Cali vota entre las brasas del estallido social
Colombia decide su futuro este 19 de junio tras el histórico estallido social de 2021. Las elecciones presidenciales llegan precedidas de una huelga general que fue reprimida con especial dureza en Cali, la tercera mayor ciudad del país.
Jenny Mellizo muestra la documentación de su hijo Harold
«Mi hijo arriesgó su vida por su país y el mismo Estado me lo mató», lamenta Jenny Mellizo, madre de Harold Antonio Rodríguez, muerto por un disparo de la policía. Harold cayó fulminado de un balazo en el rostro a pocos metros de donde Jenny atiende su negocio de venta de repuestos de motocicleta: un puesto informal sobre la acera de la rotonda de Siloé, uno de los barrios más populares de Cali.
—¿Estaba Harold participando en las protestas?
—No. Solo fue a comprar una salchipapa.
Harold bajó a por algo rápido para cenar sobre las ocho de la noche del 3 de mayo de 2021, cuando Colombia permanecía paralizada por la huelga general convocada cinco días atrás. Las manifestaciones se extendían por todo el país. El estallido social del año pasado explotó con mayor intensidad entre la ciudadanía caleña, que tomó las calles de la tercera mayor ciudad del país. La respuesta de la policía también fue aquí mucho más dura.
«A mi hijo lo mataron el día anterior a que firmase su primer contrato de trabajo», recuerda Ángela Jiménez, madre de Kevin Anthony Agudelo. La bala penetró a Kevin por el costado del tórax y le alcanzó los dos pulmones, la vena cava y la arteria aorta. Fue herido de muerte enfrente del puesto de Jenny, solo unos minutos antes del fallecimiento de Harold. El proyectil provenía del fusil de un agente.
—¿Por qué a Kevin le apodaban ‘El Polaco’?
—Porque a mí de pequeña me decían ‘La Polaca’. Pero yo a él le llamaba flacuchento.
Medía un metro ochenta y siete y era muy delgado.
Kevin dormía con su madre en uno de los dos cuartos de la vivienda familiar de Siloé. La otra habitación la ocupaba la abuela Esther. Ángela crió a su hijo en este barrio humilde que trepa por la ladera occidental de Cali. Frente a la puerta del hogar familiar un grafiti conmemora a ‘El Polaco’, pero ella confiesa que intenta no mirarlo demasiado y desliza que su hijo aparenta más edad en el mural.
La víspera del día en que lo mataron, Kevin había terminado las prácticas tras estudiar Tecnología en Electricidad Industrial durante dos años y medio en instituto público colombiano. «El día de su muerte se despertó ilusionado porque con su sueldo podría tener una moto y comprar una lavadora para nuestra casa».
Tenía 22 años. Harold acababa de cumplir 20.
Entre lo que más duele a Ángela y a Jenny es que las autoridades hayan pintado a sus hijos como delincuentes.
Tres meses antes de morir, Harold había concluido un servicio militar de casi dos años en el Ejército de Colombia. Llegó a ser ascendido a Dragoneante, el rango de un soldado que destaca en su adiestramiento y comanda una pequeña escuadra de su mismo escalafón.
—Harold ingresó en el Ejército porque quería ser Policía—. Jenny señala entre lágrimas esta macabra paradoja.
El 15 de abril de 2021, el entonces ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, presentó en el Congreso una reforma fiscal que contemplaba gravar el consumo de productos básicos y bajar el umbral de ingresos a partir del cual se aplica el impuesto sobre la renta: una losa sobre las clases medias y bajas.
Era, además, un momento inoportuno para la economía de Colombia. El país estaba sufriendo la peor oleada de contagios de Covid-19, que impedía la recuperación tras haber cerrado 2020 con un desplome del 7% en el Producto Interior Bruto. La tasa de desempleo se disparó a principios del año pasado hasta el 17%. Ante el anuncio de reforma tributaria, los sindicatos convocaron huelga general el 28 de abril.
—Cali era ya una bomba social—, advierte el politólogo caleño Sebastián Gutiérrez.
La capital del Valle del Cauca sufría un paro aún más elevado que las otras dos grandes urbes colombianas, Bogotá y Medellín. El empleo informal en Cali, castigado en mayor medida por la pandemia, superaba el 45%. «Hay un alto nivel de pobreza en la ciudad y si las necesidades más elementales no están resueltas, cualquier cosa puede pasar», resume Gutiérrez.
