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Entrevue
Levent Kenez
Periodista turco exiliado en Suecia y cofundador de ‘Nordic Monitor’

«Están más a contentar a Ankara que a protegernos de Erdogan»

Levent Kenez, exdirector del diario turco ‘Meydan’, vive exiliado en Suecia. Junto a otro periodista, también exiliado, ha fundado ‘Nordic Monitor’, «especializado en inteligencia, derechos humanos y seguridad». En entrevista a NAIZ, explica por qué ha decidido no ocultarse y seguir publicando.

Levent Kenez, periodista turco exiliado en Suecia y cofundador de Nordic Monitor. (Unai ARANZADI)

Los restos de la última nevada se derriten sobre las calles de Sollentuna, un suburbio del norte de Estocolmo en el que el fenómeno de las bandas criminales que sacude a Suecia se cruza con una presencia histórica del PKK y un sinfín de nacionalidades que desde los años ochenta encontraron aquí un espacio en el que dar forma y voz a sus proyectos políticos.

Sin embargo hoy, la certeza de vivir en un país seguro que hace suya cualquier propuesta democrática, se encuentra en tela de juicio por las condiciones que el régimen turco impone a Suecia desde que el pasado 18 de mayo el país nórdico presentara su solicitud de ingreso en la OTAN.

Sobre la mesa de negociaciones entre Estocolmo y Ankara, y para que esta última vote a favor de la admisión de los suecos en la alianza atlántica se encuentra como condición sine qua non la extradición de varios ciudadanos kurdos acusados de «terrorismo» por Turquía.

No obstante, los activistas de este grupo étnico no son los únicos de esa lista negra. En las conversaciones  también se habla de un puñado de notables periodistas turcos exiliados en Estocolmo y acusados de hacer parte del movimiento de Fethullah Gülen, un clérigo turco residente en Estados Unidos al que se acusa de conspirar contra el régimen conservador de Recep Tayyip Erdogan.

De entre todos ellos destacan dos nombres. El del ex redactor jefe del diario ‘Zaman’, Abdullah Bozkurt, y el de Levent Kenez, exdirector del diario ‘Meydan’ (ambos periódicos clausurados, manu militari, tras el intento de golpe de Estado sucedido en 2016).

Conscientes de que su exilio puede ser largo, estos dos periodistas han fundado ‘Nordic Monitor’, un medio «especializado en inteligencia, derechos humanos y seguridad nacional», que lleva tres años despertando la furia de unas autoridades turcas que se ven impotentes frente a las garantías que brinda Suecia, el país que en 1776 inventó la libertad de prensa.

Parte de las investigaciones de ‘Nordic Monitor’ –repletas de documentos de Interior filtrados por colaboradores anónimos que permanecen en Turquía– las desarrolla Levent Kenez desde este suburbio de Sollentuna.

No en vano, hasta estas mismas calles y bloques de viviendas, se han acercado individuos que le han seguido y señalado, corriendo peor suerte su compañero, Abdullah Bozkurt, quien ha buscado la protección del servicio secreto sueco tras haber recibido una paliza.

Sentado en una cafetería en la que, pese a todo, conviven alauitas, lobos grises, islamistas, kurdos, y mafiosos de unas incipientes bandas armadas que observan desde la distancia, Levent Kenez explica por qué ha decidido no ocultarse, vivir en unos bloques donde mueren personas tiroteadas todos los años, y por si fuera poco, seguir publicando todo aquello que nadie podría en una Turquía autoritaria y conservadora donde el encarcelamiento de periodistas está al orden del día.

Las investigaciones que habéis venido publicando te han convertido en un objetivo mediático y político. ¿Cómo es vivir recibiendo amenazas de contertulios de la televisión y también de forma anónima en el teléfono?

