Dividido, el centro-izquierda se prepara para ser oposición en Italia
Sin un liderazgo nítido, los partidos progresistas pagarán el coste de preferir ir en papeletas separadas en las elecciones de mañana, algo que la derecha extrema de Meloni y Salvini supo aprovechar. Crece Conte y baja Letta en las encuestas al final de la campaña.
Las fuerzas progresistas en Italia se encaminan a ser oposición ante un casi irreversible triunfo de la derecha radical, y la batalla se centra ahora en quién liderará al centro-izquierda en lo que se espera sea una legislatura combativa con un giro brusco de Roma hacia posiciones conservadoras tras las elecciones generales que tendrán lugar mañana.
Ante todo, cabe dejar claro que el eje izquierda-derecha está algo enrarecido en la política italiana desde hace ya varios años. Las fuerzas consideradas de izquierda no lo serían quizás en parámetros de otros Estados europeos. Pero la radicalización de los conservadores es tal, que partidos con posiciones centristas y ligeramente progresistas como el Partido Democrático (PD) son considerados de izquierda.
Así las cosas, las tres principales formaciones del espectro progresista (el PD, el Movimento 5 Stelle y Azione Italia Viva) serán víctimas de su propia estrategia de fragmentación y al concurrir divididos le han regalado la alfombra roja a la derecha extrema y a Forza Italia de Silvio Berlusconi, que en alianza superarán los 44 puntos, según todas las encuestas.
La suma de los tres partidos de la izquierda, según los últimos estudios de opinión, alcanzaría el 41%, y quizás hasta 45% del voto popular si se contabilizan también a los minoritarios Unione Popolare y los Verdes. Pero el quid de la cuestión está en su división. El sistema electoral italiano reformado en 2017 y 2020 premia con creces a la primera minoría, dotándole de sobrerrepresentación y castigando al resto, especialmente a las terceras fuerzas. La unidad de Meloni, Salvini y Berlusconi será la llave de su holgada suma de escaños.
Voto útil y recuperación del M5S
Las últimas elecciones generales las ganó en 2018 el entonces populista Movimento 5 Stelle (M5S), que al final alcanzó un inimaginable acuerdo con la derecha extrema de la Lega, que quedó en segundo lugar, y sus líderes dejaron paso a un dirigente de bajo perfil llamado Giuseppe Conte para que encabezara el Gobierno. La pandemia hizo que Conte pasara a tener su momentum y escalara en la valoración colectiva.
En los comicios de mañana es Conte quien lidera la candidatura a presidente del Consejo de Ministros (como es el nombre oficial del cargo de primer ministro). Los analistas coinciden en que el M5S ha virado en los últimos tiempos a un partido progresista y ecologista más tradicional, aunque mantenga ciertos rasgos de discurso populista. De hecho, fue bajo el Ejecutivo del actual candidato que se impulsó el referéndum (que los italianos aprobaron) para reducir alrededor de un tercio los escaños del Congreso y otro tanto los del Senado, disminuyendo la representatividad de las minorías.
La sorpresa en este último esprint de campaña la ha dado el M5S, que ha crecido en las encuestas y está virtualmente empatando con la Lega en el tercer lugar, con alrededor del 13% de intención de voto. Este ascenso se ha dado especialmente en el postergado sur italiano, a quien Conte parece dirigir sus propuestas de protección social.
Su principal mantra esta campaña ha sido la promesa de establecer una renta básica universal, ampliando el «ingreso de ciudadanía» ya instaurado en 2018. Tanto Matteo Renzi como Giorgia Meloni han cuestionado a Conte, argumentando que ha ido al sur a intentar comprar votos con su promesa de dinero. El candidato les ha respondido desde la región de Campania utilizando el napolitano, la lengua autóctona: «Non tengono scuorno (No tienen vergüenza)».
La pugna por el liderazgo de la izquierda la tiene Conte con Enrico Letta, también ex primer ministro (2013-2014) y quien encabeza la candidatura del PD, la formación que secunda las preferencias con más del 22%. Este partido tradicional, considerado por muchos de centro y del establishment, es el mayor beneficiado del voto útil que quiere contrarrestar a la derecha extrema de Fratelli d’Italia (Fd’I), que lidera todos los sondeos con más de 25 puntos porcentuales.
Letta, de perfil tecnócrata, ha hecho hincapié durante la campaña en infundir miedo por el ascenso de Fd’I y la Lega. «Sería muy negativo para toda Europa si ganara Meloni», ha reiterado hasta el cansancio en los últimos días, ha señalado el peligro que representa Rusia y ha advertido de que o se está con Europa o se está con Putin, en clara alusión a Matteo Salvini, quien no ha escondido su simpatía por el régimen ruso y se ha quejado de las sanciones por la invasión a Ucrania.
