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El devenir de Europa en un nuevo pero inestable orden internacional, a debate

José Luis Villacañas y László Földényi reflexionaron este jueves sobre el rumbo de una Europa inmersa en una profunda crisis ideológica y política. La guerra en Ucrania acaparó el debate entre el catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense y el crítico húngaro.

José Luis Villacañas y László Földényi, este jueves en el palacio Baluarte. (Iñigo URIZ | FOKU)

La delicada geopolítica que define a la Europa actual y una guerra en Ucrania en la que todos los escenarios siguen abietos fueron los dos asuntos principales que centraron este jueves el diálogo entre el escritor y ensayista húngaro Làzló Földényi y el Catedrático en Filosofía de la Universidad Complutense José Luis Villacañas Berlanga en el marco del evento multidisciplinar ‘Iruñeko 72-22 Topaketak’.

Bajo el título ‘La deriva de Europa’, Földényi abordó la guerra en Ucrania desde una una crítica feroz hacia Rusia, donde «no existe cultura del diálogo» y en la que Vladimir Putin «ha ido estrechando los derechos democráticos que existieron durante unos pocos años», en referencia a la calamitosa etapa de liberalización capitaneada por Boris Yeltsin tras la disolución de la URSS.

Las causas de la invasión producida el 24 de febrero, según Földényi, giran en torno a las preocupaciones que se generaron entre la élite rusa por una Ucrania que, tras la caída del muro de Berlín, «empezó a democratizarse, a formar parte del mercado y a fomentar la prensa libre». No hubo en este sentido alusiones a lo ocurrido en 2014 ni reflexiones a propósito del empeño de la OTAN de expandirse hacia el Este.

En todo caso, Földényi destacó que es «partidario» de mandar más armas todavía, remarcando que la guerra no solo va contra Ucrania, «sino contra los valores en los que se basa la cultura de Europa».

En un tono más sosegado, Villacañas señaló que «nadie ha negado jamás la justicia de la guerra defensiva», y se prenguntó si «los rusos sobrevivirán a Putin», parte de una élite corrupta aupada por las democracias occidentales. 

De este modo, emplazó a «poner en valor las dimensiones culturales de Rusia», compatibles, a su juicio, con que «algún diga puedan formar parte del conjunto de los pueblos europeos» a través del Derecho, algo que Földényi descartó argumentando que Rusia carece de una «estructura democrática que pueda regenerarse». «Si tenemos este imaginario respecto de Rusia, tenemos que preguntarnos si no estamos interiorizando una forma de esencialismo que les condena a ser también nuestros enemigos», replicó Villacañas.  

Neoliberalismo salvaje

Retrocediento hasta la presidencia de Bill Clinton, Villacañas explicó que Occidente imaginó que «el universalismo económico podía llevar consigo el universalismo de los Derechos Humanos». «No funcionó –recordó–, y lo mantuvimos aunque no funcionase. Esto implica que la defensa de los DDHH tenia mucho de instrumental, y las consecuencias están a la vista».

Por tanto, abogó por construir un futuro en el que «no primen las relaciones económicas» a la hora de constituir el tejido del mundo, evitando así «mantener toda unas serie de dependencias económicas que han servido para chantajear», subrayó. En esa misma línea, Földényi instó a «limitar» el movimiento de capital, y que «sea la política la que empiece a limitar la economia», y no al revés.

Un dilema trágico

Más allá de la unidad de Europa como una federación de estados, Villacañas se refirió al viejo continente como «un poder subalterno» que forma parte del juego entre potencias. «Cuando hablo de la necesidad de que Europa encuentre su camino, no veo la manera de que pueda hacerlo sin atribuir responsabilidades a EE.UU por la manera en la que se ha conducido el mundo en las ultimas décadas», destacó.

Justamente, indicó que Europa se encuentra en un «dilema trágico», puesto que la presión de la agenda norteamericana sobre un modelo neoliberal es «muy fuerte», al tiempo que «Europa no puede defenderse de Rusia sin EE.UU». «Europa no puede organizar su propia agenda», agregó Villacañas.

No obstante, especuló sobre un futuro en el que Europa pudiera influir «en una contrucción política medianamente razonable en Moscu», algo que «podria ser garantía de no tener que depender tanto de la defensa norteamericana y de tener capacidad de resistencia respecto a la agenda neoliberal» que impulsará «inevitablemente» Washington.

«La guerra será larga, pero cuanto más larga sea, mas problemas va a traer para Rusia, para sostenerse el actual equipo de poder. ¿Y luego qué? Europa es nuestro futuro común», sentenció.