Cuando se acerca el fin
Esto no ha hecho más que empezar, pero el Festival de Cannes ya va a ritmo de sprint final. La competición por la Palma de Oro se dispara con la presentación de ‘Armageddon Time’, de James Gray, y ‘Eo’, de Jerzy Skolimowski, mientras que en la Quincena de los Realizadores nos espera ‘Un beau matin’, nueva joya con la firma de Mia Hansen-Løve
Cannes, tercer día de competición; cuarto de un total de doce. Estamos claramente en los primeros pasos de un maratón que, obviamente, debe completarse a partir de un cálculo hiper-meticuloso de las energías. Ya se sabe que quien llega a la línea de meta (en condiciones) es quien ha sabido contemporizar mejor el consumo de combustible.
Pero no, aquí en Cannes no se tolera el ir a medio gas; cuando se ha encendido la luz del verde del semáforo, solo se contempla la velocidad sideral. Tom Cruise y su escuadrón ‘Top Gun’ lo tenían clarísimo, y dieron buena cuenta de ello con una película que, desde la aparente comodidad del fuera de competición, pedía a este mismo concurso que se pusiera las pilas.
Dicho y hecho: en un abrir y cerrar de ojos, la carrera por la Palma de Oro ha superado la barrera del sonido. El Grand Théâtre Lumière se viste con sus mejores galas y por las escaleras aterciopeladas del Palais sigue el desfile de la curia hollywoodiense. Ahí está Julia Roberts, luchando contra sus vertiginosos tacones, y ahí va Anne Hathaway, acompañada por Jeremy Strong, estrella de primerísimo nivel del panorama televisivo gracias a su monumental trabajo en ‘Succession’… y, por supuesto, ahí llega James Gray, primer plato fuerte de esta 75ª edición del Festival de Cannes. Primera prueba de fuego para la Sección Oficial a competición… superada con muy buena nota.
James Grey, primer plato fuerte
El considerado como uno de los alumnos más aventajados en la conservación y reinterpretación del clasicismo fílmico americano presenta su nuevo trabajo, ‘Armageddon Time’, película de evidente calado autobiográfico, en la que seguimos las aventuras y desventuras de Paul Graff, un crío que afronta la siempre convulsa entrada en la edad adulta, en el Queens de 1980.
‘Roma’, de Alfonso Cuarón; ‘Belfast’, de Kenneth Branagh; ‘Fue la mano de Dios’, de Paolo Sorrentino; ‘Apollo 10 ½: Una infancia espacial’, de Richard Linklater, incluso ‘Dolor y gloria’, de Pedro Almodóvar… Los últimos años nos han dado una más que constatable proliferación de títulos en los que cineastas de renombre se han servido del aparato cinematográfico para revisitar su propia juventud.
Y en estas se encuentra James Gray, mirándose a sí mismo, y a su familia y a los Estados Unidos en los que le tocó crecer. De fondo, una entrevista televisiva nos muestra a Ronald Reagan avisando al pueblo americano sobre la inminencia del Armagedón (ni más ni menos) si él no sale elegido como próximo inquilino de la Casa Blanca. Así estaba el patio… y así sigue. James Gray, sobrio en la escritura y la puesta en escena, renuncia a la nostalgia a la hora de retratar el pasado; en vez de esto, va en busca de lo más importante. Esto es, el dibujo cálido y preciso de unos personajes que trascienden la mera recreación del álbum familiar.
El amigo inseparable de la infancia, el insoportable hermano mayor, la madre, siempre comprensiva, el padre, esa entrañable figura autoritaria, y el abuelo… el abuelo, por Dios. Anthony Hopkins, en la plenitud de su carrera, como apoyo infalible; como figura siempre presta a iluminar la oscuridad de nuestro mundo. El de ayer y el de hoy.
De repente, la jovialidad del relato, cercana a la obra universal de Mark Twain, va asentándose en un discurso político de una actualidad (y de una relevancia, ni falta hace decirlo) sobrecogedora. Aquí, a la hora de fundir la esfera íntima con la colectiva (pues el film va sobre la vida de James Gray, pero también se propone construir una imagen filo-utópica de lo que deberían ser los Estados Unidos), es cuando ‘Armageddon Time’ se descubre como aquello que se le podía pedir a este director: algo por lo menos muy cercano a la obra maestra.
Jerzy Skolimowski, autor de culto
Y con esto podría bastar, pero no, como se ha dicho, Cannes va con la sexta marcha puesta. Sin tiempo para digerir a Gray, aparece el polaco Jerzy Skolimowski quien, a sus 83 años de edad (quién lo diría), se le ocurre presentar otra película inmensa… por mucho que su premisa se empeñe en mostrar lo contrario. ‘Eo’, que así se titula, podría ir muy fácilmente a rebufo de ‘Al azar de Baltasar’, inolvidable clásico de Robert Bresson en el que se seguían los pasos de un asno. Aquí el protagonista es el mismo: un animal de circo que, sin saberlo, está a punto de embarcarse en una odisea alucinante.
Skolimowski se confirma, por si todavía había dudas, como un autor de culto irrepetible. Como uno de los cineastas más vibrantes del panorama actual. Siempre expeditivo, siempre capaz de sorprender. Su alegato animalista en contra de la crueldad que padecen los débiles es un fábula alucinante, cuyo desarrollo rabiosamente imprevisible plasma de forma magistral la sucesión ingobernable de avatares que marcan la existencia.
La de los animales, la de los seres humanos… la de todos los bichos. ¿Hacia dónde vamos? Hacia donde nos empujan las circunstancias: hacia el fin del mundo y el fin de los tiempos, o tal vez hacia la salvación. Un extremo y el otro se tocan, y a veces incluso colisionan, porque, con Skolimowski, el sentido de la maravilla es también el catalizador de un sentimiento insoportable de terror. Sencillamente brutal.
Mia Hansen-Løve, otra luminosa historia
Y para cerrar la jornada, ahora sí, la Quincena de los Realizadores sigue dándonos propinas memorables. Con ‘Un beau matin’, Mia Hansen-Løve se asocia con Léa Seydoux para retratar el día a día (a lo largo de prácticamente un año) de una madre viuda; una intérprete y traductora que debe afrontar la rápida degeneración física y psíquica de su padre, antaño un ilustre profesor universitario; ahora, un anciano cercano al fin.
Con ello, la autora francesa pone otra luminosa pieza en su sin lugar a dudas brillante filmografía. Su cámara, siempre sensible y respetuosa con la autonomía emocional de sus personajes, es una generadora de complicidades ideales para que la vida fluya en la pantalla como fluye en nuestros hogares.
El gusto naturalista en la filmación luce así como un resultado lógico de un guion (firmado por la propia cineasta) donde la comedia y el drama; el romance y los desamores encajan deliciosamente como caras de la misma moneda.