La rocambolesca historia del busto «perdido» de Julián Gayarre
Mariano Benlliure cinceló el busto de Gayarre en 1889, un año antes de la muerte del tenor. Esta semana se colocó la escultura en el teatro tras un periplo de mala praxis, de enredos que salpican a instituciones, familias y hasta a Sarasate. Esta es (parte de) la historia de una obra excepcional.
Era junio de 1889 y Julián Gayarre recaló en Roma para disfrutar de unos días de vacaciones antes de partir a la Exposición Universal de París. Años atrás, Mariano Benlliure había abierto un estudio en Via Margutta, descuidado las acuarelas y perfeccionado el dominio de las técnicas de escultura. Aprovechando la visita de su amigo, el maestro del realismo decimonónico realizó un busto de barro del célebre tenor que tiempo después sirvió de modelo para realizarlo en bronce.
Aquella efigie de Julián Gayarre ha sido colocada esta misma semana en las hornacinas del patio de butacas del teatro que lleva su nombre, casi cien años después de dar la obra por desaparecida. El busto «perdido» de Benlliure, en realidad, ha permanecido inadvertido durante las últimas décadas en la sala noble de la Diputación de Nafarroa, donde alguien colocó irregularmente esta obra de inestimable valor histórico. Su historia esconde una odisea cargada de dejación y negligencia, de especulaciones y enrevesados relatos que incluso encontraron espacio entre las páginas de la prensa madrileña.
Fue precisamente en Madrid cuando, un año después de la visita a Roma, la voz portentosa del tenor roncalés se apagaba, en concreto un 2 de enero de 1890, con tan solo 45 años de edad y como consecuencia de una epidemia de gripe que castigaba la ciudad. Conmovido por la muerte de Gayarre, el escultor valenciano decidió donar el busto, fundido por Crescenzi y que exhibe al tenor con barba y ataviado con traje de época, al Teatro Real de Madrid, donde Gayarre actuó por primera vez en la temporada 1877-78.
La donación se llevó a cabo con la condición de colocarlo en el vestíbulo del coliseo, y allí permaneció de manera intermitente durante años, retirado ocasionalmente por obras y reinstalado después para presidir ilustres veladas de lírica, actos oficiales y homenajes al tenor, hasta que un hundimiento, en el año 1925, provocó el cierre provisional del espacio escénico.
En 1966, el Teatro Real volvió a abrir sus puertas, pero el busto de Gayarre había desaparecido. Fue entonces cuando comenzaron las conjeturas sobre el paradero de la obra de Benlliure. Varias hipótesis fueron publicadas periódicamente en diarios como ‘La Razón’, donde se relataba la ficticia travesía de la escultura por el Museo de Arte Moderno, el Museo de Reproducciones Artísticas y el Museo de Arte Contemporáneo. Incluso se especuló con que Benlliure podría haber cincelado un segundo busto, o con que la infanta Isabel de Borbón y Borbón llegó a poseerlo. Que Enrique Benlliure, descendiente del escultor, falsificase y distribuyera sistemáticamente varias obras del artista tampoco ayudó a aclarar su destino.
¿Qué fue de la auténtica obra?
Aquí es cuando entra en escena Javier Osés Sola, un navarro residente en Madrid que comenzó a investigar hace cuatro años, hasta constatar que la escultura era, por expreso deseo de la familia de Gayarre, propiedad del Ayuntamiento de Iruñea. Pero el busto no se encontraba allí. Tras el cierre del Teatro Real de Madrid, el busto volvió a manos de su autor, y este decidió ceder la escultura a los herederos del renombrado tenor roncalés, Fernando y María Herrero Gayarre.
La familia del cantante sugirió entonces donarlo al Consistorio con el requerimiento de que se expusiera en el Teatro Gayarre por el centenario, en 1944, del nacimiento de Julián Gayarre y Pablo Sarasate, aclamado violinista y compositor iruindarra al que el escultor valenciano obsequió con otro busto. Así consta en recortes de prensa de la época y las propias actas del Consistorio, que revelan que los regidores municipales y la propia familia del músico encomendaron la tarea de transportar la obra desde Madrid a Iruñea a Fructuoso Orduna, cometido que el escultor de Erronkari sufragó con 143 pesetas por los gastos de embalaje y facturación.
