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Evitar los trampantojos en el día después de la primera vuelta de las presidenciales

Los resultados provisionales de las presidenciales pueden llamar al error. Habrá una repetición del cara a cara de 2017 pero ni el duelo Macron-Le Pen ni la eventual reelección del líder liberal el 24 de abril tendrán las mismas implicaciones ante el auge nunca antes conocido de la ultraderecha.

Jornada de votación en Kanbo, donde ganó Macron pero Le Pen llegó segunda. La ultraderechista see impuso en Etxarri, Bidaxune, Gixune o Sarrikotapea (Guillaume FAUVEAU)

La noche electoral se alargó lo suyo en el Estado francés, menos en Ipar Euskal Herria, pero la solvencia de los sondeos salvaron, pese a todo, un recuento tortuoso.

La primera vuelta de la elección presidencial ha dejado el resultado esencial de una repetición del duelo entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen en la manga definitiva del 24 de abril.

Los augurios, en los días previos a la votación, de un duelo más cerrado que lo previsto entre los dos contendientes principales no se confirmaron. Finalmente el inquilino del Elíseo marcó una progresión más clara (27,84%) en relación a la cabeza de lista de Rassemblement National (23,15%).

Si en 2017 Macron se impuso en primera vuelta por 2,71 puntos porcentuales, este 10 de abril se distanció, marcando una diferencia de 4,69 puntos.

En lo que respecta a la abstención, la elección presidencial volvió a demostrar que es un escrutinio que goza de fuerte popularidad entre los electores hexagonales. También entre los vascos.

En 2017 en Euskal Herria en esa primera vuelta hubo una abstención del 20,23%. En la votación de este pasado domingo la abstención fue de 22,31%.

La abstención se dejó sentir más en el Hexágono, donde se situó en un 26,31%.

En resumen, hubo un tropezón pero no una bajada lo suficientemente dramática como para que el dato sirviera de agarradero a la hora de poner peros a los resultados de las candidaturas.

El absentismo electoral récord que, ciertamente en el contexto de la pandemia, marcó el ciclo 2020-2021 con los comicios locales, departamentales y regionales, no se trasladó a la elección presidencial, ello a pesar de que la campaña quedara difuminada, en su arranque, por la quinta ola de la pandemia y en su cierre por la invasión rusa de Ucrania.

«No todo está ganado»

La primera intervención de Emmanuel Macron tratando de asentar la idea de que «no todo está ganado» merece una consideración.

La distancia que logró fue del doble respecto a 2017, y las apelaciones a hacer barrera a la ultraderecha que ya tenía en la cartera cuando realizó su alocución podían incitar a un mayor optimismo.

Sin embargo, primó una cierta sensatez que informa de que en 2022 el contexto de esa segunda vuelta no es el mismo que hace cinco años.

Empezando por el llamamiento a hacer barrera a Le Pen el 24 de abril. El «tercer hombre», Jean-Luc Mélenchon, dejó un mensaje claro: «Ni un solo voto para Marine Le Pen».

Mélenchon, con mejores resultados que en 2017, no esperó a que avanzara el recuento. Salió con sondeos para reconocer abiertamente que no estaría en segunda vuelta.

En 2017, con un 19,58% sembró dudas sobre el recuento. En 2022, con un 21,95%, no dio esa batalla. Su discurso de legado –no repetirá como presidenciable– evitó cualquier ambigüedad.

Su «nunca, jamás» a meter en la urna la papeleta de la ultraderecha abona un terreno para construir alternativas posibles en el devastado campo de acción electoral de la izquierda y el ecologismo.

Sus compromisarios adoptarán la decisión final pero, cada cual con sus matices, al «pueblo de la izquierda» le llegó desde la misma noche del domingo un mensaje claro.

La gran derrotada, la socialista Anne Hidalgo (1,75%), décima sobre doce candidatos, llamó a votar por Macron, también lo hizo el comunista Fabien Roussel (2,28%) y el ecologista Yannick Jadot. El anticapitalista, Philippe Poutou (0,77%), no quiso dejar lugar a la duda. Solo la troskista Nathalie Arthaud (0,56%) se quedó en el «ni-ni».

A esa toma de posición, temprana, del campo progresista hay que sumar la apuesta «humana y personal» de la líder de la derecha tradicional que, como el Partido Socialista, se vio barrida del mapa.

Valérie Pécresse se quedó con su 4,78% a años luz del 19,77% que el luego defenestrado François Fillon alcanzó en 2017.

Adelantó la papeleta que usará en segunda vuelta y orientó, a su manra, a la derecha tradicional a seguir sus pasos.

