INFO

El espacio de los sueños


Si algo tienen de singular los sueños es su expresión como espacios de máxima libertad. En ese espacio del inconsciente las leyes de la física como el peso, la luz o la gravedad pueden ser alteradas y manipuladas. Aquellas cuestiones de las que la arquitectura nunca puede liberarse, son anecdóticas en ese mundo paralelo.

Muchas de las obras de Junya Ishigami aunque en el mundo real, parecen surgir de esa expresividad onírica que niega los parámetros más elementales de la atmósfera terrestre. La plaza del Instituto de Tecnología de Kanagawa, un vacío semiexterior público para el disfrute de los estudiantes del centro universitario, es uno de esos proyectos.

Tras el excelente proyecto de Ishigami para los talleres del KAIT, los responsables del campus no dudaron en contratar este nuevo proyecto al mismo equipo de arquitectura. Un tapiz continuo se adapta suavemente al irregular terreno e invita a los visitantes a apropiarse del espacio sin ninguna limitación u orden prefijado. Mientras, una ondulante cubierta se despliega a poca altura sobre ese territorio, tensando las relaciones entre los planos de suelo y techo.

El proyecto lleva hasta las últimas consecuencias la definición de versatilidad, la cubierta salva portentosas luces sin apoyos interiores, y deja a resguardo un espacio diáfano que se siente al aire libre gracias a perforaciones rectangulares de gran formato. El programa es una plaza versátil, medio interior, medio al aire libre. Y como su autor explica, las primeras preguntas del proyecto fueron, ¿qué es polivalente y qué es semiexterior?

Las universidades ya tienen muchos lugares para usos polivalentes, pero aquí el objetivo es otro, es el de dotar al usuario, y no al espacio, de la libertad para usar ese lugar. Esto se debe a que había pocos lugares en el campus para que los estudiantes pasaran su tiempo libre. El espacio debía entonces permitir ambigüedad en su uso y versatilidad de usuarios. Por ejemplo, sentarse en el suelo para disfrutar del almuerzo o participar en una asamblea, acostarse para pensar o tomar una siesta o exhibir maquetas, drones o robots en eventos universitarios.

Ese espacio de la plaza pretende, además, construir un paisaje. Un entorno que cambia dependiendo de los fenómenos naturales como las estaciones y el clima. En ese sentido es determinante la modificación del horizonte a lo largo del tiempo. El proyecto se construye como un paisaje donde la enorme superficie curva del cielo y la tierra están conectadas por el propio espacio de la plaza. En definitiva, un paisaje donde no se ve el sinfin, dónde desaparece el horizonte.

El suelo se integra en el terreno, prácticamente define una suave topografía sobre la que flota la cubierta. Una enorme placa de acero queda suspendida de las cuatro paredes circundantes. La placa de hierro se curva lentamente por su propio peso amplificando un efecto de nube flotante. No hay pilares en el interior. A pesar de pasar desapercibida, por su levedad, la escala de la estructura, su tecnología y materiales son de ingeniería civil. 83 pilotes y 54 anclajes resuelven una enorme cimentación de vigas subterráneas de hormigón armado. La estructura es similar a la de un puente colgante, que alcanza una luz máxima de unos 90 metros.

Días nublados

La altura de esta cubierta respecto del suelo cambia unos 30 centímetros debido a la contracción, que la dilatación térmica provoca en la plancha de acero. De una manera directa, la altura de ese cielo construido cambia según la estación. Sin embargo, al mismo tiempo, más allá del desafío estructural, por otro lado la escala doméstica coexiste con la de la megaestructura. La altura del techo varía entre los 2,2 y los 2,8 metros, que es la escala de una casa; y el espesor de la plancha de acero es de 12 milímetros, la escala de un mueble.

59 aberturas perforan esa lámina metálica, provocando que la luz del sol brille solo alrededor de las aberturas y mantenga una oscuridad moderada en el resto del espacio. Se genera así un fenómeno similar al de los días nublados. Así, el blanco puro interior cambia con el tiempo y el clima. No hay vidrio en las aberturas, y el viento y la lluvia fluyen hacia la plaza. En un día lluvioso, las gotas de lluvia de la abertura crean pilares de lluvia en el interior y aparece un paisaje brumoso. Puede sentirse el sonido de la lluvia provocando un eco tintineante en el interior.

El piso está cubierto con asfalto permeable que se utiliza para pavimentar caminos y se usa lavado a alta presión para eliminar completamente el aceite y la pintura. El agua de lluvia se absorbe instantáneamente y fluye debajo del piso, manteniendo el suelo seco. El espacio construye así una relación directa entre el cuerpo y ese entorno de naturaleza artificial, con la arquitectura y los sueños como intermediadores.