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Entrevue
Andrea Momoitio
Autora de ‘Lunática’

«María Isabel Gutiérrez no hubiera ido a la huelga por su muerte»

Andrea Momoitio (Ortuella, 1989) se propuso investigar qué había detrás de la huelga de prostitutas organizada en 1977 en Bilbo y llegó hasta la muerte de María Isabel Gutiérrez en la cárcel de Basauri ese mismo año. El libro ‘Lunática’ recoge la investigación de la periodista vizcaina.

Andrea Momoitio, autora de ‘Lunática’. (Aritz LOIOLA | FOKU)

¿Cómo llegó a dar con la historia de Gutiérrez?

Me fue llegando en diferentes momentos y por distintas razones. Llevo viviendo en el barrio de San Francisco casi quince años y alguna vez había oído hablar de una huelga de putas, pero no escuché hablar en profundidad de esas protestas hasta que ayudé a la Asamblea de Mujeres de Bizkaia a transcribir algunas entrevistas en un proceso de la memoria histórica del colectivo. En 2018, cuando el Movimiento Feminista convocó aquella huelga multitudinaria, en Píkara decidimos hacer un especial para hablar de otras huelgas feministas y yo me pedí esa. Esa curiosidad que había ido cultivando se materializó en un reportaje que tuvo bastante éxito, pero me quedé con algunas dudas, así que seguí investigando.

Sobre Gutiérrez hay que decir que procedía de una familia transgresora en la Cantabria de la primera mitad de siglo XX.

Transgresora, problemática... Depende de con qué prisma se mire podemos decir una cosa o la otra. Desde luego, no era la típica familia.

¿Cuándo empieza, como se dice en algún punto del libro, su «inadaptación» social?

Viendo la documentación, podemos entender que empezó a ser formalmente una inadaptada en la adolescencia, pero la verdad es que ni ella ni su familia estuvieron nunca adaptados a lo que se esperaba de una familia en ese momento. Y no porque fueran grandes rebeldes, sino porque no tenían las condiciones materiales para hacer lo que se esperaba de una familia al uso.

Una de las cuestiones que aparecen en el libro está relacionada con una posible enfermedad mental de Gutiérrez. ¿De qué padecía?

Como enfermedad psiquiátrica, María Isabel tuvo varios diagnósticos, algo habitual en la psiquiatría. Lo que tuvo fue mucho sufrimiento a lo largo de su vida y ante ese sufrimiento fue reaccionando de maneras distintas. Sus problemas de salud mental están más relacionados con las veces que se le aplicó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social y sus ingresos en el Patronato de Protección a la Mujer.

Sus encontronazos con el Patronato tienen más que ver con decisiones que toma siendo más niña, como escaparse de casa, enrollarse con un tipo casado y entonces la mujer la denuncia... Lo más importante es que es una tía que no respeta ninguna de las normas, y todo el rato tiene problemas con una justicia franquista que no es, por supuesto, capaz de adaptarse a la necesidades de una niña que no encuentra cariño ni aceptación en su familia. Entonces continuamente se está dando de bruces con las leyes.

¿Cómo casaba una personalidad como la de Gutiérrez en la sociedad española de principios y mediados de los 70?

María Isabel era la típica persona que hoy muchas somos capaces de imaginarnos en nuestro entorno: esa persona que va dando la nota por la calle, que si la ves te apartas, que es molesta y que se enfrenta a las normas, no con un discurso elaborado, sino por algo más epidérmico. Ella no podía soportar tantas leyes, no era capaz de asumir ninguna. Por eso es importante que no sea vista como una heroína ni nadie que se revela con cierta conciencia. Simplemente no fue capaz de vivir en el entorno que le tocó, como no sería capaz de vivir ahora.

Esto la lleva a conocer la prisión. ¿Cómo era su relación con la cárcel?

Entra y sale continuamente, no solo de la cárcel, sino también de los psiquiátricos y centros del Patronato, que no eran otra cosa que centros de menores, en particular para niñas. La libertad de María Isabel está condenada de alguna manera. Igual que sigue pasando ahora, cuando se entra en esa rueda es muy difícil salir. ¿Cómo se sale de una dinámica de centros de menores, psiquiátricos y cárceles? Pues muerta.

Con 23 años muere en un incendio en su celda en la cárcel de Basauri, pero, ¿se sabe qué le pasó realmente?

