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Festival de Berlín: Del litigio familiar al combate armado

La segunda jornada de la 73ª Berlinale arranca dividida entre la tactónica íntima y la reivindicación política. ‘Orlando, mi biografía politica’, ’The Adults’ y ’Superpower’ han copado los titulares de este sábado.

Los directores Sean Penn y Aaron Kaufman posan en el photocall de la Berlinale. (Stefanie LOOS | AFP)

Este viernes coincidían en el tiempo tres eventos de calibres y universos radicalmente diferentes. El pez pequeño de la noche era el estreno de ’Matria’ de Álvaro Gago en la Sección Panorama. La película, con María Vázquez como portentosa madre coraje y basada en el muy galardonado corto homónimo de Gago, viene a demostrar la buena salud del cine gallego, con triple representación en el certamen. Luego, venían les franceses, a demostrar, con una biografía individual y colectiva, que el género binario fue cuestionado hace ya mucho tiempo por una gran pluma dentro del armario.

La película ha deslumbrado a la crítica y tiene por nombre ’Orlando, ma biographie politique’. Por último, llegaba el armario autoerigido héroe de guerra Sean Penn, hipermasculino, demagógico y algo atrofiado por el alcohol, quien ha convertido la presentación de su documental sobre el conflicto ucraniano en una suerte de fiesta de cumpleaños.

No es ’Superpower’, es ’SuperPenn’

Después de ’El día de la bandera’ y ’Diré tu nombre’, entramos a ’Superpower’ con las expectativas bajas (nos moviliza solo la envergadura del acontecimiento), pero auguramos que puede haber algo de interés en el documental de Penn. Al fin y al cabo, el codirector –junto con Aaron Kauffman, invisibilizado– llevaba meses investigando sobre Volodímir Zelenski, aquel entertainer protegido por los oligarcas que había convencido a la aplastante mayoría de ucranianos para votarlo, aunque nadie creyera realmente en él.

El primer tramo de la película, de hecho, toma la forma de un reportaje más o menos sensacionalista, aunque sí mínimamente informativo. Sin embargo, la omnipresencia absoluta de Penn, reportero de guerra en aras de la redención, la libertad, la democracia, el país… Va volcando el relato al absurdo, al bochorno. De reportaje con tintes de panfleto propagandístico a un autorretrato movido por la superación personal, donde lo que prevale es la construcción del hombre y la verdad de la «experiencia». Cuando Penn arguya que para él volver a Ucrania es una «experiencia», ponderamos si, en realidad, la guerra no representa para el tipo más que otro juego.

Dustin Guy Defa conmueve con ’The Adults’

Era sencillo tener una buena película con el material de base de ’The Adults’: Michael Cera (como Adam Sandler) representa la cara luminosa de esa nueva América geek y supersalida, poco ducha a la empatía, de principios de siglo. Años más tarde, podemos ver en este actor a un payaso triste, un niño mal crecido o, lo que es lo mismo, un adulto desangelado. En la película, Cera viaja a su pueblo de origen después de años sin volver. Aunque no es un hombre ocupado, regalará a sus hermanas (Hannah Gross y Sophia Lillis) solo unas cuantas horas de cortesía: lo desafinado de sus interacciones, siente, lo expulsa del hogar.

La situación no resulta extraña, sin embargo, Dustin Guy Defa (’Person to Person’) la abona a base de conflictos bien nutridos y un dibujo de personajes impecable. El resultado es un festín interpretativo que permite que los grandes clímax se tengan haciendo vocecillas cómicas, solo porque antes entendimos perfectamente el microcosmos de esa familia en particular. ’The Adults’ es una pequeña gran película a la que volver una y otra vez.

Paul B. Preciado pone al día a Virginia Woolf

El corazón del nuevo cine queer está cosido a base de pedazos y de vacíos. Rescatamos desde la ausencia e imaginamos con alevosía. La tradición bollera es la mayor experta en el remake, lo gay ha caminado a la par con lo hipervisible, y que viva la pluma. Orlando ya era un icono trans antes de que Paul B. Preciado le convirtiera en protagonista de su debut cinematográfico, ’Orlando, ma biographie politique’. Volver a celebrarle y darle el nombre que toca es, por lo tanto, un gesto que no solo divulga sobre la aureola no binaria que rodea al personaje, sino que también honra a la tradición cinematográfica que le antecede.

Como ya lo hicieron sus predecesores (la película recupera lo performático y artificial de ’Pink Narcissus’ de James Bidgood y lo categórico/sugestivo de la obra del filósofo burgalés), Preciado disecciona cuidadosamente la novela original y la completa, reinterpretándola con los testigos y lecturas de parte de una veintena de Orlandos no binaries. Qué bella actualización de los términos del cine queer.