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Tras el rastro de la iguana de Galápagos, el único lagarto marino del mundo

La especie se encuentra en situación «vulnerable», por lo que las capturan sin dañarlas para marcarlas y poder seguir así su rastro. Su supervivencia está muy marcada por el cambio climático y la producción de algas.

Dos iguanas descansando sobre una roca. (GETTY IMAGES)

La iguana marina de Galápagos es conocida por sumergirse hasta 30 metros y por sus peculiares características físicas, que la asemejan a una especie de Godzilla acuática; su endemismo ha llevado a los investigadores a marcarlas para conocer su salud y ahora también su sexo.

Consideradas el único lagarto marino del mundo y en una situación de conservación considerada «vulnerable», esta peculiar especie (Amblyrhynchus cristatus) habita las islas que conforman el archipiélago ecuatoriano y puede ser vista con facilidad por los turistas con sus llamativas y largas colas flotando en el agua.

En 2013 los investigadores del Parque Nacional Galápagos (PNG) comenzaron a avistar numerosas iguanas marinas muertas, lo que llevó a un proyecto de marcaje de estos escamosos reptiles, gracias al cual, en la actualidad se tienen identificados alrededor de 570 ejemplares en todo el archipiélago.

Marcaje en todas las islas

«En un inicio la idea era conocer qué estaba pasando, por qué morían las iguanas. De ahí el querer saber más sobre la salud y mantener un monitoreo a nivel provincial», explicó Alberto Proaño, técnico en manejo de recursos pesqueros y especialista en el monitoreo de ecosistemas marinos en el PNG.

El marcaje se inicia al despuntar el día en una playa cercana a Puerto Ayora, en la isla Santa Cruz, y en él intervienen tres técnicos, uno de ellos pertrechado con guantes especiales para capturar al animal sin dañarlo o resultar herido por sus garras.

En un primer momento las iguanas eran marcadas con pintura que con el agua se iba diluyendo, por lo que desde 2015 se utiliza un hilo de nailon y perlas plásticas de colores que son colocadas a modo de piercing en la base de la cresta y que representan dígitos.

Además, los especialistas les implantan un chip en la pata izquierda anterior con un código único, con el que se puede seguir su rastro durante mucho más tiempo.

Mediante estos dispositivos se puede seguir a los especímenes en poblaciones remotas, como en las islas Fernandina y Genovesa, y comprobar su estado físico.

En los marcajes también se mide y pesa a los individuos, se observa su pigmentación y se comprueba si tienen unas garrapatas exclusivas de la especie.

Investigan el sexo

Más recientemente se ha iniciado una investigación mediante la cual se mide la profundidad de la cloaca del animal para determinar si este indicador puede determinar su sexo.

Pese a lo invasivo que pueda resultar el procedimiento, los lagartos no tienen la misma sensibilidad que la humana, sostiene Proaño.

Este tipo de protocolo se emplea también en otros reptiles como las culebras y su objetivo es poder conocer el sexo en los individuos jóvenes, ya que es difícil distinguirlo a simple vista.

Una vez que son adultas y están en edad reproductiva es más fácil distinguir el sexo de estas iguanas, pues los machos suelen medir entre 80 centímetros y poco más de un metro de cabeza a cola, y pesar más de 3 kilos, mientras que las hembras alcanzan entre los 50 o 60 centímetros y pesan 2,5 kilos.

Además, la cresta de estos reptiles presenta en los machos adultos unas protuberancias mucho más grandes a la altura de la cabeza, mientras que en hembras es del mismo tamaño a lo largo de todo el cuerpo.

Amenazas climáticas

Las iguanas marinas de Galápagos se alimentan principalmente de algas y los machos son grandes buceadores que pueden llegar a profundidades de 30 metros para forrajear, y aguantar la respiración hasta media hora, mientras que las hembras y juveniles se conforman con los restos que quedan atrapados en las rocas.

Su alimentación depende en gran medida de la temperatura del mar, por lo que el cambio climático y las largas temporadas de escasez de algas puede suponer la desaparición de poblaciones enteras.

Igualmente son sensibles a la contaminación por derivados del petróleo que afecta a su flora intestinal y a las bacterias que ayudan a descomponer el alimento, por lo que «pueden morir con el estómago lleno», precisa Proaño.