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Sánchez y Feijóo, a por todas en un debate áspero y bronco

El «cara a cara» ha sido un espectáculo de pelea de bar con pocas propuestas y en el que han sobrevolado como ataques los acuerdos con la ultraderecha y con los soberanistas. Un Sánchez nervioso contra un Feijóo que pide ser votado por los socialistas en caso de ser el más votado para eludir a Vox.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, antes de comenzar el debate. (Pierre Philippe MARCOU | AFP)

«No deja hablar», ha repetido Alberto Núñez Feijóo unas cuantas veces, casi tantas como las que ha dicho Pedro Sánchez. Se han acusado de mentir, de traicionar principios y a los ciudadanos del Estado y hasta de ser poco democráticos. El debate de Atresmedia ha sido bronco, aunque no ha habido insultos y una concatenación de acusaciones en donde las propuestas han brillado por su ausencia.

Sorpresivamente, el líder del PSOE ha estado notablemente nervioso, a pesar que en los duelos cara a cara previos que han tenido (el último en mayo pasado, en el Senado, y el más legendario el año pasado, el debate del Estado de la Nación), Feijóo parecía ser el menos adaptado a la situación.

En la sede de Atresmedia, con Ana Pastor y Vicente Vallés como moderadores, los temas que se han propuesto para debatir eran políticas sociales e igualdad, vivienda, economía, pactos de investidura y relaciones internacionales. Los candidatos poco han respetado los límites temáticos.

«Desconocía su sentido del humor», le ha dicho tres veces Sánchez a Feijóo. «Para gracioso ya está usted», ha respondido el expresidente de la Xunta. Las chicanas han estado a la orden del día y por supuesto, no ha faltado traer a colación a ETA. El gallego ha citado el aniversario del secuestro de Miguel Angel Blanco y ha prometido que «nunca» gobernaría con los herederos de ETA.

Ha retrucado Sánchez, en un buen golpe de efecto para responder que él no miente, citando una frase de Feijóo de 2006 en la que dijo que «la sociedad española está obsesionada con saber» si en los atentados del 11-M de 2004 estaba vinculado ETA. «Eso es mentir, señor Feijóo, usted dijo esta frase», ha recalcado. Un rato después, ha añadido: «Ustedes han llegado a decir esta maldad que es ‘que te vote Txapote’».

El líder gallego ha dicho estar «harto de los follones» del Gobierno del Estado y ha llegado a decir que lo ve «cariñoso con los separatistas». Además, ha pedido en reiteradas oportunidades que el PSOE vote su investidura si gana las elecciones y hasta ha realizado la performance de firmar un documento que luego ha puesto sobre la mesa en el que asegura que se comprometía a investir a Sánchez si era el que ganaba.

Sánchez ha apostado por echar en cara a Feijóo «los 140 pactos de investidura en ayuntamientos y autonomías» entre el PP y la ultraderecha y también ha hecho un listado de las declaraciones machistas, homófobas y negacionistas del covid de los dirigentes de Vox que ha encumbrado en las instituciones el voto del PP.

Tono bronco también sobre la economía

En lo que respecta a la economía, Feijóo ha acusado al Gobierno de estar mintiendo al decir que «la economía va como una moto» y ha acusado a Sánchez de haber aumentado la deuda pública del Estado más que ningún otro país de la UE, además de decir que es la economía que menos ha crecido (de hecho lo ha hecho mostrando un gráfico dado vuelta, que parecía un error pero luego ha corregido para darle más efecto a su declaración).

Sánchez ha hecho una enfática defensa de su política económica, le ha pedido al líder del PP que alguna vez «mencione la guerra de Ucrania» y le ha dicho que toda la deuda tuvo que ver con salvar la economía en tiempos de pandemia, además de haber llegado a uno de los picos más broncos del debate al acusarse mutuamente con respecto a las pensiones. Ni siquiera podían coincidir en algo fáctico como es quién había apoyado la reforma de las pensiones.

Feijóo, ante la pregunta de los pactos, ha asegurado que Santiago Abascal no formará parte de su Gobierno «si» tiene «los votos» y ha dicho que eso dependía del PSOE, dejando abierta la puerta a compartir un Consejo de Ministros con Vox.

