Batallones paramilitares en Ucrania: ¿Qué hará la OTAN con «sus hijos de puta»?
El batallón Azov y otros batallones paramilitares neonazis fueron integrados en el Ejército de Ucrania y, a su vez, este ha sido financiado, armado y entrenado por diversos estados de la alianza militar. Este peligroso juego puede volverse contra los países que lo han alimentado.
El 10 de junio de 1944, la 2ª División SS Das Reich del Ejército alemán mató a 643 hombres, mujeres, ancianos, niños y bebés en un pueblo occitano sin importancia. Fue la mayor matanza de civiles de la Segunda Guerra Mundial en el Estado francés; apenas treinta personas lograron salir con vida. Desde entonces, Oradour-sur-Glane es un pueblo fantasma, mantenido tal y como lo dejaron los nazis para no olvidar. Un día antes, en la cercana Tulle, la misma división de las SS había ahorcado en árboles, farolas y balcones a 99 jóvenes, la inmensa mayoría de ellos sin vínculos con la resistencia. En un contexto de negociaciones surrealistas en torno a cuestiones como quién sería ejecutado y quién no, el prefecto Pierre Trouillé pidió al mando nazi Aurel Kowatsch que las ejecuciones no se llevaran a cabo mediante ahorcamiento, a lo que Kowatsch respondió: «Nos hemos acostumbrado a ahorcar en Rusia, hemos colgado a más de 100.000 hombres en Járkov y Kiev, no nos supone nada». Se estima que sus subordinados mataron a unas 4.000 personas en el Estado francés, la mayoría de ellas, civiles.
La 2ª División SS Das Reich actuó en Ucrania año y medio antes de la masacre de Oradour-sur-Glane. En octubre de 1941, el Ejército alemán tomó Járkov (Kharkiv en ucraniano), entonces la primera ciudad de Ucrania y cuarta de la URSS en población. Entre diciembre de 1941 y enero de 1942, los nazis ejecutaron a unas 30.000 personas, la mayoría de ellas, judías. Posteriormente, en febrero de 1943, el Ejército rojo liberó la ciudad, pero los nazis percibieron el agotamiento de la Armada Soviética y contraatacaron tomando otra vez la ciudad en la conocida como «tercera batalla de Járkov». La 2ª División SS Das Reich participó en aquella batalla. Pocos meses más tarde, el Ejército rojo liberó la ciudad definitivamente. Járkov vivió cuatro grandes batallas, dos ocupaciones y dos liberaciones. La ciudad fue destruida durante la guerra y la mayoría de su población huyó. Decenas de miles murieron.
Unos 16.000 judíos yacen en la gran fosa común de Dobritsky Yar, al este de la ciudad. La gran menoráh del memorial que los recuerda ha sido dañada durante la guerra, pero hace años que los homenajeados no descansan. Siete décadas después de la matanza, al calor de las revueltas contra el Gobierno prorruso de Víktor Yanukovich, apoyadas por los EEUU y la UE y con notable participación de grupos neonazis y de ultraderecha, nacía el batallón Azov. En su emblema, invertida, la runa wolfsangel del emblema de la 2ª División SS Das Reich. No era el primer movimiento ultra ucraniano en utilizarla. En un segundo plano, un sol negro utilizado en el ocultismo nazi. Grupos de ultraderecha como el batallón Azov, Svoboda o Pravyi Sektor se inspiraron en Stepan Bandera, líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos. Este movimiento de corte fascista y ultranacionalista se alió con el Ejército nazi y participó activamente en pogromos y operaciones de limpieza étnica en las que murieron miles de judíos ucranianos y decenas de miles de polacos.
Los grupos ultraderechistas ucranianos tuvieron un papel importante en las violentas protestas que finalizaron con un baño de sangre y la caída del Gobierno de Víctor Yanukovich en febrero de 2014. También participaron en los disturbios del 2 de mayo de 2014, en los que prendieron fuego a la Casa de los Sindicatos de Odessa. Murieron 48 personas. Un mes antes había estallado la guerra en el Dombás y el batallón Azov y otros batallones paramilitares neonazis que fueron a combatir a las milicias independentistas por su cuenta fueron integrados en el Ejército de Ucrania. Este hecho llama la atención por sí mismo, pero todavía más si recordamos que la guerra y la ocupación nazi dejaron en Ucrania varios millones de muertos, entre ellos un millón y medio de judíos. Y, también, porque los EEUU y la UE han consentido que un aliado tenga regimientos neonazis en su ejército.
