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Euskal Herria y Sahara, estrechando lazos para unas vacaciones en paz

El programa ‘Oporrak Bakean’, tras dos años de parón por la pandemia, vuelve, si cabe con más ganas e ilusión que nunca, para ofrecer a niños y niñas saharauis la oportunidad de pasar dos meses en Euskal Herria. Un auténtico ejercicio de solidario con grandes dosis de enriquecimiento mutuo. 

Ñiños participantes en el proyecto ‘Oporrak Bakean’ (Oporrak Bakean)

Después de dos años de parón a causa de la pandemia, y después de que el Gobierno español ha decidido dejar de lado sus responsabilidades respecto al Sahara Occidental alineándose los planes de Marruecos, la iniciativa ‘Oporrak Bakean’ vuelve con más fuerza que nunca. Mediante este proyecto, niñas y niños saharauis vienen a Euskal Herria a casas de familias voluntarias para pasar dos meses de verano. Ello les permite pasar tiempo fuera de las duras condiciones del desierto y los campos de de refugiados, al tiempo las familias vascas pueden contribuir a mejorar las condiciones de vida de la juventud saharaui y convivir con una cultura diferente y enriquecerse con ella.

Llevar adelante el programa ‘Oporrak Bakean’ precisa mucha coordinación entre entidades vascas y saharauis. Una de las personas inmersa en esas labores de organización es Eli Eizagirre. Lleva desde 2004 participando como familia de acogida y, desde 2009, forma parte del grupo de ayuda al Frente Polisario en la coordinación del programa. Asegura que tras el parón obligado poor la pandemia vuelven con el objetivo de «acoger a la máxima cantidad de menores posibles».

Explica que, aunque siempre ha sido importante la ayuda al pueblo saharaui, este año lo es más si cabe. En este contexto, Eizagirre remarca el efecto de la guerra tras la ruptura del alto al fuego con Marruecos firmado hace tres décadas. Apunta que desde noviembre del 2020 «existe una guerra silenciada por los medios de comunicación internacionales entre el estado marroquí y el Frente Polisario». Una guerra cuyas consecuencias no distan de las de cualquier otra.

«Desde hace tres años soldados saharauis protegen el muro de la vergüenza, por lo que hombres que hasta ahora vivían en los campamentos de refugiados saharauis, permanecen lejos de sus familias. Estos soldados son padres, hermanos, vecinos... de niños y niñas que participaban en ‘Oporrak Bakean’, además de niños que hace varios años participaron en el programa», comenta Eizagirre.

«Experimentar la sensación de un frigorífico lleno»

Respecto a ‘Oporrak Bakean’ y sus participantes, Eizagirre comenta que «son niños y niñas de 8 años que necesitan salir por lo menos durante dos meses del desierto» para protegerse de las altas temperaturas, alimentarse adecuadamente, recuperar la salud que el exilio les ha robado, pasar revisiones médicas, iniciar tratamientos, y un sinfín de cuidados más que aquí en estos lares se dan por sentado, pero que «para ellos son todo un lujo».

Y no es solo cuestión de salud. El proyecto se realiza para que puedan conocer otra realidad diferente, «cosas que hasta ahora solo habían visto en libros, como montañas, ríos, el mar, o los árboles». Ver con sus propios ojos que existen otros colores diferentes a la arena, así como «experimentar la sensación de abrir un frigorífico lleno» y disfrutar de la fruta en abundancia, de los helados y, por qué no, también de las chucherías.

Pero además, este programa ofrece a los menores, tanto saharauis como vascos, la oportunidad de aprender costumbres, idiomas y una cultura muy diferentes a la suya: «No nos podemos olvidar que estos niños son los mejores embajadores de su causa». Permite entrelazar a una familia saharaui y a una vasca, y convertirse en una única familia. Consigue que el menor saharaui pueda decir que tiene dos familias y, además, «hace a la parte vasca sentir que, a 4000 kilómetros de distancia, tiene parte de su familia».