Han publicado la dirección de mi domicilio y fotos de seguimientos que me han venido haciendo. Hay diáspora turca en todo Europa, así que uno nunca sabe lo que pueda ocurrir. De todas formas no me sorprende pues como sabes ya han hecho lo mismo con mi compañero del Nordic Monitor, Abdullah Bozkurt, quien ahora está bajo medidas de protección especiales.

Sí, a él le entrevisté hace dos años, después de que tres hombres lo noquearan en el barrio de Tensta, al norte de Estocolmo.

Sí, como él fue asaltado pasó a tener esas medidas extraordinarias. Yo no quiero tenerlas porque no quiero crear todos los problemas que supone para mi familia vivir bajo las condiciones de anonimato que brinda el servicio secreto sueco. De aceptarlas, se complica la relación con la escuela de los niños, el sistema de salud cuando vas al médico, la recepción de todas las cartas… Yo decidí que siendo un periodista y no un criminal, no debo esconderme de nadie. Además, es imposible escapar de ellos. Se trata de una campaña de intimidación. Y de las negociaciones para ingresar en la OTAN entre Turquía y Suecia.

Lo cierto es que los medios progubernamentales turcos ha llegado incluso a desvelar el nuevo domicilio secreto que se le dio a tu colega, Abdullah Bozkurt. El diario Sabah ha publicado la nueva dirección que se suponía segura, fotografías de seguimientos que se le han hecho y hasta un detalle muy siniestro, como es el de dar detalles de sus rutinas…

Sí, por eso decimos que es el MIT quien nos busca y encuentra. Además, es fácil, porque la gente que me sigue puede terminar dando con Abdullah cuando tenemos nuestras reuniones editoriales,  que son como tres o cuatro veces al mes, más o menos. Él ha trabajado mucho el tema de las conexiones entre el crimen organizado y el Estado turco, de modo que entre eso y haber sido atacado, corre verdadero peligro.

¿Y cómo es el trato que está recibiendo del servicio secreto sueco?

Ahora existen las negociaciones por la OTAN entre Turquía y Suecia, de modo que no quieren provocar a Ankara con nada, ni mandar el mensaje de estar protegiendo a aquellos que Erdogan acusa de terroristas. Así que son reacios a tomar medidas. En Suecia, como sabes, la Policía no es una institución en la que se pueda confiar cuando estás en problemas. Mira el caso irresuelto del asesinato de su Primer Ministro, Olof Palme…

Además de todo lo relativo a inteligencia, defensa y política, habéis publicado mucha información  sobre el tema del crimen organizado con conexiones turcas. ¿No es eso un peligro añadido a lo frágil de vuestra situación? Viviendo además donde vive, con bandas muy violentas y raíces en el Estado del que ha tenido que huir…

Sí, y sabemos que es fácil valerse de grupos criminales para que les hagan el trabajo sucio. Cuando el Estado turco quiere hacerte daño lo puede hacer de muchas formas. 

Casualmente, la televisión pública de Suecia ha realizado una entrevista a Ibrahim Kalin, el portavoz del Gobierno turco. Cuando le preguntaron sobre las pistas que apuntan a una connivencia del crimen organizado con instituciones estatales turcas, el portavoz suspendió la entrevista abruptamente.

Sí, es algo que ya todo el mundo sabe. Mafias de Europa, sobre todo de los Balcanes. Están muy cómodas en Turquía, porque les ha dicho que pueden llevar su dinero allí, dando igual lo que hagas y quien seas. El mensaje viene a ser este:  Lleva tus dólares o euros allí y no te tocaré. 

Una de las historias que le trajeron al exilio fue una investigación que relacionaba al Estado Islámico con el Estado turco.

Revelamos que la inteligencia turca producía pasaportes para militantes de Asia Central que iban a combatir a Siria, porque claro, tenían dificultades de papeles para viajar. Así que les facilitaban la entrada en Siria a través de Turquía. Ni qué decir tiene que fue una historia muy grande. El MIT nunca lo ha olvidado.

