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De la terapia del miedo de hace un año a la actual quiebra por aplastamiento

Los malos augurios económicos de hace un año no se cumplieron. Las actuales previsiones no son tan negativas, sin embargo hay dos cosas que sí han cambiado: las reservas de la economía se han ido agotando y la inflación y los tipos de interés forman un torniquete que estruja cada vez con más fuerza.

Precios en una frutería de Donostia (Gorka RUBIO | FOKU)

Hace un año, las perspectivas económicas eran bastante pesimistas. La inflación rondaba el 6,5% en Nafarroa y el 5,5% en la CAV, los precios de la energía continuaban disparados y todo parecía indicar que así seguirían todo el invierno. Las medidas adoptadas por el Gobierno español para aliviar la carestía de la vida ayudaron a contener la inflación y al mismo tiempo supusieron un importante alivio para las familias con menos recursos.

Entre las decisiones destacan la rebaja de impuestos a la electricidad, el tope a los precios del gas, los descuentos en los billetes del transporte público y ayudas directas a las personas con menos recursos. Sin duda aportaron mucho más a la rebaja de la inflación que la subida de los tipos de interés; no hay más que ver la inflación en el Estado ronda el 2% mientras que en la zona euro 5,5% y 6,4% en el conjunto de la UE. A pesar del impacto positivo, la Comisión Europea ya ha señalado que se deberán eliminar para final de año y utilizar los recursos que se ahorren para reducir la deuda. Vuelve la estupidez.

En relación con la producción y el empleo los malos augurios no se cumplieron; en parte porque las familias echaron mano de los ahorros que acumularon durante los confinamientos, en parte porque la guerra y el gasto militar tiró de la industria y en parte porque la confrontación ha provocado una relocalización de la producción. Tampoco conviene olvidar el impulso que los fondos Next Generation dieron a la economía.

Lo que se pasó por alto

Aquel susto inicial provocado por la guerra en Ucrania puso a todo el mundo en guardia, sin embargo algunas decisiones acertadas, así como una serie de factores que en su momento no se valoraron en su justa medida, frenaron la debacle.

Un año después no parece que lo duro esté por llegar, pero las cosas no están mejor. Entonces la economía contaba con reservas que en este momento están prácticamente agotadas. El Banco de España calcula que en lo que va de año las familias han retirado de los bancos 19.500 millones de euros, lo que supone una merma del 2% de sus depósitos bancarios. En el caso de las empresas, la reducción ha sido aún mayor, ya que en julio se habían reducido un 4,2% respecto a hace un año.

La coyuntura negativa está empezando a pesar cada vez más. Aunque parezca que la inflación está controlada, no ha dejado de crecer y lo que es peor, todas esas subidas se han ido acumulando unas sobre otras y pesan cada vez más en los presupuestos familiares.

Especialmente gráfico es el caso de los alimentos. Ya en 2022 subieron un 15%, y sobre ese alza hay que añadir que en lo que va de año los precios han subido otro 10% más, sobre todo, a causa de las malas cosechas por la sequía y el cambio climático, pero también por la especulación. Y la alimentación es uno de esos gastos diarios que poco a poco van corroyendo los sueldos primero y los ahorros después, especialmente en el caso de las familias más humildes.

La asfixia de los tipos altos

Durante este último año, con la excusa de combatir la inflación y siguiendo a la Reserva Federal de EEUU, el BCE comenzó a subir los tipos de interés de prácticamente cero hasta un rango del 4,25% - 4,50% en el que se encuentran en la actualidad. La subida apenas ha tenido impacto en la inflación de la zona euro, sin embargo, sí ha supuesto un fuerte impacto en los gastos de las familias hipotecadas. Un reciente informe de OBS Business School sobre el mercado inmobiliario estima que las familias en el Estado español destinan un 45% de la renta a pagar la hipoteca, una cantidad muy superior a la media de la Unión Europea (UE), y unos 15 puntos más que lo que se destinaba en 2021, que rondaba el máximo recomendable (30% de los ingresos).

