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Entrevue
Mikel Otero
Parlamentario y secretario de transición ecológica de EH Bildu

«No podemos renunciar a disputar la democratización de las renovables»

EH Bildu presentó el pasado fin de semana su estrategia energética, una propuesta ambiciosa que busca responder a la crisis energética y ecosocial que vivimos, y elevar el nivel de un debate crucial para el futuro de este país y para el conjunto del planeta.

Mikel Otero. (Raul Bogajo | FOKU)

«El objetivo es la mayor autosuficiencia posible. Por responsabilidad y por que si tú produces en casa, puedes tener un mayor control». Es un plan ambicioso y, al mismo tiempo, es prácticamente un plan de mínimos para hacer frente a lo que viene. ¿Es esta una de las paradojas de nuestros tiempos?

Sí. Es una estrategia que intenta responder a los grandes retos que tenemos en tres cuestiones: la crisis ecosocial en general, la crisis climática en particular y la crisis energética. Combinar esos factores nos obliga a poner unos objetivos ambiciosos que van mucho más allá de la transición energética. Al mismo tiempo, es una cuestión de mínimos, porque no hay alternativa, estamos en una situación crítica.

Vayamos primero a los números. El punto de partida para Hego Euskal Herria es bastante desastroso. El 80% de la energía que consumimos es de origen fósil y por tanto, contamina y está en vías de agotamiento, y el 85% la importamos de fuera, lo que nos deja muy expuestos a un contexto de futura escasez de energía. ¿Cómo hemos llegado aquí?

Los combustibles fósiles son versátiles, fáciles de transportar y de almacenar, tienen una gran densidad y se encontraban en grandes cantidades. Se entiende cómo hemos llegado a esta situación de dependencia, no somos los únicos a los que nos ha pasado, lo que no se entiende tanto es cómo no hemos sido capaces de anticipar un poco el futuro y poner en marcha este tránsito de forma más decidida y acelerada, como han hecho países como Dinamarca.

En su día, EHN y Eólicas de Euskadi suponían un buen punto de partida para encarar este tránsito. ¿Qué paso?

Se vendió todo y se perdió la posibilidad de tener un sector público fuerte vinculado a las renovables, que ahora se está demostrando tan importante. El Ente Vasco de la Energía sigue manteniendo una serie de activos de energía, pero están vinculados a los combustibles fósiles. Ahora necesitaríamos un músculo público potente que se dejó perder en esa oleada privatizadora de los 2000, con la venta de EHN a Acciona y de la parte pública de Eólicas de Euskadi a Iberdrola. Es algo que, además, ha supuesto a las arcas públicas dejar de ganar varios cientos de millones de euros y que nos obliga a plantear que, aunque apostemos por la preeminencia de lo público en todo lo relacionado con la energía, haciendo un ejercicio de realismo, tengamos que contar también el impulso de empresas privadas, al menos mientras se fortalecen la pata pública y la pata comunitaria.

No mencionan la palabra decrecimiento, pero proponen reducir el consumo primario a la mitad para 2045. ¿Cómo proponen conseguirlo?

Cuando hablamos de una contracción del consumo energético del 50% hablamos de un decrecimiento del consumo material, es evidente. Pero este se da de diferentes maneras. Por ejemplo, cuando en tu pueblo cambias el alumbrado a led, obtienes un decrecimiento energético del 60%, pero no decreces en iluminación. Cuando se habla de decrecimiento, hay que ir definiendo qué significa en cada caso.

¿Fían toda la reducción del consumo a la implantación de procesos cada vez más eficientes?

No, tenemos que hacer una transformación ecosocial completa, lo cual implica una revisión y cuestionamiento de los consumos en todos los sectores. En la industria, por ejemplo, habrá que buscar procesos de mayor eficiencia, la electrificación, cadenas de suministro más cortas, aprovechar el calor residual, etc. En movilidad y transporte hay mucho donde decrecer, hay que dar paso a la prevalencia del transporte público colectivo electrificado frente al transporte en vehículo particular. Tiene que haber una ordenación urbana que facilite estas alternativas. El sistema alimentario es otra de las grandes cuestiones que nos toca abordar, hay que ir a una dieta que se inserte en una economía de proximidad, lo cual implica también un decrecimiento evidente del consumo energético.

