«Ojalá cale el mensaje que pretendo dar: abre tu mente a lo diferente»
Arantxa Echevarría (Bilbo, 1968) tiene una larga trayectoria en el cine, pero la película que lanzó su carrera fue ‘Carmen y Lola’, un filme sobre dos gitanas lesbianas que gustó mucho a la crítica y muy poco a gitanas feministas. Ha terminado el rodaje de ‘Chinas’, película que presentará en 2023.
Ha venido a Donostia invitada por el programa de Cineastas Vascas 2022, ¿cómo se siente al volver a Euskal Herria? Después de tantos años en Madrid, ¿que la ata a Bilbo?
Llevo mucho tiempo en Madrid, porque para estudiar cine en el País Vasco te comías los mocos. Además la industria, la red de trabajo, estaba allí, aquí no había nada. Hice una película de meritoria de dirección y trabajamos en Bilbo, en Altos Hornos, y vamos, aquello era como ¡hala, que se ha rodado en Bilbo!, una cosa rarísima. Entonces, si querías dedicarte al cine, o a las artes diría yo, te tenías que escapar.
En Bilbo tengo a mi familia, y tenía a mi aita, que aprendió castellano a los dieciocho años, o sea que era más bruto que un arado, y a pesar de estar fuera del País Vasco siempre hemos tenido RH negativo y ocho apellidos vascos.
Le mentiría si le dijera que me he dado cuenta al verla, pero sé que le falta un mechón porque colgó un vídeo en Twitter cortándose el pelo para protestar por la muerte de Masha Amini.
Si eres un ser humano en en este siglo XXI, y más si eres una tía, como no tengas sororidad y no pienses más allá de tu nariz, tienes un problema. Este vídeo lo hicieron antes en Francia y aquí en España participaron casi todas las grandes actrices y me pidieron también que me incorporara. No es más que una tontería, un pequeño gesto. Sirve de muy poco o de mucho, no lo sé. Que entiendan que sabemos lo que está pasando. Y si hay que hacer algo más, pegarnos en las embajadas, habrá que hacerlo. Porque todos esos derechos que hemos ganado, los derechos sociales y laborales, nos falta poco para perderlos. E Irán es un ejemplo de esto.
Llevar causas sociales a la pantalla, ¿sirve de mucho o de poco?
No sé si las películas pueden hacer un cambio. La cultura sí y las películas son una forma fácil de cultura para llegar a una mass media. Yo he hecho ‘La familia perfecta’, una comedia, un blockbuster, un encargo. Pero yo seguía contando mi película por debajo: que las tías podemos cambiar nuestras vidas, que no es tarde nunca para hacer lo que deseas. Cuando me ofrecieron ‘La familia perfecta’, pensé: haciendo reír a la gente le metes más mensajes de los que crees. ¿Por qué no aprovechar el mass media? Esta película la han visto en Netflix 50 millones de personas.
«Estoy aburridísima de que todas las historias que he visto las hayan contado los tíos. Me han contado cómo ser madre, cómo follar, cómo sentir un orgasmo, hasta cómo ser bollera»
Ha hecho cine documental, varios cortometrajes y hasta una superproducción de Amazon Prime, «El Cid». Si se dedicara a la música le preguntarían, ¿qué prefiere, tocar en gaztetxes o en el BBK Live?
Yo prefiero mis películas. Lo que pasa es que cada película mía son seis años de desarrollo. ‘Carmen y Lola’ me llevó seis años, porque me meto en una cultura, en las relaciones naturales, en un casting, voy barrio a barrio buscando a la gente. En ‘Chinas’ es exactamente lo mismo, me tuve que meter en la comunidad china sin hablar el idioma. Fui buscando actores a los bazares, adolescentes de segunda generación que se sentían españolas, chinolas les dicen. Ese es el cine que yo quiero hacer.
Dijo que de «El Cid» le llamaron para que le diera a la serie «un toque femenino». ¿Qué es eso del toque femenino?
Creo que me dieron la gamba totalmente. No existe el toque femenino, ni la mirada femenina, existe una mirada diferente. Estoy aburridísima de que todas las historias que he visto las hayan contado los tíos. Me han contado cómo ser madre, cómo follar, cómo sentir un orgasmo, hasta cómo ser bollera. No hay un cine femenino, hay un cine de mujeres, y eso significa que estamos contando las cosas desde otro punto.
¿De dónde surge la idea de crear «Chinas»?
Viene de mi curiosidad. Y viene de una anécdota personal. Hace unos quince años iba mucho a un bazar, porque siendo técnica de cine, nunca tenía comida y era el sitio que estaba abierto. Allí había una niña de nueve años que se llamaba Lucía; quería un regalo de reyes y su madre me dio una carta para que se la tradujera. Pedía una muñeca. La madre no quería hacerle ese regalo, porque decía que en su cultura, en la cultura china, no tenía ningún sentido. Esa niña me decía: ‘¡Manda la carta! ¡Mi madre tiene que mandar la carta para que los reyes la reciban!’ Y de pronto me vi en la dicotomía de meterme en el buenismo europeo, blanquito y estupendo, en una situación cultural y emocional muy compleja con una niña de nueve años.
¿Cómo le gustaría que impactara esta película en el público?
