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Entrevue
Javier Castroviejo
Estación Biológica de Doñana

«Agotada y destruida, Doñana ha perdido la guerra»

Javier Castroviejo es probablemente el científico que mejor conoce la situación de Doñana. Pionero en la biología de campo, dirigió la Estación Biológica entre 1975 y 1988 participando en la redacción de leyes que deberían haber protegido un ecosistema vital para miles de especies.

Javier Castroviejo. (NAIZ)

Irónico y combativo, Javier Castriviejo (Bueu, Galiza, 1940) hace acopio de multitud de datos para demostrar que Doñana, la reserva natural «más importante del sur de Europa ha perdido la guerra». Legalizar cientos de pozos ilegales construidos en la marisma para nutrir a la agricultura, como pretende el Gobierno andaluz, es el último capítulo de un proceso de destrucción que empezó hace más de 25 años. Hay pruebas por todas partes. «Todo se debe a la negligencia del Estado y a unos funcionarios que han incumplido las normas con total impunidad», sentencia.

La historia de Doñana es la crónica trágica de una nefasta planificación medioambiental. ¿Qué ha sucedido allí?

Es la historia de un abandono administrativo. Los responsables de protegerla defienden desde hace mucho tiempo los intereses de aquellos que quieren destruirla. Desde el franquismo. Entonces se impuso un corporativismo tecnocrático que se repartió el uso y la gestión de su naturaleza que ha llegado hasta nuestros días. Unos se encargaron de los montes y comercializaron la madera. Otros, la agricultura, las cuencas hidrográficas y las obras públicas. Y otros, las costas y estuarios. El problema es que todos ellos ignoran el valor de un entorno como Doñana. Ninguno conoce la importancia que tiene disponer integradamente de un ecosistema. Los servicios y las funciones que presta a la vida son inmensos. Pero lo más peligroso es que los responsables de esta catástrofe todavía se mantienen en sus puestos, agazapados, cuando deberían haber sido reemplazados urgentemente por equipos multidisciplinares capaces de actuar con conocimientos científicos. El resultado es que la marisma ofrece hoy un espectáculo patético, surcada por canales, motobombas, balsas y diques. Doñana está en una situación agónica.

¿Cómo se ha llegado a esta situación siendo Parque Nacional desde 1969?

Por la intervención negligente de la Administración y la permisividad de unos funcionarios que han incumplido las leyes con total impunidad. Desde el nacimiento de la Estación Biológica en 1964, la lista de agresiones es interminable. Desde la destrucción de la marisma de la Red Natura 2000 de la UE, que fue roturada y sus amplios cauces plenos de vida cultivados y transformados en canales. Por si esto fuera poco, el agua ha sido sustraída del espacio protegido bombeándola a enormes balsas. Es un proceso iniciado y ejecutado en buena medida por el Estado (Agricultura, Confederación, Minas) y continuado hasta hoy por distintas empresas que se lucran con estos bienes de interés general.

¿Qué agresiones considera más graves?

Destacaría la destrucción del Brazo de la Torre que nace a la altura de la isla Mínima del río Guadalquivir, no lejos del estuario. Su anchura podía llegar a ser de centenares de metros y albergaba un conjunto de hábitats acuáticos de alto valor ecológico que hoy ha sido destrozado por la construcción de canales, diques transversales o longitudinales, y la roturación de valiosas riberas de pasto. Además, la contaminación por el uso de pesticidas en los arrozales no solo ha provocado la mortandad de decenas de aves en la marisma, sino que han afectado al suelo y a los acuíferos, y envenenan a los insectos polinizadores. Recuperar esto es una obligación si de verdad se quiere salvar Doñana. Otra tarea urgente es recuperar la funcionalidad del caño Guadiamar, cuya cuenca prácticamente ha desaparecido con todos los hábitats que albergaba. Y así podría continuar hasta el infinito. El denominador común de todo esto es el incumplimiento sistemático de las leyes, especialmente del Real Decreto Ley 7/1999 y de todas las directivas europeas sobre aguas, aves y hábitats. Qué duda cabe que las fuertes sanciones impuestas por el TJUE al Estado español fueron batallas ganadas, pero para Doñana ha sido muy debilitante. Agotada y destruida, parece que ha perdido la guerra.

«La marisma ofrece hoy un espectáculo patético, surcada por canales, motobombas, balsas y diques. Doñana está en una situación agónica»


¿Hay alguna manera de recuperar Doñana?

Lo primero que habría que hacer es conocer la situación real por la que atraviesa, que raya lo escandaloso. Es vital identificar correctamente el problema, la destrucción de la marisma y sus cauces, que afecta a unas 30.000 hectáreas de territorio. Inmediatamente después habría que cumplir las leyes que ordenan su recuperación porque hay financiación para hacerlo. Y, finalmente, deberíamos de exigir a los responsables que expliquen lo que ha sucedido y por qué lo han mantenido oculto de forma sistemática durante tantos años. Estamos, quizá, ante la última oportunidad de salvar Doñana, uno de los espacios más bellos y protegidos del planeta, pero, al mismo tiempo, el más amenazado.

