INFO

Trabajaba la piedra como un cantero

MIGUEL ÁNGEL (EL PECADO)
Rusia-Italia. 2019. Tít. Orig.: ‘Il peccato’. Dtor.: Andrei Konchalovsky. Guion: Andrei Konchalovsky y Elena Kiseleva. Prod.: Alisher Usmanov y Paolo Del Brocco/ RAI Cinema. Int.: Alberto Testone, Adriano Chiaramida, Jakob Diehl, Orso Maria Guerrini, Antonio Garguilo.

Alberto Testone y su parecido con los retratos de Michelangelo. (NAIZ)

Lejos queda ya la etapa en Hollywood de Konchalovsky, a donde llegó gracias al éxito internacional de ‘Siberiada’ (1978), con la que había ganado en el Festival de Cannes el Premio Especial del Jurado. El anciano cineasta, que en agosto cumplirá los 85 años, pasa su vejez en Europa sin dejar de rodar, como lo hacía en sus tiempos de autor.

La coproducción rusoitaliana ‘Il peccato’ (2019) es su penúltima realización hasta la fecha, recuperada por la distribución después del estreno de ‘Queridos camaradas’ (2020), que ha sido su particular contribución a la disección histórica de la extinta Unión Soviética, y con la que ganaba en la Mostra de Venecia el Premio Especial del Jurado, sin olvidar que antes obtuvo allí el León de Plata a la Mejor Dirección gracias a ‘El cartero de las noches blancas’ (2014).

La película de Konchalovsky se sale completamente de lo que suelen ser las biografías al uso de grandes artistas clásicos ya que, en lugar de mostrar al genio, lo que hace es relacionarlo con las circunstancias históricas que le tocó vivir, para recrear su época como un mundo muy distinto del que conocemos. No es un relato de su vida, ni tampoco de su obra al completo, debido a que se detiene en un periodo crítico muy concreto en la Florencia de principios del XVI. Michelangelo Buonarroti aparece cansado y harto de la dependencia a la que obligaba entonces el mecenazgo, dentro de una sociedad dividida por la rivalidad entre familias para obtener el poder papal.

El papa Julio II le mantenía ocupado pintando el techo de la Capilla Sixtina, mientras las obras de su mausoleo se eternizaban, sin poder reanudarse ni siquiera al fallecimiento del pontífice romano. El artista vivía sumido en una realidad sucia y feista en su búsqueda de la belleza, trabajando la piedra como un cantero obsesionado con el mármol de Carrara, enfrentado a una tarea titánica siempre al borde de la locura creativa.