El impacto del alza de los tipos está siendo brutal en el caso de las personas con hipoteca, pero no solo. También se nota el encarecimiento de la financiación en los datos de compraventas de viviendas y en la formalización de hipotecas. Los datos aportados por el Colegio de Registradores deja constancia de que las tasas de interés están disuadiendo la compra de vivienda que en el segundo trimestre del año ha caído un 17,5% en la CAV (-45,3% en vivienda nueva, casi a la mitad, -10,7% en vivienda usada). En Nafarroa, los datos no se corresponden con la tendencia general: ha subido la compraventa un 4,8% (un 44,9% en vivienda nueva, lo que sugiere que se ha registrado alguna promoción importante; la compraventa de vivienda usada sí ha caído un –11,8%, en línea con la tendencia general). La caída de las hipotecas ha sido similar, aunque algo menor a la de la compraventa: un 14,5% en el segundo trimestre mientras en el primer trimestre ya cayeron un 2,4%.



A pesar de la importante caída de ventas, los precios de los inmuebles no suelen reaccionar a la caída de la demanda: los propietarios simplemente esperan más tiempo. En la CAV han caído solamente un 1,6% y han subido un 23,9% en Nafarroa, posiblemente por el efecto distorsionador de haber escriturado alguna promoción grande recién terminada.
 
En este contexto, «muchos optan por el alquiler, lo que puede suponer una mayor presión al alza de los precios», señala el informe de OBS Business School. Según el portal idealista, tanto en la CAV como en Nafarroa, los alquileres en julio alcanzaron los valores máximos de la serie histórica, 12,9 €/m2 y 9,7€/m2 respectivamente. Durante el último año han subido de manera sostenida hasta sumar un alza del 6,1% y del 3,9% en la CAV y Nafarroa respectivamente.

El estancamiento de los salarios

Todos los gastos familiares se han disparado, pero no ha ocurrido lo mismo con los ingresos. Los último datos ofrecidos por el informe de Adecco señalan que en 2022, el salario medio de la CAV fue de 2.099 euros al mes y subió un 2% con respecto al año anterior. En Nafarroa fue algo menor 1.971 euros al mes pero subió algo más con respecto al año anterior, un 4,6%. Unas subidas que, en cualquier caso, están lejos de compensar el alza del coste de la vida.

El informe de Adecco analiza la evolución del poder de compra del salario medio desde 2017 hasta la actualidad y el resultado es también negativo. Así, la pérdida acumulada en los últimos cinco años sería del 4,7% en la CAV y del 3,6% en Nafarroa. En euros corrientes, esta pérdida es equivalente a 95 euros mensuales en la CAV y 71 en Nafarroa.

La locomotora europea

En Alemania, sin embargo, los salarios subieron el segundo trimestre un 6,6%, una décima más que la inflación, con lo que los trabajadores ganaron por primera vez en dos años poder de compra, una décima. A este alza contribuyeron el pago de primas para compensar la inflación, que pueden alcanzar los 3.000 euros y suponen una prestación voluntaria por parte del empleador, así como el efecto positivo relacionado con el aumento del salario mínimo a 12 euros por hora en octubre de 2022.

Los analistas esperan que este aumento del poder de compra estimule la demanda ya que la economía alemana se encuentra estancada. Y las perspectivas no son muy halagüeñas. La Asociación de Industrias Químicas alemanas acaba de hacer público que en el segundo trimestre de 2023 en relación con el mismo periodo de 2022, la producción ha descendido en un 16,5%. Mucho se teorizó sobre la sustitución del gas ruso y la Comisión Europea ha presumido recientemente de que las reservas están ya al 90%, sin embargo, la realidad muestra que lo que está descendiendo es el consumo de gas a causa del parón de la industria, especialmente destacado en el caso de la producción química.

La debilidad de la actividad industrial, tarde o temprano, se notará en el resto de la economía alemana y por extensión en toda la Unión Europea. Un año más tarde las reservas ocultas se han terminado y la coyuntura aprieta más. Lo peor es que la Comisión Europea ha decidido volver a la ortodoxia y priorizar la contención del gasto público, limitar las medidas de estímulo y dejar sin efecto las medidas para controlar los precios, lo que achicará la actividad económica y sin duda terminará teniendo efecto en el empleo que se ha mantenido hasta ahora por los extraordinarios resultados de las empresas.