«El objetivo es la mayor autosuficiencia posible. Por responsabilidad y por que si tú produces en casa, puedes tener un mayor control»

Respecto al restante 50%, la estrategia aspira a alcanzar algún día el 100% de renovable y se fija como objetivo lograr para 2045 un autoabastecimiento energético del 75% con renovables. Eso no se consigue solo poniendo placas fotovoltáicas en los tejados. ¿Qué escalas de desarrollo de renovables contemplan en la estrategia?

Primero, el objetivo es la mayor autosuficiencia energética posible. Por responsabilidad, pero también porque si tú produces en casa, puedes tener un mayor control. Si llegas a 2050 con la dependencia actual, por mucho que sea renovable lo que consumas, vas a seguir comprando un producto en el mercado, a un precio que probablemente no sea barato.

En cuanto a las escalas, hay una que es más amable y fácil de asumir, en la que la democratización además es mucho más fácil. Una escala pequeña de autoconsumo que hay que potenciar al máximo. Pero evidentemente, con eso no llega. Es algo en lo que hay que ser serio. Los altos consumos per capita que tenemos nos obligan a contar con otro tipo de escalas medias y grandes. Hay un rango intermedio de posibilidades que hay que explorar, como el aprovechamiento de espacios industriales degradados, canteras, carreteras, canales, etc, pero va a haber una parte que inevitablemente va a tener que ir en suelo no urbanizable, siempre salvaguardando una serie de espacios y de criterios.

«Hay una escala de autoconsumo amable y fácil de democratizar, hay que potenciarla. Pero con eso no llega, hay que ser serio con eso»

Entonces, ¿Van a ser necesarios proyectos como los propuestos por Statkraft?

Sí. Proponemos llegar a 2045 con un 30% de energía obtenida a través de la eólica. Para esto hay que aprovechar todo el potencial de la minieólica, que es la gran olvidada, y hay que aprovechar las posibilidades de repotenciación, que podrían entre duplicar y triplicar la potencia. Y luego hay una parte que tendrá que ser nueva infraestructura. Aquí entran proyectos como el de Statkraft y otros tantos, porque entre Nafarroa y la CAV, ahora mismo hay encima de la mesa proyectos por valor de cerca de 5.000 MW.

Entonces, aquí pasamos a otro debate: ¿Quién va a hacer estas infraestructuras? ¿Cómo? ¿Para quién? Ahí entramos a hablar de modelo. Tenemos que decidir un modelo propio, un modelo vasco de generación de renovable también a escala intermedia y grande. No podemos renunciar a disputar la democratización de la generación energética renovable a estas escalas. Y lo que tenemos con Statkraft en este momento es un hecho diferencial respecto al resto de proyectos, y es que se ha abierto a que sea una copropiedad en la que puedan participar agentes públicos locales y a nivel autonómico. Entendemos que esa es la vía transitoria hacia un objetivo final que debe ser acometer este tipo de proyectos desde un esquema solamente público-comunitario. Pero ahora mismo no tenemos el músculo, el know-how ni la capacidad.

A nivel físico-técnico, esta transición presenta algunas dificultades, como son la electrificación de muchos procesos que ahora se desarrollan con gas o derivados del petróleo y el almacenamiento de energía. ¿Cómo las enfrentan?

En la medida en que buena parte de la energía disponible en ciertas cantidades va a ser eléctrica, la electrificación de muchos sectores va a ser necesaria. Esto supone varios retos. Para empezar, tenemos un problema de competencias, porque no podemos planificar nuestra red. Y luego hay problemas técnicos, porque hay procesos que no son fácilmente electrificables. Además, esto nos deja una necesidad clara de almacenamiento. No hacemos una decantación clara, porque es un aspecto que está en ebullición, pero decimos que tiene que haber una apuesta pública clara por el almacenamiento como vector de investigación y desarrollo.

Los materiales que requieren las renovables también son un reto.

Si hablamos claro, lo renovable es el viento y el sol. Las tecnologías de captación de esas fuentes energéticas tienen problemas en cuanto a límites materiales. La Unión Europea tiene identificadas 31 materias críticas para la transición energética. Ante esto, lo que decimos es que, desde el diseño a la reintroducción de los materiales en el sistema productivo, hay que hacer una apuesta clara por el reciclaje y el ecodiseño. Porque si no, tenemos un problema gravísimo de límites físicos a las renovables y un riesgo también muy grande de desatar otra ronda neocolonial, fuerte y dura, esta vez vinculada a las energías renovables.