No llegó a fijar posición en un partido al que esta primera vuelta deja más quebrado si cabe. Si embargo, el partido votaba hoy una moción confortando esa opción de hace barrera. En Euskal Herria el senaador biarrit Max Brisson, entre críticas al «refuerzo de los extremos» que achaca a las políticas de Macron, secundaba en un comunicado ese «voto republicano» el 24 de abril.

Por debajo de la barrera del 5%, problemas de cartera

No se habla demasiado del dinero, pero ni Hidalgo ni Pécresse alcanzaron la barrera del 5% que permite el reembolso por el Estado de los gastos de campaña.

Para el PS, que ya vendió su mítica sede de rue Solférino, la quiebra económica se suma a la práctica desaparición en la escala estatal. El ecologista Yannick Jadot, que rozó la barrera (4,63%), incluyó incluso en su alocución la invitación a sus partidarios a ingresar dinero con vistas a sufragar la campaña de las legislativas, en junio. Todo un síntoma. Valérie Pécresse ha seguido hoy su estela, llamando a donativos para sufragar los gastos de campaña y preparar la cita electoral de junio.

En Les Républicains las cuentas no salen y las espadas están desenfundadas.

La primaria que encumbró a Pécresse dejó con cerca del 40% de los votos al diputado y presidente del consejo departamental de Alpes Marítimos, Éric Ciotti, adepto a los postulados más extremos y, por tanto, a la invitación al «voto patriótico» que hace Le Pen con vistas a intentar dar la campaña en dos semanas.

Evitar los trampantojos es una urgencia. Macron parte con ventaja clara, pero con una reserva de votos más parca –vistos los exigüos caladeros de LR al PS– y una pérdida de confianza social palmaria, «nada se puede dar por hecho».

Marine Le Pen podrá contar, de partida, con los apoyos de Éric Zemmour (7,07%) y del ultra menos mentado, Nicolas Dupont-Aignan (2,06%).

Y aunque todo predisponga a que en la noche del 24 de abril ponga fin a su tercera y última intentona de alcanzar el Elíseo, en esa suma hay que colocar por un instante largo la mirada.

32,28% y 11.347.660 votos, de ellos 8.136.369 (23,15%) recogidos por Marine Le Pen pese a tener un rival fuertemente mediatizado como Éric Zemmour.

Esa es la cosecha de 2022 de una ultraderecha que en la primera clasificación para la segunda vuelta, en 2002, con Jean-Marie Le Pen como cabeza de cartel, logró 4.804.713 votos y un 16,86%.

Con Macron florece la extrema derecha

Antes de finiquitar el balance de primera vuelta hay que hacer la constatación de que en el primer mandato de Macron la ultraderecha ha rebasado la barrera del 30%, lo nunca visto en una presidencial.

Convendría ahondar en el grado de responsabilidad de las políticas practicadas en los últimos cinco años para analizar en las implicaciones de esa inédita progresión.

Como, sin caer tampoco en trampantojos, habrá que escrutar en los factores que han favorecido que el escenario de Ipar Euskal Herria haya marcado diferencia, poniendo segundo a Jean-Luc Mélenchon –candidato impermeable a la diferenciación–.

FI ha acumulado apoyos pese a ser un actor poco o nada receptivo con respecto a la agenda vasca, en muestra de que no pocos electores que empujan en favor del respeto a este país hicieron una opción de responsabilidad que relegó a la tercera plaza a Marine Le Pen. 

No cabe, sin embargo, la autocomplacencia cuando la líder de RN gana casi 7.500 votos y tres puntos respecto a 2017. Y lo que es, si cabe más desconcertante, Éric Zemmour se estrena en estos tres territorios con 12.886 votos y un porcentaje similar al logrado en un escenario hexagonal que ha pesado como una losa.

Se podrá alegar que LR tenía 38.753 votos en la primera vuelta de 2017 y que este 10 de abril su candidata se ha quedado en 9.135. Y hasta saludar que Macron haya aspirado muy mucho de ese campo.

No obstante, las pasarelas abiertas hacia la extrema derecha, por acotadas que parezcan a una elección tan extraordinaria como la presidencial, deben ser causa siempre de reflexión.

Aunque en comparación con la autopista abierta a escala Hexagonal –y en territorios como Corsica– ese paso pueda parecer una carretera secundaria en Ipar Euskal Herria, no se puede mirar a otro lado.

Por interés propio, la reflexión serena se impone para los actores del país, pero también para quienes desde la cúspide del Estado desprecian las dinámicas integradoras que se implementan en Euskal Herria, en favor de la lengua, de la justicia social y ecológica, de la evolución institucional o de la consolidación de la paz, insistiendo con ello en políticas negacionistas que no son una buena semilla para construir el futuro.