Si el Ayuntamiento llegó a poseerlo, ¿cómo aterrizó en el Palacio de Nafarroa? Tras recibirlo, el alcalde de la época acordó construir una hornacina en el primer piso del Gayarre para colocar el busto y que este fuera contemplado por el público, como deseaba la familia del músico. Sin embargo, por diversas vicisitudes, desde el Consistorio decidieron posponer su colocación, y la obra nunca lució en el teatro iruindarra como propiedad de la ciudad.
Sarasate y Gayarre
Inicialmente, el busto de Julián Gayarre fue a parar al Conservatorio de Música de Iruñea junto al legado de Sarasate. El inmortal violinista había cedido al Consistorio, antes de su muerte en 1908, objetos personales, fotografías, obsequios y condecoraciones de reyes y emperadores, partituras, obras y programas musicales. También dos de sus violines, pero no su ‘Stradivarius’, ofrenda de la reina Isabel II. La historia del legado de Sarasate se entremezcla con la de Gayarre cuando la escultura del tenor se incorporó al material del violinista.
Exposiciones de por medio, el material de Sarasate fue guardándose en cajas que iban de un lugar a otro. Entre 1965 y 1968, en alguno de aquellos trasvases, varios baúles desaparecen, y con ellos el busto. No se sabe a ciencia cierta si se trató de un robo, pero el caso es que obras de gran valor se extraviaron y nunca se investigó su paradero pese a las denuncias interpuestas, que no tuvieron largo recorrido. Por negligencia, dejación o el amiguismo reinante en una administración franquista totalmente corrupta, alguien se hizo con el material y colocó el busto en la Diputación, gobernada entonces por el vicepresidente Félix Huarte, teniendo en cuenta que el presidente era el gobernador civil y las funciones de gobierno correspondían al vicepresidente.
Allí, en el antiguo despacho del presidente, zona noble de la Diputación, el busto de Gayarre ha permanecido durante sesenta años, retirado de cuando en cuando para exposiciones en el Gayarre ya con el Gobierno como titular, tal y como aparece, desde 1981, en el inventario foral. La historia del busto implica a la familia del propio músico, a Benlliure, a Sarasate y al funcionariado de dos instituciones, pero no ha sido hasta las pesquisas iniciadas por un ciudadano cualquiera cuando se ha aclarado la propiedad de la escultura que guarda en su base el nombre de ‘La favorita’, ópera de Donizetti a la que el tenor navarro le tenía especial predilección.
Ante la reclamación de Osés, el Defensor del Pueblo de Nafarroa hizo constar que el Ayuntamiento había contactado e informado al Gobierno sobre este asunto, y recomendó a este último la devolución del busto al Consistorio al existir «indicios suficientes para concluir que el busto de bronce que se encuentra en el Palacio de Navarra es propiedad del Ayuntamiento de Pamplona». Al parecer, la especial forma de trabajar de Benlliure deja su sello en cada una de sus obras de arte, cuyas donaciones, tanto del busto de Gayarre como del de Sarasate, evidencian el carácter desprendido del valenciano.
En 2021, el Gobierno de Nafarroa devolvió finalmente al Consistorio el busto, y esta semana ha sido colocado en el Teatro Gayarre junto al de Sarasate, tal y como ansiaba Benlliure y la familia del tenor roncalés en 1944. Tras su muerte, el escultor y amigo fue encargado asimismo de llevar a cabo el mausoleo de mármol y bronce ubicado en el cementerio de Erronkari, donde descansa el cuerpo del tenor. El órgano que albergaba su voz inigualable, la laringe, se encuentra a escasos metros, en la Casa-Museo Julián Gayarre. Casi 80 años después, el ciclo se cierra y el busto que inmortaliza al artista de talla mundial descansa en un lugar privilegiado de la ciudad de Iruñea.