Que reflexione. Tener el poder acojonante, increíble, de meter a alguien durante una hora y media en una sala, a oscuras, sin móviles, sin preocupaciones, sin niños, sin pareja, implica mucha responsabilidad. Ojalá cale el mensaje que pretendo dar, que es: abre tu mente a lo diferente, acepta a la gente como es.
Las actrices protagonistas son Shiman Yang, Ella Qiu y Xinyi Ye. ¿Qué nos puede contar de ellas?
Shiman es una hija de bazar, ahora tiene diez años. Es la protagonista de la peli y su sueño dorado es celebrar su cumpleaños en el Burger King e ir al parque de atracciones. Ella es una niña china adoptada que su sueño dorado es saber de dónde viene. Ambas coinciden en el mismo colegio, y como son chinas todo el mundo cree que tienen mucho en común, aunque no tienen nada que ver una con la otra. Xinyi es una adolescente que se mueve en ese mundo bastante complicado de las segundas generaciones, por tener dos culturas y no saber a cuál perteneces.
«Tener el poder acojonante, increíble, de meter a alguien durante una hora y media en una sala, a oscuras, sin móviles, sin preocupaciones, sin niños, sin pareja, implica mucha responsabilidad»
Tiene ya un largo recorrido como directora, guionista y productora en el mundo del cine, ¿cree que han cambiado las relaciones de poder, la misoginia, en esta industria?
Sí que se ha avanzado, en parte gracias a las leyes. Hay leyes en el Ministerio de Cultura que hablan de cupos de género, que apoyan a músicas, directoras de sonido, de fotografía, que son ámbitos totalmente abandonados a las mujeres. Pero me llaman para dar un toque femenino a una serie, me dicen ‘pero bonita...’ ¿Bonita? ¿Tú llamas a [Rodrigo] Sorogoyen bonito? Y me han tocado el hombro y me han dicho, ‘pero esto es muy grande para ti, no vas a ser capaz, hay que mediar con los gitanos’. He tenido que oír esas cosas. Pero, ¿sabes qué pasa? Que Carla Simón está haciendo películas que llenan cines, que está Alauda [Ruiz de Azúa] con ‘Cinco Lobitos’ petándolo, y que ‘Carmen y Lola’ funcionó. Entonces, dices, ahora que parece que nadie va al cine… ah, ¡sí que van! Van a ver películas que les apetece ver, a ver historias diferentes.
¿Tiene la sensación de que con «Carmen y Lola» consiguió influir en la audiencia?
Cuando hice la peli no tenía ninguna intención de influir en nadie porque pensaba que no la iba a ver nadie. Era la primera película de una directora novel sobre dos gitanas lesbianas, con un presupuesto de película de autor y dije, bueno, esta peli la hago, me muero, y ya está. Se acabó. Por eso, la repercusión que tuvo me pilló completamente desprevenida. Ir al festival de Cannes, ocho nominaciones en los Goya… todo lo que sucedió me dio un altavoz para contar una historia sobre la situación de la mujer. Yo, ante todo, soy mujer, después soy lesbiana y después directora de cine. De pronto, ser directora me ayudó a llevarme mejor con mi papel de mujer y de lesbiana.
«Si eres un ser humano en en este siglo XXI, y más si eres una tía, como no tengas sororidad y no pienses más allá de tu nariz, tienes un problema»
Recibió varias críticas con «Carmen Y Lola», más significativas quizás porque muchas provenía de mujeres gitanas. Decían que la película reproduce varios estereotipos y clichés sobre el pueblo gitano. Tampoco gustaron algunas de sus declaraciones, sobre todo cuando afirmó que las mujeres gitanas «no tienen voz»...
No, no tienen ninguna voz.
...han pasado cinco años desde que lanzó el filme, ahora, a fuego lento, ¿qué lectura hace de esas críticas?
Las críticas fueron antes de ver la película. Cuando se estrenó no hubo esas críticas, quedaron dos, el colectivo se cayó. Yo comprendo perfectamente las críticas, porque si fuera una mujer de raza gitana y viene un blanquito del heteropatriarcado a contar mi vida… entiendo el recelo. Pero no podía ser una película contra los gitanos, porque estaban en improvisación, porque yo había estado hablando con gitanas lesbianas, me costó dos años conseguir su aceptación al guión. Entonces, yo sabía que poseía la verdad. Cuando dije que las gitanas no tienen voz era un toque de atención. Cuando haya una directora gitana que tenga el empoderamiento, los medios para estudiar cine, va a hacer un peliculón. En cuanto tengan el poder y la voz, vamos a flipar.
¿Le asusta que reciba críticas parecidas con «Chinas»?
Por supuesto, y pasará.
¿Por qué?
No sé, es un rollo. Hablan de apropiación cultural… si hago una película sobre drogadictos y prostitución, no tengo que ser drogadicta ni prostituta para hacerla. Soy una artista, soy una creadora.
¿Cree que «Chinas» la llevará de regreso a Cannes?
Ahora mismo no sé lo que es. Tiene cosas maravillosas, porque son dos niñas que hablan de sus problemas reales y de una adolescencia jodida. Lo que pasa es que he rodado muchísimo, porque les dejo libertad, grabo sin parar, también fuera de tomas… de tanto material que tengo estoy a ver si consigo darle forma, pero sé que hay una película debajo. Lo que no sé es si me llevará a Cannes. Con tal de no sentirme defraudada por mí misma, me valdrá.