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La era de la «inestabilidad duradera»

La presidenta de BCE pronunció un discurso en Nueva York en el que afirmó que las placas tectónicas de la geopolítica están chocando y el mundo se encamina hacia la fragmentación. Auguró un periodo de incertidumbre que definió como de inestabilidad duradera

Christine Lagarde en Nueva York (Stefani REYNOLDS | AFP)

El lunes la presidenta del BCE, Christine Lagarde, intervino en el Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York. Su conferencia fue mucho menos autocomplaciente y más franca de lo que suelen ser las declaraciones de los político europeos. Sería por el auditorio, pero no se mordió la lengua.

Empezó diciendo que «las placas tectónicas de la geopolítica se están moviendo» y el statu quo está en cuestión. «Estamos siendo testigos de una fragmentación de la economía global en bloques que compiten», añadió.

De ahí que Lagarde diera por terminado el anterior periodo de estabilidad y señalara que se ha entrado en uno de «inestabilidad duradera» que asoció con un «menor crecimiento, costos más altos y asociaciones comerciales más inciertas». Poco optimismo.

Lagarde recordó que en los últimos 120 años «los riesgos geopolíticos llevaron a una alta inflación, una menor actividad económica y una caída en el comercio internacional»


Y a continuación explicó el porqué. «... podríamos enfrentar el riesgo de choques de oferta recurrentes. Los recientes eventos han puesto al descubierto hasta qué punto los suministros críticos dependen de unas condiciones globales estables».

Siguiendo con el razonamiento señaló que «los gobiernos están legislando para aumentar la seguridad de los suministros, en particular a través de la Ley de Reducción de la Inflación en EEUU y la agenda de autonomía estratégica en Europa». Pero no olvidó que «eso podría, a su vez, acelerar la fragmentación ya que las empresas también se ajustan con anticipación». Reconoció que esas leyes están obligando a las empresas a elegir localización y con ello contribuyen a la división.

Llamó a este escenario «nuevo mapa global» y recordó que en los últimos 120 años «los riesgos geopolíticos llevaron a una alta inflación, una menor actividad económica y una caída en el comercio internacional».

El peso de las divisas

El otro cambio que subrayó Lagarde fue que en un mundo multipolar «los nuevos patrones comerciales pueden tener ramificaciones que afecten a los pagos y reservas internacionales de divisas». Añadiendo a continuación que «los nuevos patrones comerciales también pueden dar lugar a nuevas alianzas» y puso como ejemplo el creciente papel de China y de su moneda, el renminbi, como reserva.

Y reconoció que muchos países tiene razones para cambiar: es «una oportunidad para ciertos países que buscan reducir su dependencia de los sistemas de pago y marcos monetarios occidentales, ya sea por razones de preferencia política, dependencias financieras o debido al uso de sanciones financieras».

En este aspecto, la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, dijo el martes en una entrevista a la CNN que «cuando usamos las sanciones financieras ligadas al papel del dólar existe un riesgo de que con el tiempo puedan socavar la hegemonía del dólar». Se han dado cuenta de que el control absoluto que mantenían hasta ahora se les está escurriendo entre los dedos.

No obstante, Lagarde quiso tranquilizar al auditorio diciendo que «estos acontecimientos no apuntan a una pérdida inminente de dominio del dólar estadounidense o el euro. Hasta el momento, los datos no muestran cambios sustanciales en el uso de las monedas internacionales. Pero sí sugieren que el estatus de moneda internacional ya no debería darse por sentado». Curioso, porque un poco más adelante, parafraseando a Ernest Hemingway, dijo que «la fragmentación puede ocurrir de dos maneras: gradualmente y luego repentinamente». O como dirían los marxistas, pequeños cambios cuantitativos que provocan una transformación cualitativa.

Las recetas

Lo más decepcionante de la conferencia fueron, quizás, las recetas que propuso para gestionar la actual coyuntura. Lagarde abogó por ayudar más a las empresas y menos a las personas más vulnerables.

La segunda tarea que planteó fue «completar la unión de los mercados de capital europeos. Esto será fundamental para determinar si el euro se mantiene entre las principales monedas mundiales u otras toman su lugar».