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Cría cuervos...

Captura del vídeo en el que Yevgeny Prigozhin asegura tener el control de Rostov del Don. (AFP)

Yvgeni Prigodzhin, jefe del grupo de mercenarios Wagner, se desmelenaba el viernes por la tarde asegurando que la ‘operación militar especial’ en Ucrania había sido un engaño de la cúpula militar rusa y del servicio secreto (FSB) a Putin para que se embarcara en una aventura militar que no tenía justificación alguna.

Al negar que Ucrania supusiera una amenaza real para Rusia, el empresario restaurador devenido líder de uno de los grupos paramilitares más temidos y con tentáculos en África y Oriente Medio, lanzaba una bomba en la línea de flotación contra la justificación, primera y última, de la campaña, agresión o invasión –poco importa ya el nombre–.

Prigodzhin llevaba meses denunciando la estrategia del Ejército ruso y no había ahorrado calificativos para denigrar a la cúpula militar, liderada por el ministro de Defensa, Sergei Shoighu, y el jefe del Estado Mayor, general Valeri Gerasimov.

Al punto de que, tras la toma de Bajmut, el jefe de Wagner anunció el repliegue de sus hombres, una mezcla de mercenarios aguerridos y de presos condenados por crímenes y violaciones excarcelados con la condición de que fueran carne de cañón en la guerra. Muertos o libres.

Comentábamos en la redacción de Mundua que, con su descalificación de la guerra, Prigodzhin había cruzado el Rubicón. A fuer que lo ha hecho, aunque esa tarde ni se nos pasaba por la cabeza que iba a sacar a sus tropas de Ucrania y comenzar lo que presenta como una Marcha a Moscú (atención a las reminiscencias con la Marcha fascista a Roma de Mussolini en 1922) desde su feudo en Rostov del Don.

El conocido como ‘chef de Putin’, un convicto tras 10 años en prisión que, tras comenzar a vender perritos calientes, llegó a controlar un emporio de restaurantes gracias a los contratos públicos del Kremlin, insiste en que su objetivo no es su inquilino, a quien exonera como víctima de su entorno.

Sabe que, de momento, no puede disputar la legitimidad de quien en el año 2000 llegó al poder sobre los escombros de la guerra de Chechenia y fue elevado a la categoría de ‘nuevo zar’.

Torres tan o más altas han caído. Y si no, que se lo digan a los máximos dirigentes en imperios a la deriva, como los sultanes otomanos a manos de los Jóvenes Turcos en los albores y las postrimerías de la Gran Guerra.

Noticias como la que nos sacude en estas horas generan entre la clase periodística el vértigo de que podemos estar ante el acontecimiento del año, del decenio, e incluso, del siglo.

Los rumores se suceden. Desde combates en Voronezh, camino a Moscú, hasta la salida en avión de Putin desde la capital a San Petersburgo, ciudad donde, como Prigodzhin, se labró un futuro que le llevó al Kremlin. Hay fuentes que hablan de deserciones en masa de divisiones militares y fronterizas que se ponen a las órdenes de los mercenarios del ‘cocinero-carnicero’, prestigiadas al haber sido las únicas capaces de lograr un éxito militar para Rusia (de Soledar a Bajmut, en Donetsk) desde la friolera de marzo de 2022.

Sea cual sea el desenlace, todo ha cambiado. Rusia tiene difícil, si no imposible, librar una pugna interna y una guerra externa a la vez, lo que puede dar alas a una contraofensiva ucraniana que mostraba signos de agotamiento ante las sólidas defensas rusas.

Las tropas ‘mamelucas’ chechenas, bajo las órdenes del sátrapa islamista Ramzan Kadirov, amigo personal de Prigodzhin, se dirigen a la zona. Habrá que estar atentos a estos movimientos.

Y es que nadie, ni siquiera él, se lanza a una aventura sin ser consciente de que hay una pugna interna en el Kremlin, labrada desde hace un año y que se ha intensificado con los reveses rusos en Ucrania.

Lo que no está tan claro es el futuro. Llevamos más de un año temerosos por la reacción de una potencia nuclear ante una derrota militar. Qué no decir ante una eventual implosión interna. ¿Podría ser que, en su caso, echáramos de menos a Putin?

Lo que está claro es que él es el principal responsable del desaguisado. Cría cuervos... El problema es que nos saquen los ojos a todos.