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Contra todos los elementos

‘Perdidos en el Ártico’ narra la épica de la exploración de territorios a los que nadie antes había llegado. (NAIZ)

Dentro del rico ecosistema de cinematografías que, desde una posición periférica, han sabido florecer tanto desde el frente de la autoría como desde el afianzamiento de valores más industriales, es inevitable no detenerse en la cada vez menos remota Islandia.

Lo que hasta no hace mucho sonaba a exotismo, a un tipo de películas con las que raramente nos cruzaríamos, ahora resulta que son una colección de producciones con una presencia más que contrastada tanto en los grandes festivales del mundo como en las plataformas de Video On Demand con más alcance.

En 2015, recordemos, Rúnar Rúnarsson se alzó con la Concha de Oro de Zinemaldia gracias a ‘Sparrows’. Dos años antes, en esa misma cita, aunque en la sección New Directors, Benedikt Erlingsson presentó el título de culto ‘De caballos y hombres’. Poco después, Hlynur Palmason causaría sensación tanto en Locarno como en Cannes gracias a ‘Winter Brothers’ y a ‘Un blanco, blanco día’, respectivamente, dos películas fundamentales a la hora de entender ese punto de absoluta imprevisibilidad por la que se mueven algunos de los mejores títulos de dicha cinematografía.

Pero en la otra cara de esta brillante moneda encontramos, como ya se ha dicho, una línea de producción que, para entendernos, vendría a satisfacer las necesidades más ‘comerciales’ de este gran espectáculo. Ahí sobresale, por encima de los demás, el nombre de Baltasar Kormákur, actor, director, guionista y productor cuya carrera transcurre, con títulos como ‘101 Reikiakik’, ‘Las marismas’, ‘Contraband’, ‘2 Guns’ o ‘Everest’, entre su pequeña isla natal y las soleadas costas de Hollywood.

La película que ahora mismo nos ocupa, en la que ejerce como productor, es de hecho una de las que más sentido parece dar a su apuesta. ‘Perdidos en el Ártico’, disponible en Netflix (después de su paso por la Berlinale), está dirigida por Peter Flinth, trotamundos danés que se ha puesto detrás de las cámaras en propuestas de su país, Noruega, Suecia y, ahora, Islandia.

Pero sobre todo está co-escrita, co-producida y co-protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau, prolífico intérprete para siempre ligado a la icónica imagen de Jaime Lannister, quien en esta ocasión se pone en la piel de Ejnar Mikkelsen, explorador de Dinamarca que, a principios del siglo pasado, jugó un papel fundamental en la exploración de los confines septentrionales de Groenlandia.

Hechos reales

‘Perdidos en el Ártico’, que, por supuesto, está basada en hechos reales, nos pone en el contexto histórico de un mundo en el que las grandes potencias imperialistas estaban enfrascadas en una vertiginosa carrera para ampliar sus respectivas fronteras. En aquel entonces, para acabar de ponernos en situación, los Estados Unidos confiaban en que Groenlandia fuera, en realidad, un apéndice del continente americano, mientras que Dinamarca, para poder reclamar su soberanía, esperaba que se tratara de una isla. Pero, claro, para demostrar la naturaleza geográfica de este inmenso trozo de tierra, había que llegar hasta unas latitudes no aptas para los viajeros poco experimentados.

Esto mismo nos cuenta la película: la épica pero también angustiosa expedición de exploración de unos territorios donde, por motivos gélidamente aplastantes, nadie antes había llegado.

El metraje de poco más de hora y media lo capitalizan prácticamente dos personajes, el ya mencionado encarnado por Coster-Waldau y su fiel compañero, Iver Iversen, interpretado por Joe Cole. La presencia de este último, tanto a nivel interpretativo como de escritura, concentra buena parte del encanto de una producción solvente en su faceta más aventurera, pero aún más emocionante en el retrato de la amistad masculina.

A rebufo de ‘Ártico’, de Joe Penna, y, por qué no, de la televisiva ‘The Terror’, de Alexander Woo y Max Borenstein, ‘Perdidos en el Ártico’ exprime las angustias de la supervivencia en las condiciones más imposibles, ahí donde el termómetro rara vez escapa de los valores ‘bajo cero’; ahí donde todas las criaturas que se cruzan por el camino encarnan un peligro letal en potencia.

Pero también luce como una bella historia sobre los refugios donde siempre podremos recobrar fuerzas; resarcirnos. Llegados a este punto, Peter Flinth no habla de cabañas o iglús, sino más bien de esa otra persona que, sin importarle el cómo o el por qué, siempre va a estar ahí para ayudarnos.