Un nuevo despertar
El verano de 2022 está sirviendo para que las salas de cine recuperen parte del pulso perdido, pero por el camino también estamos encontrando una serie de situaciones que captan a la perfección el momento por el que está pasando, no solo el sobre-saturado mercado del Viedeo On Demand, sino más bien una industria (la cinematográfica, se entiende) que no consigue asentar tendencias; que sigue dudando con cada paso dado. Ahora mismo, y aquí está el titular, se han estrenado, en distintas plataformas, y al mismo tiempo, tres películas que hasta no hace mucho, las habríamos descubierto, sí o sí, en pantalla grande, en compañía de desconocidos, y seguramente con un bol inmenso de palomitas entre los brazos.
Me refiero a ‘Trece vidas’, de Ron Howard, con Colin Farrell, Viggo Mortensen y Joel Edgerton (recreación, a partir de hechos reales, del rescate de un joven equipo tailandés de fútbol, disponible en Amazon Prime Video), ‘Luck’, de Peggy Holmes (película de animación apadrinada por John Lasseter, padre fundador de la factoría Pixar; producida por Apple, y disponible en su propio catálogo digital, claro) y la que ahora nos va a ocupar: ‘Predator: La presa’, de Dan Trachtenberg, nueva adquisición, en nuestro territorio, de Disney+. Esta producción original de 20th Century Fox («20th Century Studios», desde que dicha major fuera absorbida por el gigante que ahora posee los derechos de Star Wars y Marvel, entre otras muchas minas de oro) nos lleva, como promete el título, al universo fílmico iniciado en 1987 por ‘Depredador’.
Recordemos que aquel clásico del cine de acción dirigido por John McTiernan (¿el mejor realizador del género de aquella época?) y protagonizado por Arnold Schwarzenegger, seguía la incursión de un grupo de mercenarios contratados por la CIA, que debían rescatar a unos pilotos apresados por una guerrilla centro-americana, pues bien, esta nueva aventura viste con las pieles de precuela, pues nos lleva a las grandes llanuras del pueblo comanche, en el año 1719. Allí, la cámara se fija en Naru, una joven aventurera que lucha por subvertir el orden patriarcal de su tribu, y que intenta someterse a un rito de iniciación que le otorgará el estatus de cazadora. Un rango que despertará el respeto y la admiración por parte de sus hermanos y hermanas… pero que antes la confrontará a una de esas líneas rojas que a priori no está dispuesta a cruzar: matar a un ser vivo.
Pero en el mundo de ‘Predator’, ya se sabe, todo se reduce a matar o a ser matado. Con esta tesitura siempre en mente, el director de ‘Calle Cloverfield 10’ (una de las grandes joyas del cine de ciencia-ficción modenro) consigue cumplir, de manera muy efectiva, la promesa de un drama de supervivencia en el que la violencia que impregna el relato, da forma tanto a la espectacularidad como al compromiso de un producto cuyo regreso al pasado se lleva a cabo con conciencia muy actual. Aquí está la identidad de la película, y también sus principales problemas. Y es que ‘Predator: La presa’ debe leerse claramente en clave «woke», es decir, en el contexto de una industria hollywoodiense que intenta purgar su mala conciencia con, por ejemplo, un revisionismo histórico en el que el ayer fantasioso debe ejercer como pilar para construir, ahora, un mundo mejor.
O sea, que a través de una línea editorial marcada por la inclusividad, ahora hay feminismo, respeto por todo tipo de sexualidad y representación de todas las razas del planeta… allí donde antes no la había. Esto, a nivel de recreación histórica, supone una patada que dejaría fuera de combate a más de un académico. Pero esto, por supuesto, es una fantasía; un cuento bastante pueril (ahí está parte de su encanto) cuyas fronteras pueden delimitarse con total libertad, faltaría más… el problema, es que estas buenas intenciones que ahora guían a cierto progresismo estadounidense, en realidad se muestran preocupantemente negligentes con algunas cuestiones clave en el seno del debate social, lo cual no deja de ser un síntoma de cierto supremacismo por parte de la que sigue siendo la primera súper-potencia mundial.
Hablo, especialmente, de la cuestión lingüística en la película en cuestión. Y es que por mucho homenaje a los pueblos nativos de América del que se quiera hacer bandera, al final lo que acabamos oyendo es a prácticamente todo el mundo (del bando de los «buenos») hablando en perfecto inglés. El pérfido hombre blanco (encarnado aquí por un sarnoso grupo de tramperos), se comunica en francés. O sea, que la lengua en la que se ha confirmado el exterminio de las culturas originarias de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos, se blanquea aquí a través de la inevitable identificación de la audiencia con unos personajes que, de forma heroica, se levantan y luchan contra la injusticia; contra un enemigo que de manera cobarde, y sirviéndose de una superioridad tecnológica insalvable, arrasa todo lo que encuentra por el camino.
Del «depredador» alienígena hablamos, pero de nuevo, de las huestes invasoras que, llegadas de Europa, se apoderaron de toda América. ‘Predator: La presa’ puede escucharse también en opción «Comanche», pero dicha versión no deja de ser un doblaje; un añadido a un original que, queriéndolo o no, desvela que por mucho que ciertas élites estén dispuestas a repensar sus privilegios, hay algunos de estos (los de una lengua con la que todo el mundo, en principio, puede y debe comunicarse) que de momento no hace falta tocar. Porque aunque no lo quiera, Hollywood siempre termina por exponer sus hipocresías: aquello que le importa… y aquello que no tanto.