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La herencia universal para jóvenes, una idea con muchas aristas

La plataforma liderada por Yolanda Díez, Sumar, ha lanzado estos días la idea de una herencia universal. A pesar de que la propuesta no está excesivamente desarrollada ha tenido el mérito de encender el debate.

Yolanda Díaz y Ernest Urtasun durante un acto de la campaña electoral (Fernando SÁNCHEZ | EUROPA PRESS)

La idea de una herencia universal lanzada este lunes por Yolanda Díaz (Sumar) consiste básicamente en pagar a cada joven una determinada cantidad, de una sola vez, al llegar a una determinada edad. Una herencia que corresponde a cada persona por ser ciudadano. El uso de ese dinero puede estar condicionado –debe gastarse obligatoriamente en determinadas actividades– o no.

A partir de esta idea general, Sumar propone que se conceda a los 18 años, pero que no se cobre hasta los 23, de modo que durante el periodo de transición el o la joven tendrá un «acompañamiento administrativo» en el que se le orientará sobre la forma de gastar el dinero que, según su propuesta, se deberá dedicar a inserción laboral, emprendimiento o formación.

La formación de Díaz propone entregar 20.000 euros a cada joven, independientemente del nivel de renta, para evitar la «burocracia innecesaria», dicen. El dinero se recaudaría mediante un impuesto a las grandes fortunas más ambicioso que el actual y permanente. Calculan que serán necesarios alrededor de 10.000 millones de euros anuales, aproximadamente el 0,8% de PIB. Para hacerse una idea, el actual impuesto a las grandes fortunas prevé recaudar este año 1.500 millones de euros, esto es, 0,12% del PIB. Queda, por tanto, un largo camino por recorrer para alcanzar la cantidad necesaria.

Justifican esta propuesta señalando que en el Estado la desigualdad en la posesión de riqueza es incluso mayor que la desigualdad medida en función de la renta. Apuntan, además, que la herencia es el principal canal de transmisión de la desigualdad, ya que más del 60% de la riqueza es heredada. En el Estado el 1% posee el 60% de la riqueza total, mientras que el 50% más pobre apenas posee el 6%. Sumar considera que con esta medida se garantizará la igualdad de oportunidades y la redistribución de la riqueza.

Debate con muchos matices

Las críticas abordan la propuesta desde diferentes perspectivas. En primer lugar, es cierto que un importante número de estudios ha establecido que el ingreso de los padres influye enormemente en el ingreso de los hijos. El «éxito» en la vida depende en gran parte del lugar social y geográfico en el que se nace. Precisamente por eso, tiene difícil justificación que una medida de este tipo vaya a cambiar algo cuando muchos jóvenes habrán pasado toda su infancia y la adolescencia hacinados en viviendas pequeñas de barrios sin infraestructuras y rodeados de privaciones.

Tal vez, la herencia universal debería empezar a funcionar desde el nacimiento de las personas, proporcionando vivienda digna, barrios humanos con infraestructuras deportivas, sociales y culturales, buenas escuelas públicas e ingresos suficientes para que cuando los jóvenes cumplan la mayoría de edad, aunque no tengan capital económico, hayan podido adquirir cierto capital social y cultural, que decía Bourdieu, que les permita prosperar en la vida.

En segundo lugar, llama la atención que la ayuda tenga que dedicarse a la inserción laboral, los estudios o el emprendimiento. Dejando de lado los estudios, las otras dos opciones están dirigidas a crear empresas para competir en el mercado. Tal vez con esta propuesta hayan querido evitar que el dinero se malgaste, pero de este modo se refuerza la idea de que el emprendimiento individual es el único modo de tener una trayectoria profesional.

La realidad, sin embargo, muestra que cuanto más desarrollado es un país, menor es el número de autónomos. En EEUU rondan el 6,2%, en Alemania y Japón el 10%, en el Estado francés el 11,6% y en Estado español el 16,5%. De hecho, en Euskal Herria, la tasa de emprendimiento –que en realidad mide las empresas que se crean cada año– es el más bajo del Estado. Conviene no olvidar que solamente la mitad de las nuevas empresas duran más de cinco años, con lo que el emprendimiento no parece una perspectiva muy halagüeña, «ni un trampolín que promueva la libertad para elegir su camino en la vida», como afirmó Yolanda Díaz.

En cuanto a la distribución de la riqueza, la medida tendrá un pequeño efecto en la reducción de las desigualdades, sobre todo, porque el ingreso provendrá de las grandes fortunas, ya que la «herencia» se concederá a todo el mundo, independientemente del nivel de renta. Aunque por el lado de la distribución no habrá diferencia, lo cierto es que esa herencia no tendrá el mismo valor para un rico que está bien protegido por sus padres que para la hija de un obrero.

En este sentido, algunas críticas han llamado la atención sobre algunos efectos perversos que puede tener una ayuda de este tipo en determinados productos o mercados. La posibilidad de gastarla en formación puede provocar un aumento en el precio de las matrículas de los máster, por ejemplo. O en los precios de determinados servicios de asesoramiento empresarial.

Asimismo, puede tener un efecto muy negativo en relación con los discursos sobre la pobreza. Haber recibido la herencia puede servir de excusa para que la derecha, siempre dispuesta a recortar ayudas sociales, diga que todo el mundo tuvo su oportunidad y el que no la aprovechó no tiene derecho a quejarse ahora, y mucho menos a exigir nuevas ayudas.