Antes de que Rusia invadiera Ucrania, Azov no era solo un regimiento, era un movimiento político. De él surgieron un partido político, el Cuerpo Nacional, una milicia llamada Centuria y otras organizaciones filiales. Este movimiento y la ultraderecha ucraniana en general tenían poco apoyo social y constituían una pequeña minoría en el seno del Ejército. La coalición formada por el Cuerpo Nacional, Svoboda y otros partidos de ultraderecha tan solo obtuvo 315.568 votos (el 2,15%), y cuenta con un único parlamentario. Pero la pugna electoral no estaba entre las prioridades del regimiento Azov; uno de sus principales objetivos era ir haciendo asumibles por la sociedad ucraniana las bases ideológicas del movimiento. Durante los años posteriores al Maidan, varios líderes ultras fueron colocados en importantes puestos de la administración. Teniendo en cuenta su escasa representatividad, es llamativa la importancia política y militar de estos movimientos y su integración en la sociedad y en las instituciones ucranianas.
La ultraderecha ucraniana ha cometido numerosas violaciones de los derechos humanos durante los últimos ocho años. European Roma Rights Center denunció que grupos neonazis cometieron pogromos contra comunidades gitanas y atacaron manifestaciones feministas y del orgullo gay en varias ciudades ucranianas gozando de impunidad y, en algunos casos, de amparo institucional. Eduard Dolinsky, director general del Comité Judío de Ucrania, lleva años denunciando el auge del antisemitismo en el país, que se expresa en mensajes y discursos de odio, en actos de homenaje a colaboracionistas y genocidas y en ataques contra la población judía.
Por otro lado, en el contexto de la guerra del Dombás, la Misión de Monitorización de los Derechos Humanos de la ONU en Ucrania y Amnistía Internacional documentaron crímenes de guerra y graves violaciones de los derechos humanos atribuidas a los batallones Azov, Aidar, Donbás y otros, así como a los servicios secretos de Ucrania.
Iniciada la invasión rusa, a principios de abril, Zelenski defendió al regimiento Azov en una entrevista en la Fox y provocó a la sociedad griega dándole voz en su intervención ante el Parlamento heleno. Lo cierto es que Azov puede ser un serio obstáculo para una solución negociada: cuando Zelenski llegó al poder, el regimiento neonazi le amenazó con colgarlo de un árbol si llegaba a un acuerdo con Rusia. En estos momentos, los regimientos neonazis del Ejército ucraniano están recibiendo armamento tanto de la UE como del Estado español.
#UCRANIA | El grupo neonazi Batallón Azov difunde vídeos con armas llegadas de España y otros países europeos
— Al Descubierto (@Al_descubierto_) March 16, 2022
▶️ Una de las armas mostradas, un lanzagranadas Instalaza C90, se fabrica en Zaragoza y se corresponde con los envíos de armas a Ucrania.https://t.co/oTk60jqg1q
Una red internacional de supremacistas blancos
A pesar de su breve recorrido, el regimiento Azov se ha convertido en el nexo internacional de diversos movimientos de ultraderecha. Durante los últimos ocho años, ultras y neonazis de todo el mundo han viajado a Ucrania, creando lazos y adquiriendo adiestramiento militar e, incluso, experiencia de combate. Según el informe "White Supremacy Extremism: The Transnational Rise of the Violent White Supremacist Movement" del Soufan Center, entre 2014 y 2019 cerca de 4.000 personas de 38 países diferentes habrían combatido en la guerra del Dombás del lado gubernamental. El informe remarcaba: «Estados Unidos debería considerar sancionar a los grupos extremistas transnacionales de supremacía blanca como organizaciones terroristas extranjeras».