Turquía acuñó el acrónimo FETÖ (Fethullah Terrorist Organization) para enmarcar a los simpatizantes de Gülen en una estructura armada y violenta que le de un corpus de entidad «terrorista». Al final y según todo lo que se va conociendo de las negociaciones entre Suecia y Turquía, ¿no gira todo en torno a la definición de qué es para uno y otros eso del terrorismo?

Exacto, para Erdogan la definición de terrorista es muy amplia. Desde Europa se le dice que un terrorista es algo muy serio en lo que hay armas, violencia o ataques, y que no se puede confundir grupos políticos con armados.

Usted se muestra abierto a que se le vea como parte del movimiento Gülen. ¿Se puede definir el movimiento como un camino medio entre el nacionalismo laicista de Atatürk y la actual línea conservadora y cercana a los hermanos musulmanes de Erdogan?

Se trata de un movimiento que no es político. Claro que hay ideas en él, pero este va mucho más dirigido a la sociedad civil que a lo político. A la gente que simpatizamos con el movimiento Gülen nos acusan de querer vivir en harmonía con la diferencia y trabajar por lo que tenemos en común. Los de Erdogan hacen Islam político.

La primavera pasada, un ultraderechista danés llamado Rasmus Paludan vino a Suecia a ejercer lo que definía como «derecho a la libertad de expresión», quemando copias del Corán en diferentes partes del país, lo que provocó grandes disturbios en zonas donde la presencia e musulmanes es alta. Inmediatamente después vino Osman Nuri Gülaçar, un diputado protegido por el partido de Erdogan que en el pasado estuvo arrestado bajo la acusación de pertenecer a Al Qaeda tal y como habéis advertido en Nordic Monitor y otros medios kurdos. ¿A qué intereses responden las visitas que este tipo de perfiles hacen a miembros de su diáspora?

Los diputados turcos vienen a Europa todo el rato, teniendo en cuenta que hay 3.000.000 millones de votantes turcos en la Unión Europea, aunque la visita de este personaje y su presencia en Suecia  es algo. Este hombre, como otros de AKP, ha estado ligado a Al Qaeda y el Estado islámico. Tienen visiones radicales sobre Occidente y los cristianos. Viven en ese patrón, y funciona porque la sociedad turca consume ese tipo de noticias. La gente piensa que en Europa no gusta Erdogan porque es un musulmán fuerte. Y les funciona.

Hubo un ministro de los Verdes suecos llamado Mehmet Kaplan, que tuvo que dimitir tras filtrarse fotografías de un encuentro que tuvo con elementos fascistas de los lobos grises turcos. ¿Qué papel están jugando los ultranacionalistas turcos junto a Erdogan?

Son muy racistas y llevan en Europa desde el golpe de Estado de 1980 en Turquía. No es que tengan apoyo gubernamental sino que son parte de la coalición de Gobierno. Pueden moverse de un país a otro, como de Alemania a Suecia. Han cometido asesinatos políticos. Periodistas incluidos. Están siempre dispuestos para cuando hacen falta. Los ves presentes desde la universidad. En la facultad atacaban a los izquierdistas, y tras ellos, siempre llegaba la policía.

Incluso sin salir de Estocolmo en los últimos años se han producido muchas agresiones que permanecen impunes. Por ejemplo, en 2016 estuve en casa de Ghafour Mohammadi, un kurdo que quedó invalido tras ser tiroteado en una manifestación. Nadie ha sido arrestado. A esta, aparte de otras muchas, se suma el ataque que se produjo en marzo contra su colega Ahmet Dönmez, ex corresponsal de Zaman en Ankara y ahora exiliado en Estocolmo…

Fue un ataque terrible, frente a su hija de seis años y a plena luz del día. Y una vez más las autoridades no encuentran a los autores. Con todas las cámaras que hay... Estoy muy decepcionado con el servicio secreto sueco y la policía. Uno no se puede sentir seguro.