A problemas políticos, soluciones políticas
La violencia ha inundado nuevamente las ciudades en el Estado francés en plena revuelta. Hemos asistido a un guión que se repite… estallido de violencia, escenas de saqueos, ataques contra edificios públicos y contra electos locales en algunas poblaciones.
Partiendo de la base de que los datos macroeconómicos en el Estado francés no son malos, aunque estén distorsionados por el peso de la deuda pública. algunos observadores tienden a analizar los acontecimientos simplificándolos en base a una supuesta realidad «marginal y violenta»de sectores «minoritarios» de la sociedad.
Sin embargo, durante la presidencia de Emmanuel Macron se han sucedido tres importantes crisis: la de los chalecos amarillos (2018-19), donde el protagonismo inicial de las protestas de la Francia «periférica» acabó contagiando a todo el país; las protestas contra la reforma de las pensiones (2023) donde la ciudadanía salió a las calles en defensa de un derecho que podían perder; y ahora, la revuelta contra la muerte a manos de la policía de Nahel M.
Estas tres crisis,muestran que además de los motivos coyunturales, coexisten causas de una trascendencia a más largo plazo: la transición ecológica (chalecos amarillos), el financiamiento del modelo social (pensiones), y el sistema policial y racismo estructural.
Una crisis estructural en torno al modelo policial
El peso de la historia colonial ha sustentado la l política de «control de identidad»sobre las poblaciones de los barrios más populares y desfavorecidos. Apoyado además en una perfilización racial por parte de las Fuerzas de Seguridad e incluso una discriminación racial dentro de la propia policía.
Cualquier intento de reforma para acabar con la violencia policial choca con la actitud del Estado, que sigue reforzando este modelo represivo con más apoyos a la policía (más armas, más leyes favorables y permisivas…) lo que ha provocado un claro sentimiento de impunidad en las últimas décadas. Esas demandas de reforma se enfrentana la obstrucción sistemática de los sindicatos policiales (verdaderos lobbys de presión y defensores a ultranza del actual status quo) y de buena parte de la clase política (necesitada de los primeros para mantener su situación privilegiada).
Los datos deberían preocupar a más de un responsable político: desde 2021 se han registrado18 muertes por disparos policiales. Y se han abierto 71 casos por el uso de armas de fuego por parte de la policía, lo que le sitúa a la cabeza de la lista negra de las policías europeas. A ello hay que añadir las decenas de mutilados en las manifestaciones y protestas de los chalecos amarillos y la reforma de las pensiones.
El sentimiento de abandono se ha ido acumulando durante mucho tiempo. Buena parte de los habitantes de esos barrios sienten diariamente una segregación estructural: por su origen (a pesar de que se trata de generaciones plenamente «francesas»), su cultura, su religión, su clase, su barrio… Ese barrio que es el único que les protege.
El reforzamiento legal y material de las fuerzas policiales, junto al abandono de las medidas sociales, seguirán fracturando aún más la realidad del Estado francés
Un cóctel muy potente, donde se entremezclan la pobreza, la exclusión, la segregación política y étnica, el racismo, la violencia y la represión policial, en definitiva, la «guettización» de una parte de la sociedad. En esta ocasión, a las protestas se han unido dos nuevos componentes, el uso de las redes sociales como elemento catalizador del relato y de la movilización, y la juventud de los manifestantes.
La indignación y la rabia dan paso a una suerte de violencia autodestructiva, basada en la convicción de que «podría haber sido yo». Y cuando el ciclo que se ha repetido durante 40 años, emerge la responsabilidad política…hay que abandonar la sempiterna condena de la violencia, para buscar comprender el sentido de estas protestas. ¿Cómo no ver en esto una reivindicación del derecho a vivir como los demás y a gozar del mismo trato institucional, empezando por la policía?
Es evidente, que como en otros casos, la situación no puede resolverse negándose a afrontar y pensar en esta rabia y sus motivos, y apostando por una mera respuesta «de seguridad». Porque no debemos olvidar que en el terreno del «orden y la ley» en el sistema neoliberal, siempre gana el discurso de la extrema derecha y de la derecha extrema.
Fuerzas de izquierda (políticas, sindicales y sociales) han firmado un manifiesto de «duelo y rabia por el asesinato de Nahel M.», así como un pronunciamiento contra las lecturas de la derecha y la apuesta por la “seguridad” del gobierno. Fuera del mismo se han quedado el PCF (no comparte una lectura exclusivamente represiva sobre la policía) y el PSF (no comparte la condena «sin reservas” hacia la policía ni las acusaciones de «racismo sistémico»).
La brecha social, territorial y política se agranda cada vez más, el sentimiento de injusticia social y el distanciamiento social siguen creciendo. Por ello, medidas de reforzamiento legal y material de las fuerzas policiales, junto al abandono de las medidas sociales seguirán fracturando aún más al Estado francés.