Italia dará el triunfo a la derecha radical por primera vez desde Mussolini
Las sucesivas modificaciones del sistema electoral en Italia harán que lo que en votos totales son dos bandos equilibrados acabe en una descompensación brutal. La coalición de derechas, liderada por sucesores del fascismo, ganará hoy y podría incluso cambiar la Constitución.
"Insieme, per l’Italia (Juntos, por Italia)”, se leía en letras gigantes en el cartel de atrás del escenario montado en la Piazza di Popolo, en el centro de Roma. Allí fue el cierre de campaña conjunto de la coalición de derecha radical liderada por Fratelli d’Italia que ganará las elecciones este domingo y que se llevará una holgada mayoría de escaños.
Aquel eslogan no es casual. Ni tampoco la publicación de la foto con los cuatro líderes de la coalición en la cuenta de Twitter de la candidata a primera ministra, Giorgia Meloni, que destaca con un “uniti (unidos)”. Es que es esa visión estratégica de alcanzar una alianza electoral de cuatro partidos es la que les facilitará el acceso al poder. Contarán a favor con la falta de altura de miras de la dividida izquierda.
Casi 50 millones de italianos podrán elegir hoy a un gigantesco abanico de partidos que, en los hechos, se estructura en dos bloques: uno muy conservador y otro más progresista. Cuesta en el país de la forma de bota utilizar las categorías de izquierda y derecha, porque el transfuguismo y los cambios ideológicos están tan a la orden del día, y el discurso tan escorado a la derecha, que el centro acaba jugando de izquierda y el berlusconismo, como el moderado.
Quien lidera todas las encuestas es, y quizás por eso mismo las lidera, la persona más constante en discurso y praxis: Giorgia Meloni, el fenómeno político de los últimos años, que pasará del 4% de los votos en 2018 (últimas generales) a alrededor del 25% La dirigente romana, exministra de Berlusconi, proviene del posfascismo nítido que hoy ha devenido en Hermanos de Italia, según su nombre en castellano.
Meloni pasará del 4% de los votos en 2018 (últimas generales) a alrededor del 25%.
En el frente está acompañada por la Lega del exministro de Interior que peleaba con las pateras con migrantes, Matteo Salvini, por Forza Italia (de Berlusconi) y por un partido minoritario llamado Noi Moderati (Nosotros los Moderados), una escisión del berlusconismo.
El polo contrario es el oasis de la fragmentación (y de los exprimeros ministros, ya que todos los candidatos lo han sido ya), con el centrista Partido Democrático que lleva de cabecera a Enrico Letta, el Movimento 5 Stelle (Movimiento 5 Estrellas), que lidera Giuseppe Conte, y el Italia Viva de Matteo Renzi.
Dos bloques en pugna
El bloque de la derecha radical, con sus cuatro partidos, aglutina según todas las encuestas alrededor del 44% de los votos, con Fratelli d’Italia liderando en 26 puntos, creciendo en detrimento de Lega, que orilla el 11% en tendencia a la baja, un 7% para los de Berlusconi y 1,4% para Noi Moderati. En términos ideológicos, aunque fuera de esta alianza, los ultras suman otro 2,5% de la mano de ItalExit.
Las diferencias entre los partidos de la coalición que ganará son muchas y van desde el papel ante Putin y Rusia (Salvini quiere acercarse, Meloni es atlantista), con la inmigración, con los impuestos y con la UE. Son muchos los que creen que no sólo será difícil que se pongan de acuerdo para formar gobierno sino para perdurar más allá de un año.
El otro bloque, que acude por separado o con alianzas mínimas, suma el 43% de las preferencias (el PD 21,3%, el M5S 14,6% y 7,5% los de Renzi), con un crecimiento de los populistas que sustentan a Conte en los últimos días y especialmente en el sur italiano, y también de Renzi. Si contamos con los minoritarios de izquierda más dura, Unione Populare y la coalición SI-Verdi, el espectro progresista sumaría otro 5%.
¿Por qué entonces se da por descontado una robusta mayoría para la derecha radical? Simplemente por las reformas electorales que tuvieron lugar en 2017 y 2020.
La primera se llamó «Rosatellum», en honor a su autor, el diputado Ettore Rosato (PD). El objetivo real era frenar el ascenso del M5S y para ello llevó a Italia a un modelo de reparto de escaños mixto: el 36% de los escaños de la Cámara baja y del Senado se reparten mediante circunscripciones uninominales, en el que el candidato más votado se queda con el asiento (como es en el mundo anglosajón), mientras que el 61% se reparte proporcionalmente (lo restante es para los italianos en el exterior).