El PD sufre igualmente en términos electorales la escisión que representó la partida de Renzi, otro ex primer ministro que en su momento fue la gran promesa progresista italiana, pero que renunció cuando perdió el referéndum que impulsaba un cambio constitucional en materia electoral (que finalmente se hizo luego por mayoría cualificada).
En el muy improbable caso que las formaciones de izquierda sumaran la mayoría simple (316 diputados y senadores), junto al apoyo de alguno conservador moderado o partido regionalista, la constitución de una alianza no sería sencilla. De hecho, al salir de un acto electoral en Génova, Conte ha afirmado: «En cuanto a la perspectiva de colaboración con este Partido Democrático, con estos líderes del Partido Democrático, no hay perspectiva».
«Hay una competencia de cuatro que nos tiene a nosotros como los únicos hablando de contenido; una derecha soberanista, pero fuerte; un M5S que con el voto del clientelismo, a base del ingreso por ciudadanía, está levantando en las encuestas en el sur; y un PD incierto que aún no ha aclarado si se convierte en el partido reformista o en el genérico del M5S», ha declarado esta semana Renzi, colaborando con el clima de≠ desunión.
Renzi, cuestionado por ser en exceso personalista, también ha dado que hablar en la campaña, en la que le recordaron que tras prometer su retirada, no solo sigue en activo sino que cobró miles de dólares de una fundación de Arabia Saudí por asesoramiento. Además, protagonizó un escándalo por volar de Napoli a Lugano en su jet privado y haber emitido 5 toneladas de CO2 a pesar de su discurso ambientalista.
NAIZ indagó entre casi una decena de jóvenes italianos y ninguno conocía a alguien que fuera a votar por Meloni o Salvini. Puede suceder que haya un voto vergüenza oculto (como ocurrió en el Estado español con Vox), pero sobre todo que, en un país envejecido como Italia, los discursos que se apoyan en las fobias y el nacionalcatolicismo apelan a los mayores de 40 años.
Sara tiene 33 años de edad y es oriunda del norte de Lombardía. Vive hace una década en Madrid y no oculta su espanto por la deriva de la política italiana. «Me preocupa mucho porque, además, estoy convencida de que ganará Meloni. Me indigna ver cómo mi país, en lugar de ir hacia adelante, vuelve para atrás. Italia entrará en un nuevo medioevo y justo en un momento tan delicado con una guerra y una crisis económica y climática», teme.
Añade que los jóvenes son «los olvidados por completo» de la política italiana y recuerda que menos de la mitad de los menores de 35 años votaron en las últimas generales. Preguntada sobre por qué la derecha extrema lidera las encuestas, opina que «la gente tiene miedo, es un mundo que se mueve muy rápido y vivimos situaciones inesperadas y dramáticas», sumado a que los medios italianos «más que informar, confunden y siembran más miedo».
Si la derecha extrema formara Gobierno, considera «imposible pensar en volver a vivir» a su país y pedirá en ese caso la ciudadanía española aunque le implique renunciar a la italiana. «El otro día en una cena con amigas italianas, una de ellas me dijo que si gana Meloni se vendrá a Madrid y se hará española. Así estamos», concluye.
Davide, de 41 años, criado en Milano, pero residente hace 15 años en la capital español, asegura que siempre le ha preocupado un Ejecutivo de derechas, «pero esta vez aún más, no solo porque sería de extrema derecha, sino más aun porque son populistas». Dice, con razón, que la extrema derecha ya fue parte de un Gobierno italiano (Alianza Nacional fue aliada parlamentaria de Berlusconi en uno de sus mandatos), pero apunta que «en el Gobierno se iban moderando y tenían un discurso con un programa».
«En cambio ahora esta ultraderecha no tiene nada, no están presentando ni un programa, solo lanzan frases de efecto que dan miedo y me atemoriza que una vez que estén en el Gobierno se sientan con las manos libres de hacer cualquier cosa, porque precisamente no tienen un programa. Ellos se esconden detrás de los mismos tres argumentos con gancho y nada más», lamenta.
Davide cree que los ciudadanos conservadores van a premiar a Meloni porque «ha sido la de ideas más constantes, no ha cambiado casi de discurso a lo largo de años y por eso la gente la ve más seria». Se reconoce como un votante de izquierdas de toda la vida, y preguntado si está decepcionado por la fragmentación, responde: «No me decepciona porque no es una novedad la división en la izquierda, es una constante».
Finalmente, expresa temor por las amenazas de modificar legislación en cuanto al aborto o la unión civil entre personas del mismo sexo y añade que sin dudas con este escenario ni se le cruza por la cabeza regresar a su país. A la luz de las encuestas de opinión, el domingo la juventud progresista italiana se llevará otra amarga sorpresa.