalo Fornos Basarrate. (NAIZ)

Los responsables de compras y aprovisionamiento de las empresas han vivido –y sufrido– en primera línea el bloqueo de muchas cadenas de suministro, hasta el punto de ver tocado de muerte un sistema de producción global al que se le han visto las costuras.

¿Qué tal ha sido el año?

Horrible. Un comprador debe preguntarse qué compra, cuánto, a quién, a qué precio y cuándo. Cuanto mejor conozca a los proveedores y cuantas mayores alternativas tenga, más fácil será su vida. Pero para todo eso necesita información, y esa información ahora es mala. Eso hace que los responsables de compras estén comprando un poco más, por si acaso. Antes se hablaba del famoso sistema just in time de Toyota. Ahora quizá hablemos del just in case.

¿Qué es el ‘just in time’? ¿Cómo era la vida antes de la pandemia?

Significa, fundamentalmente, que una empresa fabrica de acuerdo a una planificación determinada y dice: mañana voy a fabricar diez, y para eso necesito 25 unidades de un componente. No quiero 26 y no quiero que me lleguen hoy para tener que guardarlos en un almacén y tener que moverlos mañana otra vez. Quiero que me entren mañana justo a mi línea de producción.

«Ahora nadie te puede garantizar para mañana lo que necesitas. Entonces, compro más por si acaso, y con más tiempo. Hemos pasado del ‘just in time’ al ‘just in case’»

Esto se ha acabado. El mundo ya no es un lugar tan seguro para los profesionales de compras.

Exacto, porque ahora nadie te puede garantizar para mañana esas 25 unidades. Las cadenas son tan largas que pueden pasar muchas cosas. Entonces compro 30 por si acaso y lo compro con tiempo, no vaya a ser que pase algo. Eso es el just in case. Hay una cosa muy importante que está pasando, y es el desacompasamiento entre la oferta y la demanda. No hay racionalidad. Todo el mundo compra por si acaso, y lo hace de forma bastante errática y poco estable.

«La industria vasca, como otras, tomó la decisión de deslocalizar parte de la producción. Se hizo para mejorar la competitividad, pero ahora se ha visto que las cadenas tan largas y lejanas resultan muy expuestas» 

¿Cuál es la parte estructural de los problemas actuales?

En términos médicos, tenemos una enfermedad crónica a la que ahora se le han sumado varias enfermedades coyunturales para desembocar en una tormenta perfecta. Las cadenas de producción que tenemos son muy largas y muy lejanas. En su momento, la industria vasca, como muchas otras, tomó la decisión de deslocalizar y, a veces, subcontratar, parte de la producción a otros países. Se hizo para mejorar los índices de competitividad de los productos que hacíamos, pero ahora se ha visto las cadenas tan largas y con tanta subcontratación son muy expuestas a factores difícilmente controlables.

A esto se suma el hecho de que esa producción externalizada se concentra en pocas manos. Se habla mucho de los semiconductores, que se fabrican básicamente en Taiwán, China y Corea del Sur. Una afección en cualquiera de esos países afecta muchísimo a la automoción, que supone el 18% de la economía. Pero el problema no son solo los chips, una bicicleta que te podía llegar en pocas semanas, ahora tarda hasta 12 meses porque faltan los pedales o la cadena. Esto hace que la gente eche mano de lo que hay, que se compre de segunda mano o se vaya al renting. Estas cosas están afectando también a cómo la gente consume.

«En España hubo una fabrica de chips que fue cambiando de manos hasta cerrar. Mientras Europa miraba a otras cosas, Taiwán, Corea del Sur o China se pusieron las pilas» 

¿Cuándo se perdió ese tren?

Europa lo perdió hace ya 20 años. En España hubo una fábrica de chips en Tres Cantos, que fue cambiando de manos hasta cerrar. Hubo una falta de previsión, mientras mirábamos a otras cosas, países como Taiwán, Corea del Sur o China se pusieron las pilas. EEUU, que tiene más recursos y toma las decisiones más rápido, ha llegado a un acuerdo con Intel y ha comprometido casi 40.000 millones de dólares para construir dos plantas en EEUU. En Europa vamos a otro ritmo. Hace tres o cuatro meses se estaba hablando de una inversión de 800 millones de euros, y una fábrica de estas cuesta 12.000 millones.

«En el País Vasco la solución no pasa tanto por instalar nueva capacidad productiva, sino en hacernos fuertes en el diseño de estos componentes. Las inversiones son más livianas y somos muy buenos en eso» 

En estas escalas, ¿a qué puede aspirar un país pequeño como el nuestro?

Yo aquí tengo una reflexión. Tenemos que pensar que la solución no pasa tanto por instalar nueva capacidad productiva, sino por hacernos fuertes en el diseño de estos componentes, en la utilización de la tecnología para encontrar nuevos usos. Ahí las inversiones son mucho más livianas y nos pondría a la vanguardia. Y somos muy buenos en eso. Ese tren sí podemos cogerlo todavía, pero hace falta una estrategia decidida en este terreno.

Volvamos a las enfermedades. El alza de los precios está siendo generalizada.

La escasez de producción de materias primas está suponiendo un aumento de precios muy significativo. Y el transporte también está carísimo. Cuanto más lejos está lo que compras, más transporte necesitas, y si la compra está concentrada en pocos proveedores, las rutas se congestionan.

¿Toca volver a casa? ¿Hacer el mundo más pequeño?

Totalmente. Primero hay que pensar qué voy a fabricar y qué voy a comprar fuera. Y en segundo lugar, dónde voy a fabricar. Cuanta menos distancia haya entre fabricación, compra al proveedor y consumo, mucho mejor. Aunque hay matices y variables. Por ejemplo, nosotros fabricamos cosas que se venden en Turquía. ¿Tenemos que acercar la producción aquí para luego llevarla a Turquía? En ese caso igual tiene más sentido tener una fábrica en Turquía para vender allí.

En casa, en cualquier caso, también hay problemas. ¿Ha llegado la hora de modificar el cálculo del precio de la electricidad?

La mitad de la inflación va a depender de cómo vaya el precio de la energía. La metodología para fijar los precios necesita una vuelta, porque estamos pagando muy caro energías renovables, por ejemplo. También el mix energético que tenemos tiene que ser otro debate a dar.

«Si vamos a acortar cadenas de suministros y a producir más localmente, van a hacer falta inversiones y endeudamiento»

¿Qué cabe esperar el 2022?

La economía llega con grandes síntomas de cansancio. Creo que el año 2022 va a ser un año muy complicado, sobre todo en los primeros meses, en los que vendremos afectados por unos índices de precios al consumo muy elevados. Es necesario estabilizar todos los elementos que están afectando al desajuste entre la oferta y la demanda, y eso puede ocurrir en los últimos meses del año, conforme vayamos saliendo de la crisis sanitaria. Entonces puede venir un escenario de estabilización. Para eso, la cuestión del endeudamiento va a ser importantísima. Hará falta que las empresas y los países se endeuden y esto va a estar encima de la mesa, la capacidad de endeudamiento va a ser importante, tanto a corto plazo, para atender a ese just in case, como a medio y largo plazo. Si vamos a acortar cadenas de suministros y producir más localmente, van a hacer falta inversiones y endeudamiento. Y para eso hace falta estar saludable.

No eres del todo pesimista, pero pones muchos deberes encima de la mesa.

El 2022 es el año de los deberes, porque solo no va a salir. Y a riñón de las empresas, de los trabajadores, o de las administraciones públicas, individualmente, tampoco. Cada uno tiene sus deberes.