A la velocidad de la muerte
Arranca la 75ª edición del Festival de Cine de Locarno con el sangriento frenesí de ‘Bullet Train’, cinta de acción hiperbólica, presentada fuera de competición, en la que David Leitch se asocia con el carisma de Brad Pitt, Sandra Bullock, Aaron Taylor-Johson y Joey King, entre otros.
Es cierto que sobre el papel, y teniendo en cuenta los antecedentes, puede chocar, y mucho, que un festival históricamente tan consagrado a poner el foco en las nuevas y más radicales autorías cinematográficas otorgue los honores de la apertura de su 75ª edición (la que debe marcar el retorno a la añorada normalidad prepandémica) a una película teóricamente tan fuera de la liga de Locarno como ‘Bullet Train’, un vehículo tan lujoso como despampanante.
Pero así son las cosas, y así lo ha querido el equipo comandado por Giona Nazzaro, al cual en su segundo año de mandato se le ha encomendado la misión casi imposible de recuperar la gloria perdida a causa de la marcha de Carlo Chatrian (ahora máximo responsable de la selección de films de la Berlinale).
El caso es que, tal y como apuntaron las líneas de programación del año pasado (donde se mostró una filia inesperada por el cine de género), a lo mejor la fórmula del éxito por la que se apostará ahora consistirá en una especie de potenciación de un modelo híbrido en el que coexistan propuestas de gran público (un frente que el añorado Chatrian ya explotó en la sección Piazza Grande) y aquellas que, de momento, están reservadas a una cinefilia más dura.
Así, a lo largo de los próximos días, Locarno será la plataforma de presentación de los nuevos trabajos del ruso Alexander Sokurov, del luso-angoleño Carlos Conceição, de la alemana Helena Wittman o del azarí Hilal Baydarov.
Todos ellos competirán por el Leopardo de Oro, uno de los galardones más preciados dentro del mundo del cine de autor, como muestra un palmarés reciente donde brillan nombres como Albert Serra, Hong Sangsoo, Wang Bing o Lav Diaz.
Aparte de todo esto, y a ello vamos, estarán una serie de sesiones encargadas de recordarnos que, incluso en citas aparentemente tan inaccesibles como esta que se celebra en la orilla suiza del lago Maggiore, también hay espacio para los gustos más populares.
Con Brad Pitt y un elenco de escándalo a bordo del Tren Bala
Y ahora sí que sí, arranca el 75º Festival de Cine de Locarno fijando la primera estación en uno de los títulos a priori más destacables dentro de la temporada palomitera veraniega.
‘Bullet Train’ es la nueva película de David Leitch, quien, junto a Chad Stahelski (su pareja de baile en la celebrada primera entrega de la saga ‘John Wick’), figura ahora mismo como uno de los elegidos para revolucionar el cine de acción made in USA.
Pero, sobre todo, hablamos del presumible nuevo hit en la deslumbrante carrera de una de las últimas grandes estrellas de Hollywood: Brad Pitt. Esta irresistible encarnación de lo cool se pone ahora en la piel de un asesino a sueldo autofustigado por una mala suerte que a su entender es legendaria. Una mala sombra que no logra quitarse de encima, con lo que decide dejar su arriesgadísimo oficio… esto sí, y cómo no, después de embarcarse en un último encargo.
Ahí está la premisa y el pretexto de ‘Bullet Train’: un viaje en el mítico Tren Bala japonés; un convoy donde resulta que se va a registrar la mayor densidad de seres letales del planeta. Está el sicario al que da vida Mr. Pitt, pero también dos gemelos tremendamente hostiles, una mascota infantil, un padre desesperado, una serpiente venenosa y una niña de apariencia angelical. Heraldos de la muerte, todos ellos, viajando a la frívola velocidad con la que una persona puede liquidarse en una comedia de aventuras yankee.
Ahí está la –negrísima– gracia del asunto, en presenciar el alegre caos de mil partículas chocando entre sí en un espacio reducido y, por supuesto, en comprobar la baja esperanza de vida de todos y cada uno de los implicados.
En esto y, claro está, en un elenco de escándalo. Acompañando a Brad Pitt tenemos a Sandra Bullock, Aaron Taylor-Johson (homenajeado este año en el certamen suizo), Joey King, Michael Shannon, Zazie Beetz o, por qué no, al mismísimo Bad Bunny. Una congregación de nombres imposible para una pirueta letal igualmente increíble, sostenida a lo largo de más de dos horas.
De la novela de Isaka al cine de Tarantino
David Leitch adapta la novela homónima de Kotaro Isaka como si de un cómic pueril se tratara. Los enredos y misterios del autor japonés se traducen aquí como un recorrido colorido e híperfrenético en el que las salvajadas del cine de Tarantino chocan frontalmente con el cine de súperhéroes más desenfadado.
Aquel en el que los placeres adultos se definen por dar rienda suelta al niño –malévolo– que llevamos dentro. Y así de alegre avanza ‘Bullet Train’: sin parase a pensar en las posibles consecuencias desastrosas de sus actos, sin reparar en gastos, empalmando y cruzando flashbacks con explosiones, puñetazos y cuchilladas.
El tren de la muerte cabalga desbocado sobre unos raíles manchados de sangre, teniendo una ratio de acierto en los disparos más bien baja (ahí está parte del encanto de la propuesta: que se mueve como un elefante en una chacharrería)… pero justificándose por completo cada vez que da en la diana.
A una película, a un festival de cine y, desde luego, a Brad Pitt les puede bastar con una sonrisa desarmante, con un chiste bien lanzado o con un montaje inspirado para cerrar la función con buen sabor de boca. Las 11.000 localidades de la Piazza Grande, agotadísimas por supuesto (de esto se trata): Locarno y el pistoletazo de salida soñado.