Cuando empecé a escribir este libro pensaba que podría descubrir algo que nadie había descubierto en su momento... En realidad, me encuentro con que sí, existen algunas versiones contradictorias en la documentación de la cárcel, tal como denunciaban sus compañeras. Pero son diferencias poco significativas: igual en un parte pone que la muerte fue a las 22.55 y en otro pone que fue a las 23.05. Nada que a mí me haga poder sospechar que ahí pasó algo extraordinario. Estoy convencida de que no, que nunca le pasó nada extraordinario. Simplemente tuvo situaciones de mierda, una detrás de otra, y ese día le sentaría peor la pastilla y se quedaría dormida con el cigarro encendido. Nada que se pueda descubrir.

Lejos del recuerdo que queda hoy en día, en aquella época su muerte se trató como un caso mediático.

Tuvo mucho que ver con el momento. Estamos hablando de una prensa que, igual que la sociedad del Estado español, en 1977, empezaba a levantar cabeza. Después de tantos años controlados por el franquismo, los periódicos por fin pueden hablar de cualquier cosa, y ni más ni menos, hay algo parecido a una huelga de putas. Salieron todos encantados a contar esta historia, porque fue llamativa, igual que lo sería hoy. Pero no sé si fue para tanto.

¿Por qué lo cree así?

Tengo dudas sobre si no es mucho hablar de una huelga. No hay ninguna documentación, ninguna referencia, ninguna declaración... Nada donde las prostitutas se declaren a sí mismas en huelga, solo hablan de un «parón» en su actividad. Organizar una huelga sería reivindicarse como trabajadoras, pero eso fue algo que hicieron el resto en su nombre.

Lo que sí hubo fueron fuertes protestas. ¿Cuáles fueron sus reivindicaciones?

Cuando las prostitutas de Cortes se organizan para protestar por la muerte de María Isabel y exigir sus derechos, piden la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que era una ley que las machacaba; piden que cesen los abusos policiales; piden que se les permita organizarse en un sindicato propio; piden la abolición de las celdas de castigo, y mejoras en las condiciones de las prisiones y los psiquiátricos.

En el proceso de entrevistas, tuvo que hablar con mucha gente que conoció a Gutiérrez, pero también con otra mucha que no. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir sus pasos?

Los primeros años estuve muy obsesionada buscando gente que la conoció y que podía decirme algo concreto de ella. Según fue pasando el tiempo me di cuenta de lo difícil que era eso, porque había pasado mucho tiempo. Además, es difícil reconocer que tenían relación con una puta. Ha sido complicado dar con personas que quisieran hablarme tranquilamente de su relación con María Isabel y eso, aunque me dio mucha pena, también me ayudó a abrir las orejas y escuchar a otra gente que no la conoció personalmente pero que podía hablarme de un momento concreto o ayudarme a intuir algunas cosas.

Entre otros, habló con su madre y su hermano. ¿Recibieron bien que quisiera escribir un libro sobre Gutiérrez?

Sí, pero no sé hasta qué punto han conscientes del recorrido y la repercusión que podía tener el libro. En los encuentros que hemos tenido, ellos han estado a gusto, con ganas de que se supieran cosas. Después de que haya salido, con su hermano he hablado poco y con su madre, nada. No tengo muy claro cómo les habrá caído verlo en las librerías, porque ellos seguían pensando que la habían detenido por robar un pastel.

¿Qué importancia tiene ese pastel en toda esta historia?

En su detención, ninguna, pero en su vida, mogollón. Que la acusaran de querer robar ese pastel fue algo que le hizo mucho daño, algo sorprendente teniendo en cuenta que robaba de una manera muy habitual, con muchísima gracia y sin ninguna vergüenza. Es habitual en las personas con un problema de salud mental que se queden en bucle, y ella se quedó con ese pastel. Sus compañeras creían que la habían detenido por eso, porque estaba todo el día con el pastel, pero la última detención fue por robar en el Corte Inglés.

Casi 45 años después de su muerte, ¿sigue presente la huella de Gutiérrez?

María Isabel no dejó mucha huella. Tengo la sensación de haberla impuesto yo. Hay gente que la recuerda, aunque no tanta como me imaginaba. En la hemeroteca encontré páginas y páginas sobre su caso, ‘Egin’ incluso reconstruyó cómo era la cárcel, y sin embargo en el barrio sonaba de lejos. En su día, la prensa lo magnificó y puede ser que ‘Lunática’ lo vuelva a hacer ahora.

Es una de las personas que, sin llegar a verla jamás, mejor conoce a Gutiérrez. ¿Qué cree que le diría hoy día si viera que ha escrito un libro sobre ella?

Creo que vendría, me pondría a parir y me pediría dinero, si no me da antes un tortazo y me roba el móvil (risas). Sospecho que tampoco hubiera ido a la huelga por su muerte y que se habría limitado a montar un cristo de puta madre.