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La planta Canopia de Baiona se adapta a la nueva política de selección de residuos

Diez años después de su creación, el denominado polo de valorización de residuos Canopia ha agrandado y remodelado sus instalaciones para hacer frente a la nueva doctrina en materia de recogida y tratamiento de papel y envases domésticos implementada por la Mancomunidad Vasca.

El alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, y la concejal de transición ecológica, Laurence Hardouin, durante la visita a la renovada planta Canopia. (Guillaume FAUVEAU)

Diez años después de su creación, la planta Canopia, inaugurada en 2013, ha sido remodelada para ganar en espacio y dotarse de los sistemas con los que responder a las nuevas necesidades en materia de selección y tratamiento de residuos fijadas desde la Mancomunidad Vasca.

Tras seis meses de obras el resultado de esa renovación pudo verse durante la visita que, chaleco amarillo y casco mediante, realizó el 20 de junio un nutrido grupo de visitantes, en su mayoría electos y periodistas, a la instalación situada en el barrio norte de Baiona.

Canopia, que toma su nombre de la denominación que se da a la parte verde de árboles y plantas, fue construida por las instituciones locales en colaboración con uno de los grupos con mayor penetración en el sector, Urbaser.

Dotada de un presupuesto inicial de 60 millones de euros, Bil ta Garbi gestiona un centro cuya implantación fue objeto de fuerte debate social en relación a los riesgos para la salud derivados de los sistemas que se emplean en la planta para tratar los residuos domésticos.

Como consecuencia de esas reticencias expresadas en particular por asociaciones vecinales y organismos ecologistas se plantearon a la empresa una serie de requisitos particularmente en cuanto a las afecciones sonoras y también para evitar malos olores.

No se pueden «exportar» las basuras

La creación de Canopia respondió a un cambio de ley que impuso, en 2013, la gestión «in situ» de los residuos, lo que obligó a Baiona a encontrar una alternativa a la práctica que seguía hasta entonces la capital labortana y su área de influencia que no era otra que «exportar» sus residuos a Gironda, en algunos casos para su reciclado y en otros para su incineración.

A la hora de concebir el polo Canopia, Bil ta Garbi, el sindicato que se encarga de la gestión de residuos, puso sobre la mesa las ventajas de construir un polo de tratamiento con cuatro áreas –un espacio de biorreactores, un centro de selección mecánico-biológico TMB, un núcleo de metanización y otro más de compostaje– destinado a tratar cada año más de 76.000 toneladas de residuos, objeto de una primera separación o selección por los ciudadanos, y 15.000 toneladas más de excedentes de la recogida del propio sindicato tras su transformación en biogás.

La promesa de producir 12.500 megavatios de energía eléctrica y la misma cantidad de energía térmica, esta segunda para ser reutilizada en la planta, sin olvidar la producción de compost, sirvieron de argumentos principales a la hora de compensar las muchas dudas expresadas por diferentes colectivos ciudadanos tanto sobre los riesgos para la salud como sobre el alto costo de la instalación.

60 millones de euros de inversión inicial

Desde su inauguración, Canopia sigue tragando residuos, pero también recursos económicos. Sin olvidar algún que otro sobresalto como el incendio producido en 2016 en esa planta que trataba a esa fecha los residuos de 202 localidades de Ipar Euskal Herria y Biarno.

Así las cosas, tras la inversión inicial de 60 millones a pagar en 15 años, que fue entendida una década atrás como excesiva por grupos de la oposición baionarra, caso de Bayonne Ouverte (izquierda hexagonal), hay que saber que la adaptación de la planta para abordar ese nuevo modelo de selección de papel y envases implicará para Bil ta Garbi un aporte de 15,5 millones de euros que saldrán del «Plan de acción en materia de residuos 2021-2026».

En todo caso, la presidenta de Bil ta Garbi, Martine Bisauta, defiende que «el nuevo sistema es más eficiente» y aporta el dato de que entre enero y mayo de 2023 la recogida selectiva ha aumentado en un 22% con respecto al mismo periodo de 2022.

El porcentaje de desperdicios domésticos se ha reducido en un 6% y ha aumentado la selección de vidrio en un 4%, lo que lleva a Bisauta a asegurar que «se han superado las expectativas».

El nuevo modelo de selección

Hasta enero de este año las bolsas amarillas solo podían incluir papel, cartones o bricks, botellas o recipientes de plástico y envases metálicos.

A ese espectro se añaden hoy todo el resto de envasados plásticos –siempre que sea de uso doméstico, es decir, no vale poner en bolsa un bolígrafo o un juguete roto– además de pequeños objetos de metal, como cápsulas o coberturas de medicamentos.

«Esta ampliación del sistema de selección implica un desafío importante» reconoce Antoine André, director regional de Citeo, empresa especializada en el reciclado de productos domésticos de cuyas palabras se hace eco ‘Mediabask’.

El técnico justifica que para realizar esa transfrormación era necesario contar con un centro con mayor capacidad, ya que esa ampliación del espectro de residuos obliga al tratamiento suplementario de unos tres kilos por habitante y año.

El renovado centro Canopia ocupa una superficie de 4.400 metros cuadrados y tiene capacidad para tratar 32.000 toneladas anuales de papel y envases domésticos.