Educación sexual
Sundance nos encierra en casa con un programa donde a priori destacan Lena Dunham y Sophie Hyde, ambas decididas a aprovechar nuestros espacios seguros para tratarnos de las vergüenzas que pueden minar nuestra vida más íntima.
Lo bueno de un festival confinado en el formato online es que las películas se pueden disfrutar en el espacio presuntamente más seguro: el hogar. Lejos queda el posible inconveniente de compartir la experiencia fílmica con desconocidos, es decir, de tener que mantener las apariencias ante esa angustiosa inquietud: «¿Qué pensarán los demás de mí?» En la intimidad, allí donde estamos a salvo del juicio ajeno, podemos permitir muy tranquilamente que las películas nos pongan a prueba, pues en todo momento podremos mostrarnos tal y como somos.
En permanente busca de esta seguridad se han mostrado las dos principales atracciones de hoy en Sundance. Tanto la primera como la segunda, por cierto, son ficciones que abrazan la realidad pandémica de nuestros días para que sus protagonistas puedan encontrarse a gusto en espacios donde sentirse cómodas. Hoy ha tocado hablar de sexo, al principio con ‘Good Luck to You, Leo Grande’, de Sophie Hyde, y después con ‘Sharp Stick’, de la idolatrada Lena Dunham. Por partes.
Primero hemos estado en compañía de Emma Thompson, en el papel de una viuda en la cincuentena que decide que nunca es demasiado tarde para descubrir las bondades del sexo. Para ello, contrata los servicios de un joven profesional (estupendamente interpretado por Daryl McCormack) que, en principio, la ayudará a sacarse de encima los complejos de una vida entera marcada por la falta de inventiva (o directamente por los impulsos reprimidos) en la cama.
La narración de la historia, estructurada a través de los encuentros de estos dos personajes, basa evidentemente sus principales bazas en el trabajo actoral y en un texto que se crece con el intercambio dialéctico. Es, en conjunto, una terapia en la que en ocasiones se ve demasiado clara la voluntad de la guionista Katy Brand a la hora de intervenir en la evolución del arco dramático de los protagonistas, pero en la que siempre se impone primero el encanto de estos, y después la valentía de hacerlos avanzar hacia ese punto en el que por fin se encuentren cómodos. Con ellos mismos; con quien tienen al lado.
Metas similares persigue Lena Dunham en su esperado nuevo largometraje. La creadora de la canónica serie ‘Girls’ vuelve a la carga con la desconcertante (más para mal que para bien) ‘Sharp Stick’, una especie de manual de auto-descubrimiento sexual a manos de una chica de 26 años que es virgen en tan expeditivos territorios. Pero por suerte, toca repetir el mantra de esta jornada: «Nunca es tarde para descubrir(se)». La reputada artista neoyorquina habla de los procesos de superación de las vergüenzas que arrastramos… precisamente despertando muchas de ellas.
Ver ‘Sharp Stick’ transcurre, al fin y al cabo, entre el aturdidor o directamente decepcionante efecto de una creación que claramente solo responde ante la caprichosa voluntad de alguien peligrosamente indiscutida dentro de sus círculos. Es una muestra de libertad extrema en la toma de decisiones, lo cual es un logro artístico siempre a celebrar… Lo que pasa es que ninguna de ellas parece buscar justificación dentro de un conjunto que, por consiguiente, se mueve con la torpeza de quien es incapaz de operar más allá de lo que le dicten los calentones del momento.
Por suerte, hay tiempo para sacarse el mal sabor de boca. En el terreno de los documentales, Sundance vuelve a ilusionar. ‘2nd Chance’, de Ramin Bahrani, es un impresionante repaso a la increíble-pero-cierta vida (y obra, y milagros, y desastres) de Richard Davis, inventor del chaleco anti-balas ocultable. Con ello, el director de la fundamental ‘99 Homes’ conduce un desternillante y a la vez terrorífico freak show en el que los valores más rancios de la América profunda se convierten en el faro que ilumina (y que ciega) a la primera potencia mundial.
«¡Esto son los Estados Unidos!» parece gritar Bahrani, una y otra vez, mientras su pintoresco elenco se libra al amor a las armas, al cine de acción ochentero, al mundo empresarial y a otros corrales de la testosterona. En el encuentro con Richard Davis, el director da con una mina de oro, y la explota hasta que en ella solo queda lo que, efectivamente, queda en el presente: los restos humeantes del que ha sido el último gran imperio de la humanidad. Un espanto al que solo cabe contemplar en la más avergonzada intimidad.