‘Entre montañas’, el viaje íntimo de un chaval del Pirineo
Las estaciones discurren tranquilas en un pueblo del Pirineo, aunque la época no lo sea tanto: años 2020-2021, en plena pandemia. Unai Canela –18 años muy viajados– graba sus salidas al monte, a la búsqueda de animales. El resultado: el documental ‘Entre montañas’, repleto de pequeñas joyas.
Cuando tenía 11 años, Unai Canela (Barcelona, 2004) reconoce que se le «despertó algo» hacia el cine. Más o menos corresponde a la época en la que se rodó ‘El viaje de Unai’ (2016), el largometraje documental dirigido por su padre, el reconocido fotógrafo de naturaleza navarro Andoni Canela, donde se recoge el viaje de la familia –la madre, Meritxell; y la pequeña de casa, Amaia– alrededor del mundo a lo largo de un año.
Narrado a través de la voz de aquel Unai niño, el filme recoge la búsqueda de siete animales emblemáticos para fotografiarlos y mostrar la delicada situación en la que se encuentran, y también la aventura de viajar en familia, con niños pequeños.
Del Himalaya al Pirineo leridano
No es la única aventura que ha vivido Unai en su vida. De hecho, aunque ahora sea un recién empezado, acumula ya una larga experiencia como fotógrafo y documentalista de naturaleza. Los Canela han rodado la serie ‘Espíritu Salvaje’ (Mediaset, 2017), el largometraje documental ‘Panteras’ (2021) y ahora Unai estrena en solitario en esta edición de Zinemaldia, en la sección Made in Spain, ‘Entre montañas’. Un título que llegará a las salas de cine a finales de octubre.
«Estábamos grabando ‘Panteras’ en el Himalaya y, con la pandemia, nos cortó toda la producción. De repente me encontré de nuevo en el pueblo donde crecí y sin nada que hacer. Así surgió esa idea, fue como un reencuentro con el lugar donde yo había crecido de pequeño», explica.
Estrenada el pasado año, ‘Panteras’ es el resultado de cuatro años de trabajo de padre e hijo recorriendo el mundo en busca de los últimos grandes felinos: el jaguar del Mato Grosso, el guepardo del Kalahari, el tigre de Rajastán, el puma de la Patagonia, el leopardo de Ceilán, el lince ibérico de Sierra Morena y el león de Masái Mara. Y acaba en el ‘techo del mundo’, donde Andoni y Unai tratan de encontrar al legendario leopardo de las nieves.
Pero, a consecuencia de la pandemia: del techo del mundo, al Pirineo leridano. De los grandes felinos, a la naturaleza de cerca de casa, esa que muchos ni conocemos, ni nos hemos parado a mirar con detenimiento. Tan exótica y tan cercana a la vez.
Encontrarse en el silencio
Rodada durante los 18 meses de confinamiento y pandemia, ‘Entre montañas’ es una auténtica curiosidad, un disfrute para las sentidos: no hay aviones comerciales, ni se ven coches, los animales salvajes han recuperado terreno a los humanos y les han perdido el miedo –poco les duró–... y, en ese momento «raro», un chaval hace lo que siempre le ha gustado: caminar durante horas, hacer deporte y entrenarse en la escalada, pasar la noche solo en la montaña, seguir el rastro a los animales salvajes, fotografiarlos... en suma, disfrutar de esa libertad que da la naturaleza.
Sarrios, ciervos, zorros, jabalíes, marmotas, vacas, yeguas, mirlos y gorriones son los únicos compañeros de Unai en esos instantes de gran belleza. La berrea, el pase de las estaciones con el cambio de colores, los sentimientos que le provocan... escenas de gran belleza rodadas por él en su mayoría –ha contado con la ayuda de su padre también–, con un sonido real y espectacular que te lleva a sentir que estas también en esas madrugadas y anocheceres. La banda sonora también es propia: ha escrito las canciones y les ha puesto su voz, aunque la banda sonora es de su amigo Iván Caramés.
Jóvenes y creatividad
Rodeado del silencio –los únicos humanos que aparecen en el filme son su hermana Amaia, una despierta y graciosa cría; y sus padres–, de alguna manera Unai conecta con su yo interior. «Mi idea era, de la manera más intima y más minimalista posible, crear una historia con un toque de misticismo», reconoce este adolescente que estudia Antropología y parece que afronta este momento crucial de su vida –tirar en una dirección o en otra– con bastantes ideas claras. Un clave la da el tatuaje que luce en una pierna, en homenaje al ‘Fritzcarraldo’ de Werner Herzog, su cineasta preferido.
Tras este documental hay, además, una cierta reivindicación de su generación. Por ejemplo, no dice en qué pueblo se desarrolla la historia y hay una razón: «Lo que pasa con el cine documental es que, sobre todos los jóvenes, lo vemos y decimos: ‘Es una pasada, pero nunca podré ir a verlo, ir al Himalaya’. Y no dándole nombre al pueblo es como que podría el ser pueblo de infancia de cualquiera, porque es cuestión de salir y apreciarlo como cualquier otro sitio», explica.
«Esta película nos ha dado la oportunidad de decirnos que realmente no necesitas tres cámaras o irte a la India; esta es una película que te cuenta que esta experiencia la puede vivir cualquiera, simplemente es salir a pasear», añade.
La pandemia ha sido dura para los jóvenes. «Yo creo que igual nosotros mismos, los jóvenes, nos damos un poco de caña, como aplastándonos a veces», explica. ¿Aplastarse? «Si, por ejemplo, no se nos ve como los que estimulamos más la cultura. Y a mí me gusta, no solo como creador, lanzar una película en la que jóvenes como yo se sientan identificados, tanto jóvenes de ciudad o no, es como dar una poco dar voz a la juventud en festivales como este, que son grandes referentes, pero donde a la juventud no se le ve tanto.»