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La microhistoria del dragón de Indatxikia

En la calle Indatxikia de Iruñea hay un dragón que nace de unas viñetas. No durará demasiado, apenas un año. Se ha pintado con motivo del Salón del Cómic. La ilustradora Raquel Samitier completó su primer gran mural entre las preguntas de los curiosos.

Raquel Samitier, trabajando en la cabeza del dragón de Indatxikia. (Iñigo URIZ | FOKU)

A Raquel Samitier le tocó investigar dragones por encargo de la editorial Erein. Acababa de dejar el trabajo para lanzarse al difícil mundo de la ilustración. Tomó esta compleja decisión justo después del confinamiento, aunque la idea la venía rumiando tiempo atrás, donde había tejido ya los primeros contactos. 

Erein le encargó la fabulosa tarea de estudiar seres mitológicos para la serie de cuentos infantiles Rotia y Ragón, que consta de siete títulos. Ragón, a diferencia del dragón que hay en Indatxikia, en pleno Alde Zaharra de Iruñea, no tiene nada de oriental.

«Estudié los dragones de distintas mitologías y me quedé con las ganas de pintar uno oriental. Supongo que he aprovechado la oportunidad, puesto que el Salón me dejó libertad total», explica. 

Como el mural está previsto que dure solo un año y el año que entra, en el horóscopo chino, corresponde a esta bestia mitológica, la autora de ‘Gorka Kaputz’ y ‘Gretaren lagun onena’ aprovechó sus curiosos conocimientos sobre dragones.

Interacción en la calle del Salón del cómic

El director del Salón del Cómic, Javier Pérez, decidió que había que sacar las actividades a la calle. De ahí que distintos komikilaris de la ciudad hayan adornado distintos comercios y establecimientos de la ciudad con personajes de distintas viñetas, desde Obélix a Mandrake.

La única de estas obras que permanecerá, según lo previsto, más allá del mes que dure el Salón será el dragón de Indatxikia, dado que Elkar les ha cedido el muro para todo el año. Si en 2024 vuelve a repetirse la iniciativa (la idea es que así sea), el dragón de Samitier dará paso a otra figura relacionada con los tebeos. 

La idea del Salón, además de adornar la ciudad y promocionarse, era crear una interacción entre los artistas y los vecinos de la ciudad. «Muchísima gente se ha parado. Por lo que me han dicho, a todos les está gustando mucho», asegura Samitier. 

No solo le ha tocado lidiar con los curiosos, también con otras cosas menos agradables, como la vecina que riega las plantas o las obras y los palés de material para la reforma del euskaltegi de IKA. 

Poco importan ya las dificultades, porque esta pequeña historia acaba, nada menos, que con un enorme y bigotudo dragón de colores en plena calle Indatxikia.