En 2018 el Congreso de EEUU ya había aprobado un proyecto de ley que prohibía la ayuda militar al batallón Azov debido a su proximidad a la ideología de supremacía blanca. Tras la intervención del fundador del Soufan Center en una audiencia del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes en setiembre de 2019, congresistas estadounidenses intentaron incluir en dos ocasiones al regimiento Azov en la lista de organizaciones terroristas extranjeras, pero los secretarios de Estado Mike Pompeo y Antony Blinken no antendieron esta demanda. Al contrario, la milicia Centuria, creada en 2018 y relacionada con el regimiento Azov, recibió entrenamiento militar de diferentes países de la OTAN mientras Ucrania y EEUU se han negado año tras año a apoyar resoluciones de las Naciones Unidas para prohibir la glorificación del nazismo.
¿Países de la OTAN entrenando regimientos neonazis y permitiendo la formación de una red internacional de ultras en un contexto de tensión geopolítica? No es la primera vez que algo parecido sucede. En octubre de 1990, el primer ministro de Italia Giulio Andreotti reconoció ante el Senado la existencia de una «red stay behind» en Italia y en otros países de la OTAN. Esta red de ejércitos secretos al servicio de la OTAN, formada por neofascistas de distintos países y conocida como «Gladio», se dedicó a intentar evitar que los partidos comunistas accedieran al poder y a encauzar procesos políticos desestabilizando gobiernos, promoviendo golpes de estado y cometiendo graves violaciones de los derechos humanos. La red estuvo involucrada en acciones como los sucesos de Montejurra en 1976 y la matanza de la calle Atocha en Madrid en 1977.
Al hecho de que los EEUU y países de la UE financien, armen y entrenen un ejército aliado que cuenta con regimientos abiertamente neonazis en sus filas hay que añadirle la existencia de una red internacional de supremacistas cuyo nexo es el batallón Azov y, por otro lado, la existencia de un número significativo de neonazis de diversos países con experiencia de guerra.
La amenaza es real: este 19 de marzo en París un ultra mató a tiros al jugador profesional de rugby Federico Martín Aramburu. Loïk le Priol, el ultra que le disparó, fue detenido días más tarde en el puesto fronterizo de Záhony, entre Hungría y Ucrania, cuando presumiblemente se dirigía a combatir contra la invasión rusa.
Merece la pena recordar dos masacres cometidas por supremacistas blancos. Brenton Tarrant, el tirador que mató a 51 personas en la mezquita de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019, afirmó que su mayor fuente de inspiración fue Anders Behring Breivik, el ultra que mató a 77 personas en Utoya (Noruega) en 2011, con quien mantuvo un «breve contacto».
Y ahora, ¿qué?
Habrá que esperar al final de la guerra para ver en qué situación quedan los regimientos neonazis y su espacio sociopolítico en Ucrania, así como los lazos entre movimientos de ultraderecha de todo el mundo. Habrá que ver igualmente qué pasa con la gran cantidad de armamento enviado a Ucrania que, terminada la guerra, corre riesgo de inundar el mercado negro y terminar en manos equivocadas. Todo ello en un contexto de rearme de los países miembros de la OTAN, de posible expansión de la alianza militar y de consolidación de la ultraderecha en las instituciones europeas, que ya gobierna en algunos países y en otros tiene posibilidades reales de hacerlo. El escenario que puede generar la conjunción de estos factores es realmente preocupante.
A Franklin Delano Roosevelt se le atribuye haber dicho del dictador nicaragüense Anastasio Somoza «puede que sea un hijo de puta. Pero es nuestro hijo de puta». Los neofascistas que constituyeron la red Gladio fueron otros de los «hijos de puta» al servicio de los intereses de los EEUU, al igual que los neonazis ucranianos. En relación a la red internacional de ultras creada en torno al regimiento Azov la cuestión es: ¿qué piensan hacer los EEUU? ¿Van a perseguirla? ¿Van a ignorarla? ¿La OTAN va a utilizarla para defender los intereses estadounidenses tal y como hizo con la red Gladio y tal y como ha hecho con los neonazis ucranianos? ¿Cuál es el plan? Y la UE y los países y sociedades que la integran, ¿tienen algo que decir?