Entre los obstáculos también subrayan el poder corporativo de grandes empresas. ¿Cómo hacerle frente?

Hay empresas muy bien posicionadas hoy en el mercado energético que van a seguir intentando hacer valer su poder para que la transición sea hecha en base a su esquema de beneficio empresarial. Si hablamos de democratizar la energía, de que cumpla su función social y de que tenga precios asequibles, hay que confrontar esto en dos sentidos. Hay que acelerar la transición y hacerla más rápido de lo que pretende la industria fosilista y en ese proceso hay que quitarles poder. Hay que aprovechar la transición a la renovable para embridar el poder de estas empresas.

Quizá ayude dejar de medir nuestro bienestar en base al PIB.

Medimos si nos va bien o mal en función del Producto Interior Bruto, pero esto es muy problemático en muchos sentidos. El PIB no nos habla de cohesión social, no nos habla de reparto de la riqueza, y sobre todo, no nos habla de externalidades ambientales, le dan igual. El problema es que esas externalidades se están acumulando y están afectando ya al propio PIB.

¿No compartir una base sobre la que debatir entre partidos es otro obstáculo? ¿Sería pertinente un pacto de país o algo parecido?

En este tema, no son tiempos para la política partidista electoral. No sé si hay que llamarlo pacto de país, pero necesitamos poner una base que no se vaya a poner en cuestión cada dos por tres.

¿Hay mimbres para ello?

Esta estrategia está dirigida a la comunidad política de EH Bildu, por un lado, pero también es un intento de abrir el debate hacia fuera. Veremos qué es lo que dicen los demás, en especial el PNV, porque no tenemos claro exactamente qué quiere. Últimamente habla mucho de renovables, pero luego no tiene problema en mantener apuestas fosilistas, ni en ir bajo el ala de agentes como Josu Jon Imaz, con un interés corporativo privado muy claro.

Al otro lado, son previsibles algunas críticas desde algunos sectores ecologistas.

Cuando se habla del decrecimiento como solución, nosotros compramos la mayor. Es evidente que la esfera material y energética de nuestra actividad socioproductiva tiene que decrecer. Pero en ese tránsito tenemos que mantener una cohesión social mínima, un bienestar que implica unos consumos energéticos determinados. Eso nos pide que, junto a ese decrecimiento, haya un aumento de generación renovable. Es un documento abierto al debate, pero hay que ser más riguroso con los números, porque el debate está ahora muy centrado en consignas y en no sentir como propia la responsabilidad de esta transición. Cuando se dice que no a una infraestructura, hay que explicar cuál es la alternativa, porque la transición va a venir sí o sí. Creo que ese ejercicio de responsabilidad le corresponde también al movimiento ecologista en general.

«No es un camino de sudor y lágrimas, también tiene un componente de gozo, de posibilidad de hacer las cosas diferentes»

También mencionan como obstáculo los patrones culturales y las expectativas de consumo que se han hegemonizado tras cuarenta años de neoliberalismo. ¿Qué va a querer decir "vivir bien" en Euskal Herria en el siglo XXI?

No va a ser EH Bildu quien lo defina, lo tenemos que hacer todos y para ello necesitamos activar toda la inteligencia colectiva. Aquí hay una batalla cultural que dar a favor de las soluciones colectivas y por la justicia en el sentido más amplio. Y hay que tener cuidado con el mensaje, no se trata de decir que vamos a vivir mucho peor, sino de combatir esa relación ficticia entre el vivir bien y los altos consumos energético-materiales. No es solo un camino de sangre, sudor y lágrimas, tiene también un componente importante de gozo, de oportunidad de hacer las cosas diferentes. Un ejemplo tonto: casi la mitad de los desplazamientos que hacemos en coche en este país son de menos de tres kilómetros, una distancia perfectamente asumible para un bípedo, caminando, en patinete o en bicicleta. ¿Darte un paseo en vez conducir encabronado con los semáforos y el tráfico es vivir peor?

Nuestro deseo es un deseo mediatizado por el capitalismo más salvaje. Vamos a tener que reconfigurarlo. Sin esto no es posible todo lo demás, no hay transición energética que valga si no conseguimos eso, porque lo viviríamos todo como una pérdida. Y si lo vivimos como una pérdida, socialmente, la gente no lo va a admitir.