¿Hasta qué punto pueden verse afectadas otras reservas biológicas como Urdaibai?

Urdaibai y otros muchos lugares como la Nava Palentina, la orensana laguna de Antela, La Janda, el complejo de la Mancha Húmeda, las marismas de los ríos Tinto y Odiel o el delta del Ebro. Se trata de grandes humedales cuya destrucción a manos de los tecnócratas causan unas pérdidas inmensas en el ámbito patrimonial y natural que todavía no se han analizado. Estos espacios protegidos ejercen funciones como reservorios de biodiversidad, de uso alternativo y estacional para el reposo en las migraciones de aves y en las dispersiones de organismos acuáticos. Mantener viva esta red estratégica es fundamental, pero el deterioro de Doñana ha desencadenado una cascada de sinergias negativas para el medio ambiente en toda la península ibérica.

¿Cree que la movilización internacional y las sanciones de la UE pueden ser decisivas para cambiar esta dinámica?

Sí, pero no son suficientes ni de lejos. La restauración de toda la red hidrológica y los hábitats del caño Guadiamar y del Brazo de la Torre debe hacerse de manera inmediata en cumplimiento estricto de la ley 07/1999. Es la única manera de salvar la marisma y Doñana. Estamos hablando de una situación de emergencia y, por lo tanto, urge actuar ya. Por eso es indispensable el concurso de los periodistas, de los movimientos ecologistas, de los artistas y los poetas, que pueden tocar fibras de la sensibilidad humana vetadas a la investigación científica.

¿Qué opina de la controvertida ley aprobada por la Junta de Andalucía?

Constituye un magnífico ejemplo de estudio de lo que no conviene hacer en un ecosistema amenazado. Es todo muy ‘orweliano’ y de una vulgaridad asombrosa, aunque exenta de originalidad, porque el PSOE hizo cosas parecidas durante mucho más tiempo.

«Es todo muy ‘orweliano’ y de una vulgaridad asombrosa, aunque exenta de originalidad, porque el PSOE hizo cosas parecidas durante mucho más tiempo»


¿Considera que los conflictos alrededor del agua van a ser cada vez más habituales?

Sí, estamos entrando en la fase del más difícil todavía, como en el circo. Y no creo que falten animadores. Hay muchos políticos que desdeñan el conocimiento científico. La prueba es que en este país se sigue destinando el 70% del agua a la agricultura mientras los problemas de abastecimiento para muchas poblaciones son gravísimos.

¿Cree que es posible compatibilizar la conservación de Doñana con los intereses económicos que lo rodean?

Evidentemente. Pero es esencial compaginarlos bajo los principios de un desarrollo integrado y sostenible, es decir, que el crecimiento de un sector no perjudique al otro. Y para ello debería cumplirse la ley 7/1999 sobre la regeneración hidrológica del parque nacional de Doñana y aplicar cada una de las directivas de la UE.

¿Cómo valora la política medioambiental en el Estado español?

Preocupante, siendo optimista. El poder de las multinacionales agrícolas se antoja inmenso y los ecosistemas acuáticos están en estado crítico. Muchos humedales han sido destruidos y contaminados porque se han utilizado como vertederos. Apenas quedan ríos cuyos cauces no estén interrumpidos por azudes o embalses colmatados por sedimentos. Los grandes molinos, los megainstalaciones solares y los tendidos de alta tensión, que ni respetan los espacios protegidos, afectan gravemente al paisaje y la vida natural. Los pesticidas y herbicidas casi han acabado con la biodiversidad en las zonas agrarias. No se ven casi insectos, polinizadores incluidos, y lo mismo puede decirse de lagartijas y caracoles. Padecemos el síndrome del ‘bosque vaciado’, es decir, zonas donde los árboles maduros y autóctonos han sido sustituidos por especies ajenas muy pirófilas, como el pino radiata o el eucalipto, que no conforman ecosistemas forestales.

Usted lleva toda una vida dedicado a la conservación de la naturaleza y a la protección de Doñana. ¿Qué balance hace?

No solo de Doñana. También de la cordillera Cantábrica y de los ecosistemas tropicales, los de mayor diversidad, mas desconocidos, frágiles y amenazados del planeta, especialmente las sabanas inundables de Latinoamérica, como los llanos del Orinoco. Y puedo decir que quienes ostentan el poder manipulan nuestros sueños, porque solo están preocupados por sus cuentas de resultados. Y pensemos que si desaparece la naturaleza solo nos quedará la uniformidad de la agricultura industrial, el asfalto y la masificación.