Cualquier cosa bien podría ser el estallido social. La huelga tuvo un seguimiento masivo y las manifestaciones continuaron durante los días siguientes a la jornada del paro nacional. Se desataron altercados y el Gobierno respondió con mano dura: cargas policiales, gases lacrimógenos, bombas aturdidoras, munición real. Tal reacción avivó aún más el fuego. Sobretodo en Cali.
Cali, nocturna y festiva, capital mundial de la salsa, hija predilecta de la rumba, célebre por su espíritu ardiente, conocida como la sucursal del cielo, nunca estuvo más lejos de ese paraíso. De las 80 personas que murieron en Colombia durante el estallido social —según la ONG Indepaz— 45 perdieron la vida en las calles caleñas. Entre ellos, Nicolás García Guerrero, de 21 años, tras recibir un disparo de la policía el 3 de mayo.
Guerrero falleció mientras participaba en un homenaje a otros manifestantes que ya habían muerto durante el paro nacional. Precisamente en protesta por el homicidio de este joven se organizó un acto público de recuerdo, una velatón, en la rotonda de Siloé. El barrio se convirtió aquella noche en sucursal del infierno, escenario de uno de los episodios más brutales de la represión policial contra las movilizaciones.
«Yo viví mi niñez en el campo y eso se veía solamente en las zonas rojas, en el monte, cuando el Ejército combatía con la guerrilla”. Así lo asegura Jenny, quien se crió en un entorno rural vallecaucano. De todas las balas que dispararon los agentes durante horas aquella noche tras disolver la concentración por Nicolás, dos mataron a Kevin y a Harold. Un velatorio condujo a otro, y este último a otro más.
La protesta se mantuvo
Los manifestantes bloquearon 26 puntos estratégicos de Cali y paralizaron por completo la ciudad durante más de dos meses. No les apaciguó la retirada de la reforma fiscal ni la dimisión del ministro Carrasquilla, cinco días después de la primera jornada de huelga. Hogares y empresas quedaron desabastecidos de alimentos y suministros. El paro concluyó en julio pero persiste el riesgo de que se reactive mientras el malestar continúe latente.
«Hay grupos que están preparados para retomar la movilización pero no sé si la gente está dispuesta a asumir el coste de un nuevo paro», sostiene Gutiérrez. Él considera justificada la motivación de las manifestaciones, pero desaprueba los destrozos de infraestructuras o los enfrentamientos contra la policía. «Las protestas quedan en la historia reciente de nuestro país como el retrato de una sociedad tensionada que finalmente revienta».
—En Cali es donde más ha aumentado la pobreza extrema durante la pandemia—, apunta María Isabel Ulloa, directora ejecutiva de la fundación empresarial Propacífico.
Según Ulloa, entre las causas que provocaron el paro nacional destaca la vulnerabilidad que sufren los jóvenes desempleados, defraudados por la falta de expectativas vitales a pesar de su formación. “De nuestro diálogo con los manifestantes ha nacido la iniciativa Compromiso Valle que ya está favoreciendo la integración social y laboral de 28.000 personas”, defiende como aporte de su organización para sofocar el incendio caleño.
Duque, heredero del uribismo conservador, deja la Presidencia con un índice de reprobación superior al 70%. Los colombianos escogerán este día 19 a su sucesor entre dos candidatos antagónicos: Gustavo Petro, quien aspira a ser el primer presidente de izquierdas, o Rodolfo Hernández, líder populista que trata de aglutinar el apoyo del espectro ideológico restante. Las encuestas prevén un tenso conteo que podría decantarse por un puñado de votos.
Tras la última vista judicial, el pasado 6 de junio, Ángela y Jenny tienen perspectivas muy diferentes acerca de la investigación sobre la muerte de Kevin y Harold. La madre de Kevin opina que la fiscalía ha reunido pruebas suficientes para probar que su hijo fue víctima de un homicidio agravado. La madre de Harold piensa lo contrario y concluye: “Lastimosamente, en Colombia solo hay justicia para los de cuello blanco”.
Entre los muchos traumas que el país digiere antes de las elecciones, el estallido social es el más reciente, aún humeante. Las urnas abrirán el domingo entre las brasas de las protestas. Un leve soplo de viento podría reavivarlas en Cali.