Además, se han reducido las circunscripciones, se subió el suelo electoral para obtener escaño al 5% del padrón nacional y, por si fuera poco, en referendum los italianos aprobaron en 2020 una reforma constitucional que bajó de 630 a 400 los escaños del Congreso y de 315 a 200 el número de senadores.
Las consecuencias de las reformas electorales será la sobrerrepresentación de la fuerza más votada.
Las consecuencias de esto son la reducción en la representatividad de las fuerzas regionales y más pequeñas, la sobrerrepresentación de la fuerza más votada y el impulso a las coaliciones de bloques. Gracias a este nuevo formato, se espera que la coalición de derecha radical se quede con casi el 90% de los escaños elegidos en forma uninominal, porque ningún partido de izquierda va a poder superar los 40 puntos.
Desde 1993 la forma de repartir los escaños ha tenido cuatro cambios (ese año y 2005, 2015 y 2017), y podría considerarse cinco sin analizamos la reducción de los legisladores de 2020. No son pocos los italianos que desconocen lo que votan y cómo se reparte el poder y esto también conjura a favor de la ultraderecha y que haya menos voto útil (o más exigencia de frentes electorales para la izquierda). La paradoja es que el PD impulsó la reforma para imponersa al M5S y acabó sirviendo la mesa para que el próximo primer ministro sea el primero de derecha radical tras Mussolini.
El fantasma de los tres quintos
“É tempo di patria” decía uno de los carteles en el cierre de campaña de Meloni y sus aliados. El argot nacionalista y que convoca a la epopeya es una característica de la carismática dirigente, que tiene un discurso desacomplejado, en el que incluye prédicas para que quienes piensan distinto ya no tengan que guardar su opinión, en alusión a una élite progresista que exigiría a su entender la censura de lo políticamente incorrecto y conservador.
La arenga a una revolución de derechas preocupa y mucho a la ciudadanía italiana con sensibilidad de izquierda y con posicionamientos más modernos. «Estoy con miedo porque hay riesgo que tengan una mayoría suficiente para poder cambiar la Constitución y eso me preocuparía mucho», comenta a GARA un militante de la alianza de ecosocialistas llamado Pietro, un ingeniero de 37 años que vivió tiempo en Barcelona y que tras la pandemia decidió volver a su Puglia natal. Lo aterra una oleada de legislación «contra las libertades sexuales, el aborto y los derechos LGTBI».
Tres quintos del Parlamento bastan para modificar la Constitución.
Si el frente de Meloni alcanzara los tres quintos del total de legisladores, o lo pudiera alcanzar con pactos con fuerzas pequeñas, tendrían la llave para modificar la Constitución, que por ejemplo hoy por hoy impide que su propuesta de un impuesto IRPF del 15% para todos (pobres y ricos, da igual) se lleve a cabo, ya que la Carta Magna consagra la progresividad fiscal. Y como estos, muchos otros ejemplos.
Dadas las encuestas y las leyes electorales, sólo un milagro podría evitar que Meloni fuera la próxima presidenta del Consejo de Ministros. Una traición de último minuto de Berlusconi con fuerzas de centro es una hipótesis que algunos imaginan, pero es improbable debido a la muy buena relación del expremier con Salvini. Una alianza de ambos contra Meloni, aliándose con el M5S y la abstención del PD, también podría ser aritméticamente pero eso lo único que haría sería disparar las adhesiones de Fratelli d’Italia.
La izquierda por su fragmentación lo tiene en exceso difícil lo de sumar mayoría. Incluso la irrupción de un prometedor partido autonomista en la populosa Sicilia, llamado Sud Chiama Nord, también le quitará votos al bloque progresista.
Siete partidos se repartirán el voto de los ciudadanos que no son de derecha.
Contando a la fuerza siciliana dentro de la izquierda, son siete los partidos que se repartirán el voto de los ciudadanos que no son de derechas y ya sería difícil de por sí conformar un gobierno, que además necesitaría de la defección de alguno de la derecha.
Todo está puesto al servicio de Meloni y de una derecha radical que desea por fin echar a la izquierda completamente del gobierno de la república (de una forma u otra, partidos de izquierda gobiernan desde el 2013, incluso en alianza con la Lega). El divismo y la fragmentación son el mayor favor que en mucho tiempo la izquierda de un país fundador de la UE le ha hecho a los herederos del fascismo.