Igualdad, la tormenta

Uno de los momentos en los que Feijóo ha parecido lograr arrinconar a su rival ha sido cuando en el apartado de Igualdad y Políticas Sociales ha atacado la Ley del Solo Sí es Sí. El líder del PP ha vuelto a la retórica del populismo punitivista y ha acusado a Sánchez de «hacer una ley para beneficiar a los violadores», además de añadir que será recordado en la historia y que «lo va a perseguir el haber firmado la ley que rebajó las penas a 1.150 violadores».

El presidente del Gobierno ha alegado que eso tiene un «error penal» y ha defendido los otros aspectos de la Ley del Solo Sí es Sí aunque ha parecido acusar el golpe, cuando Feijóo le ha recordado que la ministra Irene Montero no había sido cesada a pesar que él «había cesado a ministros socialistas que hasta habían colaborado» en las primarias que lo devolvieron a la Secretaría General en 2017.

Igualmente, el líder del PSOE le ha recordado que «ahora la comunidad LGBTIQ está amenazada por los pactos espúreos» a los que ha llegado en ayuntamientos y comunidades autónomas, y allí Feijóo ha respondido que él respeta esa bandera y también «la bandera de España».

El líder del PP ha machacado con la relación de socios del Gobierno con los partidos soberanistas y le ha ofrecido a Sánchez modificar la ley electoral «para que nadie que haya tenido una condena por delito de sangre pueda volver a estar en una lista electoral» y también para que los políticos catalanes involucrados en el procés tampoco puedan ser elegibles, algo que el líder del PSOE no ha mencionado si apoyaría.

Todos los asuntos han sido permeados por la discusión bronca y los leitmotiv de la ultraderecha y los soberanistas. También ha sido el caso de la política exterior. Allí ha aparecido Marruecos y Feijóo ha dicho que quería volver a la posición previa de un «equilibrio» entre Rabat y Argel, en tanto Sánchez ha argumentado que su nueva posición al respecto «es la misma que tienen los socios europeos como Italia, Francia y Alemania».

Pero también ha señalado que Bruselas «está preocupada» por un pacto de gobierno entre PP y Vox, a lo que Feijóo ha replicado que la presidenta de la Comisión Europea criticó los extremos, pero Sánchez le ha recordado que «el único partido» con el que ella no dialoga es con el grupo de la extrema derecha en el Europarlamento, en el que está Vox, insistiendo poco después en que él habla de la Constitución pero no la cumple por tener hace cinco años «secuestrado al CGPJ» y bloquear la renovación de cargos.

En el minuto final, Sánchez ha reiterado su intento de azuzar el miedo al pacto con la ultraderecha y ha reivindicado una «España moderna y europea» en tanto Feijóo, que no ha sabido mirar a la cámara correcta en sus últimas palabras, ha pedido una mayoría firme «para no depender de los extremismos».

Sabor amargo

El líder del PSOE ha llegado a la sede de Atresmedia, en la ciudad de San Sebastián de los Reyes (periferia norte de Madrid) minutos después de las 21.00, y diez minutos antes ha hecho lo propio el candidato del PP. La estela de coches y furgonetas negras se ha visto venir de lejos y llamaba la atención –de hecho se ha cortado la calle– en un barrio tranquilo de esta de ciudad-dormitorio.

Ambos han posado en el photocall con las autoridades de Atresmedia y tras estar en sus propios camerinos se han acercado al plató, se han dado un apretón de mano durante unos veinte segundos en los que han posado para las cámaras, acompañados por los moderadores del debate.

Un plató minimalista, con tan solo una mesa (nada de atriles), 12 cámaras que los rodeaban para captar cada gesto y dos metros y medio entre ellos. Cabe recordar que este debate es el único que aceptó hacer Feijóo y rechazó ir al convocado por RTVE y solo aceptó hacer el de la cadena privada.

Al mismo tiempo, militantes de ambos partidos veían la retransmisión en las sedes de Ferraz y de Génova, aunque no ha habido imágenes de ellos durante el debate.

El intercambio entre los líderes de los dos partidos españoles alfa deja un sabor amargo. No parece haber cumplido mínimos estándares democráticos y propositivos y, para más inri, han estado rodeados por un formato extraño que impulsaba el show de la crispación para una cadena privada y no el orden que podría exigir una televisión pública.