Arquitectas y oficios a pie de obra: el trabajo de seguir siendo pioneras
Entre las diez primeras arquitectas, graduadas en los 50, dos vascas: Margarita Mendizabal y Elena Arregui. La primera tardó dos décadas en conseguir que le concedieran un proyecto grande. Actualmente las Escuelas de Arquitectura se han feminizado, pero no las obras... y en los oficios, un desierto.
Matilde Ucelay Maórtua (Madrid, 1912-2008), primera arquitecta titulada del Estado español, en 1936, y primera mujer en ejercer la profesión de manera libre. También fue la primera en recibir el Premio estatal de Arquitectura en 2004, aunque por el camino tuvo que hacer frente no solo al hecho de ser una pionera, una mujer entre hombres, sino a la guerra y al franquismo. El que fuera republicana declarada no le ayudó nada, evidentemente. Desde aquel 1936 hasta mediados de los 50, el vacío absoluto y entre aquellas primeras promociones de arquitectas destacan dos vascas: Margarita Mendizabal (Gasteiz, 1931) y Elena Arregui Cruz-López (Irun, 1936- Santiago de Compostela, 2018).
¿Por qué las recordamos? Porque muchos de estos nombres ni siquiera aparecen recogidos en los libros de texto. Y si no hay referentes femeninos, ya sabemos lo que pasa. Exposiciones como las que les ha dedicado recientemente la delegación de Bizkaia de la COAVN sirven precisamente para eso.
Olatz Ocerin, arquitecta y profesora de la Escuela Superior de Arquitectura de la UPV/EHU, investiga desde una perspectiva de género la historia reciente de esta profesión. ¿Pero, desde aquella época a ahora, habrá avanzado la presencia de las mujeres?, nos preocupamos: «Sí que han cambiado –responde–. En las Escuelas de Arquitectura se ha producido una feminización, hay más mujeres que hombres. Pero en las obras no se ha dado ese paso. Hace poco se lo comenté a una compañera: ‘Sí que hay mujeres que son arquitectas, pero en las obras solo me encuentro con hombres’. A mí, de hecho, me suelen tomar por la decoradora. Y ya si hablamos de fontaneros, carpinteros... no me he encontrado con ninguna mujer, nunca».
¿Pero de cuántas arquitectas estamos hablando? «Hay más trabajando, para empresas o en otros trabajos, pero en la construcción y la rehabilitación específicamente seremos un 35-40%».
¿Qué pasa en la construcción?
El estudio titulado ‘La ausencia de las mujeres en el sector de la construcción en los trabajos a pie de obra’ (2022), realizado por la arquitecta Ane Alonso y que ha sido premiado en el Certamen Emakunde se confirma esta situación del sector. «Llevo más de 20 años ejerciendo la profesión como arquitecta autónoma, realizando principalmente proyectos de rehabilitación en Bilbao y alrededores», escribe Ane Alonso en la introducción de su investigación y «en todos los años de mi experiencia como directora de obra, nunca he encontrado a ninguna mujer desarrollando ninguno de los diversos trabajos que se realizan a pie de obra».
Está totalmente masculinizado, la segregación es extrema. Según datos del EPA (Encuesta de Población Activa), recogidos en el año 2020, la presencia de las mujeres en el Estado en la construcción es un exiguo 8%, apenas 100.000 frente a casi 1.200.000 trabajadores en total. En la CAV, en 2021, de los 53.163 trabajadores del sector, solo 5.403 son mujeres, un 10%.
Solo un par de datos más: hay especialidades en las que la presencia de mujeres es nula. En la rehabilitación: 0 ebanistas, 0 herreras, 0 colocadoras de parqué o encofradoras, por poner un ejemplo. En los oficios donde más mujeres hay es en ‘electricistas de la construcción y afines’: 1.498, un 1,32 por ciento de su categoría.
Son muchas las razones que da Ane Alonso, y muchas tienen que ver con que los esterotipos de género, que se convierten en barreras para acceder a dichos ámbitos laborales y siguen ejerciendo una fuerte influencia en la elección de la profesión. Es una segregación, una masculinización, además, socialmente aceptada, que es lo más llamativo de todo. Y, claro, también juegan los estereotipos a la hora de la selección, porque «la presencia de mujeres puede verse como un incoveniente que pueda provocar confictos con los trabajadores».
Es un nicho de mercado que las mujeres están desaprovechando, agrega la autora; de hecho, la construcción concentra 15 de cada 100 nuevos puestos de trabajo ¿La solución? Plantea varias, entre ellas una regulación específica de las bajas por embarazo, subvencionar la contratación de mujeres... y visibilizar referentes. ¿Y en el caso de las arquitectas, qué pasa? «La carrera es larga, unos 6 años, y luego estar en la obra no es fácil, menos de la crisis que arrancó en 2008. Y hay que tener en cuenta la responsabilidad también, porque de cada obra que hacemos asumimos diez años de responsabilidad, a través de un seguro, y creo que eso asusta a algunas a la hora de meterse en la obra», explica Olatz Ocerin.
Aquellas pioneras
En una entrevista que concedió al proyecto ‘Las mujeres arquitectas de Galicia’, Elena Arregui contaba que decidió estudiar arquitectura porque Matilde Ucelay, a quien se la presentó un conocido de la familia, le animó «y me dio el empujón». Un cruce en la vida de dos mujeres marcadas por la guerra: una, Matilde Ucelay, juzgada y ‘depurada’ por el franquismo; la otra, Elena Arregui, hija del euskaltzale José Arregi Garaigordobil, miembro de una conocida familia nacionalista y muy marcada por la cárcel y el exilio.
Olatz Ocerin ha encontrado su pista y sorprenden los silencios de Elena Arregui. Criada en Madrid, donde su familia se trasladó cuando ella tenía 6 años, desarrolló su carrera profesional en Galicia, en Santiago de Compostela, donde ejerció junto a su marido. De su padre y de su familia, no dijo públicamente nada.
Sí lo hizo sobre Margarita Mendizabal: que era «muy tímida». Ocerin ha conseguido reunirse con la gasteiztarra, acceder a su archivo, y da un dato para hacerse una idea: «Mendizabal estudió con Fernando Higueras, un arquitecto famoso y del que era muy amiga. En 1961, cuando se titularon, Higueras obtuvo un proyecto público de 1.100 casas, aquellos Poblados Dirigidos del Desarrollismo, para terminar con las chabolas. Margarita Mendizabal, hasta en 1979, no consiguió un proyecto de cien casas. Y eran de una cooperativa privada».
La obra sí es cosa de mujeres
«Empezamos a trabajar por el boca-oído. Y desde entonces no he parado, no me he dado de baja como autónoma. Ha habido temporadas mejores y peores. La crisis del 2008 nos hizo bastante daño. Aguantamos hasta el 2014, cuando mi socia lo dejó. Y yo continué solita, trabajando a veces más y a veces menos. Nunca me ha faltado trabajo». Este es el testimonio de una fontanera recogido en ‘La ausencia de las mujeres en el sector de la construcción en los trabajos a pie de obra’, el estudio de Ane Alonso (Emakunde, 2022).
Este el de una carpintera: «Está muy sobrevalorada la fuerza de los tíos e infravalorada la de las tías. Y para nada, hay tíos con mucha menos fuerza que yo, y que necesitan ayuda. A mí todavía cuando hay que coger algo de peso vienen a ver si puedo. A ver tío, ¡que sí puedo! Que se dé por hecho que por ser tía no voy a poder me molesta y yo que soy muy orgullosa... Además ahora según la normativa muchas cosas hay que hacerlas entre dos personas».